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Venecia 2025: Una argentina navegando su primer festival en la ciudad de los canales

PopCon estuvo acreditado como prensa internacional por primera vez en uno de los festivales de cine más importantes del mundo. Así lo vivimos.

por | Sep 16, 2025

El 27 de agosto el Festival Internacional de Cine de Venecia iniciaba su 82° edición, con La Grazia de Paolo Sorrentino como película inaugural. Ese mismo día, a 400 kilómetros, en un pueblo de los Alpes suizos con menos de mil habitantes, recibí un mail: había sido admitida como prensa en el evento. 

La respuesta llegó por insistencia de quien no tiene nada que perder: Disculpe señora, ¿está segura de que no se les pasó de largo un correo por ahí? Efectivamente, eso era. Habíamos enviado la solicitud de acreditación el último día del deadline y durante tres semanas no hubo noticias. Para nuestra fortuna, el rechazo asumido ante el silencio solo era producto de algún tipo de traspapeleo virtual.

En la primera jornada del 82º Festival de Venecia, Francis Ford Coppola fue homenajeado con el León de Oro a la trayectoria.

Nada como revitalizar el sueño que se daba por desinflado. La logística y las posibilidades del cortoplacismo organizativo harían que pudiéramos arribar a Venecia recién el lunes siguiente: 1 de septiembre. Le sacaríamos jugo a la oportunidad, nos quedaba más de medio festival por delante. 

DÍA 1: ¿Cómo es esto?

Venía siguiendo las novedades. Los estrenos hasta el momento pisaban fuerte: Frankenstein (Guillermo del Toro), Father Mother Sister Brother (Jim Jarmusch), Bugonia (Yorgos Lanthimos), No Other Choice (Park Chan-wook), Jay Kelly (Noah Baumbach), After the Hunt (Luca Guadagnino). 

Un BlaBlaCar y un tren después, estaba en Venecia, finalmente. Canales, gondolieri, turistas, souvenires, pizza y helado, todo bañado en colores cálidos. Imposible no sufrir delirio de main character en un entorno tan cinematográficamente clásico. ¿Y ahora qué? Aún faltaba un tramo para la travesía. Hay otra isla más: el Lido. En esa extensión de tierra lindante con el mar Adriático ocurría todo.

La primera noche, el recorrido tuvo el objetivo de trazar el mapa mental que serviría de guía durante la semana. El Palazzo del Cinema con su red carpet y sus banderas, los carteles con pósters de los estrenos, las calles rodeadas de seguridad, periodistas, estudiantes, público general, restaurantes, bares, heladerías, kioscos, plazas, salas y salas.

El Hotel Excelsior donde se hospedan las estrellas, el puerto para volver a San Marco y de fondo por ahí, casi olvidada, la playa. Una ciudad con autos (¡esto también es Venecia!). Un escenario que se poblaba de una fauna foránea con cintas rojas y credenciales colgando del cuello. Éramos parte del paisaje. 

La primera exploración en las salas enormes fue fuerte al medio: la nueva película de Sofia Coppola. Marc by Sofia repasa la carrera del diseñador Marc Jacobs y lo acompaña en la preparación de un nuevo evento. El largometraje es un compilado documental, un archivo de los ‘90, los trends, la moda, las figuras top de la época. Un trabajo distinto a las ficciones de la autora, pero con el toque sensible que la caracteriza. La vemos en varios cameos, ella es parte de la historia también.

DÍA 2: entrando en clima

Pronto me haría amiga del vaporetto, aliado número uno para trasladarnos. De nuevo, la fauna de cintas rojas estaríamos encontrándonos en filas, reconociéndonos en nuestro deambular entre las islas, cómplices cinéfilos de andar adrenalínico.

La mañana me encontraría en la sala Palabiennale para ver The Smashing Machine. ¿Benny Safdie sin su hermano? Sí, claro, y muy talentoso. En pantalla un drama deportivo, una historia real cargada de empatía que aborda el momento más tenso del luchador de MMA Mark Kerr, encarnado por Dwayne Johnson, con Emily Blunt de co-protagonista. Safdie se fue de Venecia con el premio a Mejor Director y la película tiene altas chances de ser una de las más renombradas en la temporada de premios venidera. 

La tarde se pondría interesante: Gus Van Sant y su equipo daban la conferencia de prensa por Dead Man’s Wire (Fuera de concurso). La película implica la vuelta del director luego de siete años, cuando estrenó Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot (2018).

En el panel: Van Sant, Austin Colodney (guionista), parte del elenco –Myha’la, Dacre Montgomery, Colman Domingo, Cary Elwes- y su hermano, el productor Cassian Elwes. La gran ausencia fue la de su protagonista, Bill Skarsgård, que se encuentra en Australia rodando The Mosquito Bowl.

El plot es otra historia real en pantalla. En este caso, las asfixiantes horas que siguieron a la decisión de Anthony “Tony” Kiritsis de secuestrar a Richard Hall, un empresario presidente de Meridian Mortgage Company, tras sentirse estafado ante el pedido de un préstamo. Kiritsis ató una escopeta a un alambre al cuello de Hall y ahí comenzaron las amenazas que lo convirtieron, a ojos mediáticos, en un héroe común, de esos que luchan contra las injusticias y los poderosos. 

Un drama tensionante, con un granulado setentoso que le da una estética muy acorde a la época que retrata. La crítica le exigió más a Van Sant por el peso de su historial. Pero la película, de todos modos, es muy digna.

La tarde continuó con la proyección de In The Hand of Dante (Julian Schnabel) y atención al elenco: Oscar Isaac, Gal Gadot, Gerard Butler, Al Pacino, John Malkovich, Martin Scorsese, Jason Momoa, Franco Nero y más. Un despliegue con todas las de ganar, pero con un guion complejo que involucra cine, poesía, pintura, religión, leyendas y puede ser difícil de digerir. Sobre gustos

Para terminar la jornada, la red carpet se llenó de estrellas. A House of Dynamite, de Kathryn Bigelow, era otro de los largometrajes más esperados del Festival. En la alfombra roja: Rebecca Ferguson, Idris Elba, Anthony Ramos, Greta Lee, Gabriel Basso, Tracy Letts y Jarid Harris junto a la directora del film. Momento cholulo a la orden.

DÍA 3: Pez en el agua 

Se volvió costumbre lidiar con el estrés de ver funciones agotadas. Pero con una catarata de refresh llegó una nueva demostración de que no hay que perder la esperanza. Media hora antes de la función, las entradas se habilitaron y pude ingresar a la sala a ver A House of Dynamite. El elenco que horas antes desfiló por la alfombra roja se lucía ahora en pantalla grande. Un thriller político bien construido y la reafirmación de que Bigelow tiene bien ganado su prestigio.

La Sala de Conferencias que había conocido el día anterior me encontró de nuevo esperando para ingresar. Esta vez para oír las declaraciones del equipo de In The Hand of Dante. Julian Schnabel apareció junto a parte del elenco: Oscar Isaac, Louis Cancelmi y Benjamin Clementine. Mi corazón conoció un grado de intensidad desconocido al formular una pregunta para la mesa. Nuevo nivel desbloqueado. 

Horas más tarde otro milagro, esta vez de la mano de la aliada rush line (o sea la fila para los desgraciados que nos cansamos de hacer refresh). En la sala Palabiennale iniciaba Dead Man’s Wire. Obtener ticket fue imposible. La fila avanzaba por la derecha y nos habilitaban de a poco con un cuenta ganado, mientras por la izquierda llegaban asistentes transpirados tratando de recuperar el aliento. Cuando entré a la sala, me ubicaron en primera fila (mala noticia para mi cuello, buena para mi checklist cinéfila). Una de cal, una de arena.

El sopor que seguía a la adrenalina llegaba a eso de las cuatro de la tarde, post porción de pizza y Coca Cola, la tarde te sumerge en la debilidad más humana: el sueño. ¡Ah, cierto, la playa! Es curioso pero un día de 29°C en Italia solo había un tipo metido en el agua y alguno que otro caminando en patas en la arena. Me senté a descansar y apreciar el vaivén del agua a 300 metros del epicentro de la fama. Qué espectacular el Lido, realmente.

Al volver a la civilización no podía creerlo: en la vereda de enfrente caminaba el mismísimo Jim Jarmusch. Camisa azul, espalda arqueada (como digno hombre alto), pelo revuelto, anteojos negros, un andar tan neoyorkino como despreocupado. No pude decirle nada, no me salió. Solo lo registré en un video improvisado. Quedará en mi recuerdo haber coincidido por casualidad con el ganador del León de Oro por Mother Father Sister Brother.

DÍA 4: La verdadera maratón

Esta vez fui yo la que llegó corriendo a la función de The Voice of Hind Rajab (el vaporetto me falló y pasó más tarde de lo esperado). Salimos de la sala con auténticas lágrimas en los ojos. En la premiere, la audiencia había dado su veredicto: 23 minutos de ovación, consignas de Palestina Libre y todo un auditorio movilizado por la foto de la pequeña protagonista. Un largometraje que hizo historia en el Festival y se llevaría luego el Gran Premio del Jurado.

Un almuerzo rápido, veinte minutos de descanso y a seguir. 

La tarde continuó con otra coronación de gloria: Alejo Moguillansky, director argentino, presentaba junto a su elenco y director de fotografía la película Pin de Fartie, un mix poético de tres historias grabadas entre Suiza y Buenos Aires con el eje central de compartir el desglose de una obra de Samuel Beckett. Al final de la función, tuvimos el agrado de conversar con el director y equipo y celebramos una vez más la excelencia de la capacidad criolla de hacer arte con recursos a la mano y creatividad. 

Ver una tercera película la misma jornada, con una duración de dos horas y media era, a priori, un desafío. Grata fue la sorpresa que me llevé cuando me senté a ver Silent Friend (Ildikó Enyedi). Tony Leung como protagonista (¡qué decir!), la participación de Léa Seydoux y un elenco impecable, en su gran mayoría de origen alemán.

Tres historias en distintas épocas con tres formatos fotográficos según la necesidad del guion. El personaje transversal: un árbol. Sí, un majestuoso gingko biloba. Una delicia de película, con una ejecución que me recordó mucho al ritmo pausado y reflexivo de Perfect Days (Win Wenders). Luna Wedler, protagonista de una de las tres historias, fue reconocida con el Premio Marcello Mastroianni al mejor actor emergente.

Vaporetto y hasta mañana. 

DÍA 5: Qué profunda emoción

El recorrido por el corazón del Lido se vuelve tan familiar que cuesta creer que esa rutina llega algún día a su fin. Buongiorno y grazie se incorporan al vocabulario, enseñar la credencial al de seguridad y pasar a los rincones del Palazzo, pasar horas en la sala de prensa, tomar un capuchino y más tarde otro, descansar en los banquitos bajo el sol, hacer filas, levantar los talones para pispear encima de la multitud en las vallas de la red carpet son acciones que se vuelven darias.

La última película que vi: Boorman and the Devil, de David Kittredge, documental que narra las desventuras de John Boorman en el rodaje de Exorcist II: The Heretic (1977). Una clase exprés de cine clásico con el balance del arduo detrás de escena en la voz de su director, protagonistas (Linda Blair y Louise Fletcher) y equipo técnico.

El mismo Kittredge presentó la película y luego saludó a los fanáticos. Recorrí por última vez las calles del Lido, en el ejercicio permanente de caer en la cuenta de estar acreditada en un Festival de categoría A, compartiendo la alegría con el equipo de PopCon a 10 mil kilómetros de distancia, en Buenos Aires. Cae la noche en el Lido y, diría Aznavour, solo queda un adiós.

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