Un pichón

El cuervo: la remake con Bill Skarsgård emprende un vuelo mediocre

De ritmo lento y si encontrar una identidad propia, esta remake no parece entender la esencia misma que hizo de la original una película de culto.

por | Ago 27, 2024

Competir con la memoria de una película de culto es, en la mayoría de los casos, una batalla perdida. La primera adaptación de El cuervo (1994), basada en el comic de James O’Barr, ganó un estatus desgraciadamente mítico luego de que un accidente en el set le costase la vida a su protagonista, Brandon Lee. La tragedia llevó a los realizadores a completar la película con una combinación de efectos especiales y metraje que antes había sido descartado, logrando un sorprendente y sentido homenaje que inmortalizó al actor.

Gracias a su éxito, tanto con la crítica como en taquilla, tres secuelas y hasta una serie de televisión reimaginaron esta trágica historia de amor y venganza, pero nunca llegar a acercarse a la calidad o el éxito que la original había logrado.

En 2008, Stephen Norrington (Blade) anunció que estaba interesado en hacer su propia versión de la historia, pero su guion paso por varias manos a lo largo de los años. Bradley Cooper, Luke Evans y hasta Jason Momoa fueron presentados como quienes interpretarían al rol protagonista en distintas etapas del proyecto, pero nada llegó a concretarse.

Cuando en 2022 se anunció que Rupert Sanders (Ghost in the Shell) dirigiría esta remake, las noticias fueron recibidas con escepticismo. De la misma forma, tras rumores de que Alexander Skarsgård (The Northman) lideraría el elenco, finalmente fue su hermano Bill Skarsgård (IT) quien se convertiría en el nuevo Eric Draven. Para sorpresa de muchos, la noticia no quedó en solo un rumor y ahora, dieciséis años más tarde, El cuervo (2024) volvió a alzar vuelo y llegó a nuestras salas de cine.

Un amor inmortal

Si bien a grandes rasgos esta nueva película cuenta la misma historia e incluso rinde algunos homenajes al material en que esta basada, la versión de Sanders busca expandir ciertos puntos que la película original daba por sentado. Es así como gran peso de la historia cae en explorar en profundidad la relación entre Eric y su eterna enamorada Shelly (FKA twigs) desde el comienzo hasta su trágico final.

En esta versión, nos encontramos con una Shelly que escapa de una vida tanto de lujos como de peligros. Luego de que es atrapada cargando sustancias ilegales, es enviada a un centro de rehabilitación en donde conoce a Eric, un joven taciturno y cubierto en tatuajes, pero de carácter dulce y sensible. Lo que empieza con curiosas miradas y bromas sin gracia, termina con el dúo escapando juntos y refugiándose en una burbuja idílica en la cual solo parece existir su amor.

Eventualmente, el pasado de ella llega para rendirle cuentas, con un ataque tan terrible en el que trasciende los límites de la muerte, haciendo que Eric despierte en una especie de limbo urbano. Ahí, los cuervos sobrevuelan y un misterioso hombre le ofrece la oportunidad de volver no solo a tomar venganza, sino que una vez terminada su tarea también devolver a su amada a la vida.

“La gente solía creer que cuando alguien muere un cuervo acarrea su alma a la tierra de los muertos. Pero a veces pasa algo tan malo que una terrible tristeza no permite al alma descansar. Entonces, solo a veces, el cuervo puede devolver al alma al mundo de los vivos para  poner las cosas en orden.”

Volando sin rumbo

Quizás el problema principal de esta versión de El cuervo reside en que ahí en donde quiere innovar, lo hace torpemente. Está claro que su director es consciente de que no hay manera de competir con la original y hasta cierto punto la toma de brújula. Es así como en vez de explorar las tantas otras versiones del antihéroe en los comics, hace un pastiche de lo que ya hemos visto en su versión fílmica, pero sin aprovechar del todo los elementos que podría tomar de la actualidad como para justificar una reinterpretación.

Ni siquiera el símbolo principal del film parece tener una conexión tan directa con su protagonista. El ave que se supone lo devuelve al mundo mortal y se convierte en su insignia parece poco más que un compañero distante. Por el contrario, este Eric tiene una fuerte conexión metafórica mucho más profunda con un caballo blanco que, si bien es una fina referencia al comic, es un ejemplo de cómo los elementos indispensables y representativos de la historia original pierden tanto jerarquía como sentido. Por quisquilloso que pueda parecer el detalle, es uno de los tantos ejemplos de una narración que olvida la esencia de lo que está contando.

Los elementos sobrenaturales tienen mucho más peso en esta versión, con Danny Huston (Wonder Woman) interpretando a un villano que con sus susurros puede controlar diabólicamente a sus víctimas. Haciendo al héroe y su antagonista ahora sobrehumanos, la inmortalidad de Eric ya no parece tan imposible, sacándole así impacto a su presencia. Es una distancia tonal muy grande con la original, en donde el Cuervo resultaba atemorizante e impredecible, un ser imparable y que tras su maquillaje de arlequín se mostraba caótico y pícaro así como cruel en la forma en que buscaba justicia.

Si bien la inexperiencia de este nuevo Eric es uno de sus puntos más interesantes, es innegable que le quita personalidad y carisma. Pero lo que más le juega en contra a esta visión es cómo termina acercando al relato a algo más similar a lo que varias veces vimos en el cine de superhéroes, con un protagonista que debe ganar sus poderes para así lograr estar en igualdad de condiciones con su enemigo.

Una resurrección desperdiciada

Con un ritmo que no le favorece, Sanders parece empecinado en mostrar y estirar lo innecesario, en donde diálogos pobres y empalagosos aportan poco a una historia que solo necesitaba buena química entre sus protagonistas. Irónicamente, es decepcionante cómo las escenas que demandaban un mayor dramatismo tampoco saben aprovechar a sus actores.

Para cuando la película recuerda que parte de su atractivo reside en una hiperviolenta venganza, la acción comienza tarde, pero parece querer compensarlo con una buena dosis de gore. Si bien la escena cúlmine no está en el enfrentamiento final, es probablemente la más memorable y mejor lograda en la película, aunque tampoco sobresale por su originalidad.

Más cerca de ser una interpretación moderna del mito de Orfeo y Eurídice, esta nueva adaptación de El cuervo se pierde en su intento por sacar provecho a los temas que la película original daba por sentado o contaba de forma simple pero efectiva. Sin lograr una identidad propia ni una estética que la destaque, se siente anticuada como un deja vu malogrado. Es el ejemplo perfecto de aquellas remakes que, sin saber cómo contar nada nuevo, desaprovechan su oportunidad de volver a la vida

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Ro Tapias

Artista visual. Madre de dragones, gatos y un corgi. Hablo de cine, a veces demasiado.