El legado intacto

Alien: Romulus: El perfecto homenaje al clásico vuelve a sus bases terroríficas

Reforzando los temas y metáforas esenciales y haciendo hincapié en los efectos prácticos, la saga hace un regreso triunfal de la mano de Fede Álvarez.

por | Ago 16, 2024

En contra de todas las bajas expectativas, el remake de Evil Dead (2013) probó que podía mantener el espíritu de las películas originales mientras encontraba un tono propio, dejando de lado el humor negro para entregar un tenso espectáculo en donde literalmente diluviaba sangre. Fue un triunfante bautismo hollywoodense para Fede Álvarez, así como la razón por la cual los fans de Alien respiraron tranquilos cuando se anunció que el director uruguayo una vez más estaría a cargo de la vuelta de otra franquicia icónica. 

No se equivocaron con su fe, ya que Alien: Romulus (2024) logra sentirse como parte integral del universo que Ridley Scott supo construir, a la vez de que entiende cuál es el camino para volver a explotar la naturaleza más terrorífica de la saga.

Un episodio intermedio

Ambientada un par de décadas después de los acontecimientos de Alien (1979) y unos años antes de su primera secuela, esta vez la acción se enfoca en una de las colonias en un planeta minero, en donde su población es poco más que material descartable para la empresa Wayland-Yutani. Tras la muerte de sus padres en plena labor, a Rain (Cailee Spaeny) tan solo le queda cuidar del defectuoso Andy (David Jonsson), un androide de naturaleza dulce e infantil a quien considera su hermano.

Cuando todo parece perdido y la letra chica de su contrato vaticina que no hay escapatoria alguna de esa forma de vida, sus amigos parecen encontrar una luz de esperanza. Si logran infiltrarse en la abandonada estación espacial Romulus y roban su equipo, podrían tener los recursos necesarios para tomar la siesta criogénica necesaria para llegar al único planeta que podría ser su salvación.

Rain tiene dudas, ya que la misión es peligrosa y demanda que usen a Andy como llave maestra, pero la recompensa es demasiado tentadora. Por supuesto, el grupo no tarda en descubrir la terrible razón por la cual la estación está abandonada. Con una lenta pero enriquecedora introducción, el ritmo no tarda tanto en cobrar intensidad. A partir de entonces al grupo no solo no se lo oye en el espacio, sino que tampoco se le da tiempo de terminar de gritar antes de que se avecine el próximo gran peligro.

Estableciendo las bases, entendiendo la esencia

Que no haya duda, los temas fundacionales de la historia se mantienen. Desde un comienzo se hace énfasis en cómo el verdadero villano no es necesariamente extraterrestre sino más bien un producto del capitalismo tardío. De la misma forma, buena parte de su mitología reaparece en la estética basada en el arte de H.R. Giger, reafirmando su inspiración genital así como la simbólica agresión sexual como uno de las metáforas centrales de la saga.

Álvarez pone especial atención en este aspecto, mostrando detalladamente distintos tipos de penetración así como los efectos de esta gestación forzosa. Pero el primer gran giro del timón se da en la elección misma de los protagonistas y cómo esto marca el tono al cual se dirige. Ya no nos encontramos con rudos camioneros galácticos o marines de elite, sino con un grupo de jóvenes que irán cayendo uno a uno como si de un slasher espacial se tratase.

Uno de los ángulos más fuertes de la película está en los aspectos técnicos y en su impecable diseño de producción. Con una estética un tanto retro que es acompañada por filtros que remiten a un celuloide un tanto engranado, se refuerza la sensación de estar viendo una continuación directa a la película original.

Mientras que las precuelas erraban al mostrar una tecnología moderna e impoluta a pesar de ser más antigua que la de la época de la Teniente Ellen Ripley (Sigourney Weaver), las computadoras en Alien: Romulus y sus gráficos son aquellos que en la década del setenta se veían futuristas. Personajes y naves están sucios, desgastados, dando la sensación de un espacio realmente habitado en vez de convivir con una mera escenografía.

Igualmente acertada fue la decisión de que la mayor parte de las criaturas y escenarios fueran construidos con efectos prácticos. Mientras que las películas que abusan de la pantalla verde tienden a tener de resultado un collage en donde los actores no terminan de integrarse con los elementos generados por CGI, en este caso sucede lo contrario.

Tanto los xenomorfos así como cada rincón de la Romulus, las colonias o los vehículos se sienten sólidos y pueden apreciarse en sus detalles. Como cereza en el postre y prácticamente un easter egg, el legendario Phil Tippet (Jurassic Park) estuvo a cargo de un segmento realizado en su especialidad, una animación stop motion. La escena, enfocada en un roedor, es un ejemplo de la pulcritud de las técnicas utilizadas en la película. Como si de un refinado traje se tratara, las costuras son difíciles de detectar.

Un homenaje con identidad propia

No debemos engañarnos, la película abraza una estructura formulática. Por el mismo hecho de ser un capítulo intermedio, las referencias a anteriores entregas son de esperar, siendo las citas directas lo que se siente como los puntos más flojos e innecesarios, síntoma de una época en donde los cameos en el cine parecen tener más impacto que la narrativa misma. Pero, sorprendentemente, Alien: Romulus consigue remontar esta sensación al incorporar uno de estos puntos como parte fundamental de la trama.

Logrando crear un hilo conductor entre las precuelas y las películas originales, y tomando ciertas notas del videojuego Alien: Isolation (2014), Álvarez hace uso de ideas ya establecidas así como de algunas nuevas. Consigue subir constantemente la apuesta, logrando que amigos puedan esconder una amenaza, cuerpos y mentes sean un campo de batalla o hasta el ambiente mismo se convierta en una bomba de tiempo.

Si bien el tercer acto puede resultar divisivo para algunos, el esperado giro del final peca de ciertos tintes previsibles, aunque no por eso deja de resultar impactante en sus revelaciones. Esta entrega sin duda camina sobre pasos ya andados, pero logra poner su propia impronta y crear su propia entidad. Destaca así el androide Andy, probablemente uno de los personajes más emotivamente complejos y mejor desarrollados de la saga.

Probando que el éxito de su Evil Dead no fue mera casualidad y los planetas a veces pueden alinearse más de una vez, Álvarez evidentemente comprende que el camino no es simplemente entregar lo que los fans quieren ver, sino que entiende las razones por la cuales estas franquicias funcionaron y por qué continúan cautivándonos con el pasar del tiempo. La vuelta a las bases de Alien: Romulus no solo la convierte en un capítulo imperdible y una de las mejoras entregas de la saga, sino que logra que se sienta orgánicamente como una pieza perdida que completa el rompecabezas.

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Ro Tapias

Artista visual. Madre de dragones, gatos y un corgi. Hablo de cine, a veces demasiado.