La argentinidad al palo

El Eternauta: el triunfo monumental de una adaptación que valió la pena esperar

La serie de Netflix basada en la historieta de H.G. Oesterheld y protagonizada por Ricardo Darín vive a la altura de las expectativas y marca un hito.

por | May 6, 2025

Mucho se habla del héroe colectivo como protagonista de El Eternauta (1957-1959), un concepto que el mismo autor Héctor G. Oesterheld plasmó en un prólogo posterior de su obra. Un grupo humano que -según sus propias palabras- refleja su sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual.

Y si hay algo que la producción de esta serie demostró es que ese sentimiento detrás del cual se encolumna la obra original tiene su reflejo en la vida real: el héroe colectivo es el equipo que logró dar vida a esta historia en pantalla, después de décadas intentando adaptar una de las historias más emblemáticas de Argentina.

La serie de Bruno Stagnaro en Netflix es el resultado de una visión que transmite amor por la historia, por nuestra cultura popular, por nuestra idiosincrasia como país, y que en lo más profundo de su esencia reivindica un sentir desplazado por la cultura de la inmediatez y la necesidad del estímulo constante: lo viejo sirve.

Es sobre esta idea que se construye una versión de la historia que revaloriza todo aquello que volvió a la obra de Oesterheld tan icónica, pero la adapta a nuestros tiempos y al sentir argentino atravesado por todos los hechos históricos posteriores a la publicación de El Eternauta en 1957.

Y nuestra historia es trauma. El argentino es un ser resiliente, que se recompone, se reinventa y sale adelante con las herramientas a mano. Si algo no existe, lo inventa. Si existe, lo mejora. Y prospera contra todo pronóstico, en las peores de las circunstancias, acarreando dolores propios y ajenos.

Somos el resultado de innumerables crisis políticas y económicas, que siempre nos ponen al borde de la desesperación y del estallido social. Sin embargo, en lugar de volvernos unos contra otros, somos también profundamente solidarios. Siempre hay un argentino cuando otro argentino lo necesita.

Ese es el espíritu de la serie de El Eternauta (2025-), dirigida por Stagnaro y co-guionada con Ariel Staltari, que se hace eco de la historieta original. En este caso, la crisis toma forma de invasión alienígena, de fuerzas poderosísimas e incomprensibles que vienen desde lugares inimaginables a invadir nuestro planeta.

Ya de por sí, es un concepto revolucionario en la ciencia ficción: la invasión no ocurre en New York, Londres, o alguna de las grandes capitales del mundo a donde los aliens siempre van a parar. Pasa en Buenos Aires, en las calles donde todos los días esperamos el colectivo y vamos a hacer las compras, a trabajar o juntarnos con amigos.

Pinta tu aldea

Stagnaro tomó la idea original de Oesterheld y la elevó a la máxima potencia: la primera ola de esta invasión -la nevada mortal- va a encontrar a nuestros protagonistas jugando al truco, al igual que en las primeras páginas de la historia que cuenta la versión original.

Pero además, esos amigos van a tener chistes internos, juegos de palabras (y que se arreglen los traductores) y noticieros de fondo. No van a hablar de tú ni escuchar a Louis Armstrong; van a cantar Manal mientras esperan en un embotellamiento generado por una multitud que se manifiesta contra los cortes de luz de cada verano, y se van a encontrar con un trapito que les ofrece limpiar los vidrios.

El Eternauta. César Troncoso como Favalli y Ricardo Darín como Juan Salvo en El Eternauta. Cr. Marcos Ludevid / Netflix ©2025

El Juan Salvo de Netflix, además, no es un tipo común y corriente. Es un ex combatiente de Malvinas con preparación militar, conocimiento de armas y estrés post-traumático. Y la forma de revelarlo es tan inteligente como la decisión de aplazar la aparición de los elementos de género más duros hasta el cuarto episodio.

La elección de Ricardo Darín como protagonista de esta historia fue uno de los puntos más controversiales cuando se anunció el elenco, entre otros motivos por la edad del intérprete, unos 20 años mayor que el Juan Salvo de la historia original.

Sin embargo, según declaró Stagnaro en la alfombra blanca de la premiere, esta elección permitió componer a un protagonista veterano que estuviera viviendo la segunda guerra de su vida. Y además elevó la edad promedio de todos los personajes, en consonancia con uno de los temas centrales de los que hablamos al comienzo de esta nota.

Lo viejo sirve

Sin dudas, el MVP de esta historia es y siempre ha sido el tano Favalli. La elección del actor uruguayo César Troncoso para interpretar a este icónico personaje no podría haber sido más acertada. El actor se roba todas las escenas en las que aparece, reforzando esta idea del “héroe colectivo”.

No hay un solo protagonista en esta historia (más allá de que eventualmente descubriremos el por qué del título y el conflicto mayor que permanece oculto en la primera temporada), sino un grupo de seres humanos con habilidades que, de pronto, en la eventualidad de un apocalipsis, se vuelven extraordinarias.

El Eternauta. César Troncoso como Favalli en El Eternauta. Cr. Marcos Ludevid / Netflix ©2025

Lo primero que sabemos de Favalli en esta versión es a través del personaje de su esposa Ana (Andrea Pietra), que no existe en la historia original concebida por Oesterheld. Ella tira a la basura las guías telefónicas (otro marcado elemento localista) que su marido viene acumulado desde hace décadas. Sin embargo, algunas escenas después, las necesitarán para ubicar el paradero de Clara (Mora Fisz), la hija de Juan Salvo. Lo mismo sucede eventualmente con los autos viejos, las radios, la guía Filcar, las enciclopedias y las viejas máscaras que colecciona Favalli.

Desde la aparición de los celulares en la vida cotidiana, los guionistas tienen el desafío constante de buscar la forma de suprimirlos o incorporarlos a la historia de maneras en que no todo pueda ser resuelto con una llamada o una búsqueda de Google.

El contexto de la nevada mortal y la invasión alienígena de El Eternauta, precedida por un pulso electromagnético, es la excusa perfecta para sacar del medio este elemento y resolver los conflictos “a la antigua”. Volver a sentir esa incertidumbre de no poder ubicar a alguien a menos que sepamos específicamente dónde buscarlo, es una de las magias que logra esta serie.

El otro gran acto de magia en El Eternauta es el que ocurre detrás de cámaras. Estamos hablando de una producción sin precedentes en Argentina, filmada íntegramente en Buenos Aires en 50 locaciones, con más de 400 personas trabajando durante más de dos años, un elenco de 2900 actores entre protagonistas, extras y dobles de acción, y 25 artistas argentinos que participaron en la creación de los escenarios virtuales.

En total, según cifras oficiales de Netflix, la producción de El Eternauta contribuyó con 41 mil millones de pesos a la economía del país en diferentes sectores. Y más allá de eso, el resultado en pantalla es impresionante.

Nunca antes se vio en nuestro país una producción de ciencia ficción con estas características, y fue algo que requirió el esfuerzo conjunto de muchas partes y años de planificación para llevarse a cabo. Muchos lo esperábamos desde hace décadas, mientras el proyecto iba y venía entre rumores confirmados y desmentidos. Lucrecia Martel llegó a ser uno de los nombres que más fuertes sonaban para llevar El Eternauta a la pantalla. Tuvo que pasar un tiempo más, y una pandemia de por medio, para que el proyecto finalmente llegara a su conclusión.

Al mismo tiempo, la tecnología digital necesaria para componer los efectos visuales y reconstruir la ciudad de Buenos Aires nevada en ambientes cerrados llegó a la Argentina. Mientras en Estados Unidos y Australia se comenzaban a mostrar los gigantescos escenarios de virtual production en filmaciones como The Mandalorian (2019-) de Disney+ y Thor: Love and Thunder (2022) de Marvel Studios, en nuestro país ya había talento argentino desarrollando la misma tecnología a escala. PopCon pudo visitar el estudio nacional donde se filmó El Eternauta y pronto se podrá ver la nota en nuestra web, canal de YouTube y redes sociales.

Nadie se salva solo

Está claro que el éxito de la serie no fue casualidad. Fue el resultado de años de trabajo, esfuerzo colectivo y amor por el detalle. De un talento que estaba esperando su gran oportunidad de demostrarle al mundo de lo que somos capaces, de la creatividad argentina y la habilidad para resolver problemas.

La temporada de 6 episodios que estrenó en Netflix costó apenas $15 millones de dólares, lo que parece muchísima plata, pero en términos de producción audiovisual es lo que cuesta un solo episodio de series como Game of Thrones (2011-2019).

Ricardo Darín como Juan Salvo en El Eternauta. Cr. Marcos Ludevid / Netflix ©2025

La industria audiovisual argentina es un cantero de ideas y talento desmesurado, y Netflix tuvo la suficiente visión como para apostar a contar una de nuestras historias más representativas. Para eso, y buscando la autenticidad que caracteriza a sus producciones internacionales (como las que desencadenaron los fenómenos de Dark y El juego del calamar), convocaron a un director con un sello propio marcadamente realista y localista como Stagnaro.

Su película Pizza, Birra, Faso (1997) es uno de los emblemas del Nuevo Cine Argentino, y producciones televisivas como Okupas (2000) y Un gallo para Esculapio (2017-2018) lo ubican como un cineasta que entiende cómo trasladar el drama urbano al formato televisivo.

La adaptación de El Eternauta no hubiera sido lo mismo bajo la dirección de otro realizador con una mirada más for export. La buena recepción de la serie de Netflix entre la audiencia -tanto nacional como internacional- no se debe solo a su calidad visual y narrativa.

Por supuesto, si los cascarudos no fueran criaturas dignas de una superproducción hollywoodense, las críticas no se hubieran hecho esperar. Pero además de ser impecable a nivel efectos, y de una estructura sólida, con buen ritmo y actuaciones convincentes, su virtuosismo reside en el pulso de la dirección y en esa visión que lleva la argentinidad como bandera.

El Eternauta. Ariel Staltari como Omar y Cesar Troncos como Favalli en El Eternauta. Cr. Marcos Ludevid / Netflix ©2025

Desde la selección musical (un 10/10) hasta los detalles y simbolismos más finos que se traducen al lenguaje audiovisual, hay un cuidado por las formas y el contenido que se trasmite y revaloriza toda la producción. Los diálogos y actuaciones naturalistas son un punto extra, así como la elección de elenco -varios colaboradores de larga data de Stagnaro– que reflejan esa búsqueda de autenticidad de la que hablábamos.

Al igual que los escenarios, muchos de los cuales conservaron los carteles y marcas que iban apareciendo a lo largo del rodaje para marcar esa impronta local y temporal única. A diferencia de lo que muchos creen, no todo fue chivo ni publicidad paga.

Las Eternautas

Volviendo a las decisiones que separan a la serie de la historieta, hay muchos otros cambios que estuvieron pensados en función de lo que significa esta obra hoy en día, al igual que en el momento en que se publicó. La idea nunca fue contar una historia de época, sino por el contrario, narrar una invasión que podría suceder en la misma ciudad que vivimos y caminamos todos los días.

Debo admitir que cuando vi el primer episodio, a fines de enero de este año, tuve miedo. No porque no me hubiera gustado -me encantó-, sino por las reacciones que podrían llegar a generar estos cambios en los sectores más puristas y conservadores.

Ricardo Darín como Juan Salvo, Mora Fisz como Clara, Carla Peterson como Elena en El Eternauta. Cr. Marcos Ludevid / Netflix ©2025

Cambiar la icónica primera escena, en especial, fue una idea muy arriesgada. Y sobre riesgos como ese se construyen las mejores obras, las que exploran y marcan un nuevo camino para los que vienen atrás. Hay muchos detalles ocultos en esa primera escena que plantean -como toda buena ficción que se precie de tal- el conflicto principal en los primeros minutos.

Además se revierten tropos clásicos de la historieta, dejando a todos los espectadores -los que la leyeron y los que no- en igualdad de condiciones. Esto a su vez fomenta la conversación online, las conjeturas y teorías que necesita toda buena serie del género.

Todo esto nos lleva a los personajes femeninos, prácticamente ausentes en la historia original y con una importancia fundamental en esta nueva versión. Desde la incorporación de Ana, que le aporta humanidad y calma al grupo, hasta la de Inga (Orianna Cárdenas), personaje que cumple múltiples funciones que benefician a la serie.

Por un lado, su aparición en las primeras escenas después del colapso de la sociedad, brinda no solo momentos de tensión muy bien construidos, sino que además ilustra el contraste entre las reacciones de los diferentes personajes y su forma de encarar lo desconocido, que eventualmente va mutando.

Ariel Staltari, César Troncoso, Andrea Pietra, Ricardo Darín, Mora Fisz, Aron Park y Oriana Cárdenas . Cr. Marcos Ludevid / Netflix ©2025

Por otro lado, su personaje no solo aporte inclusión femenina, sino además latinoamericana: el acento venezolano tan presente en nuestra realidad de todos los días, y la certeza de que los países sudamericanos compartimos la capacidad de resiliencia y adaptación a las crisis.

Y por último, también es una marca de época: uno de los trabajos más extendidos entre la diáspora venezolana en Argentina se asocia al repartidor, aunque es un lugar común que de a poco se va abandonando. Justamente por eso, señala una época muy específica en nuestra historia compartida.

La familia de Juan Salvo, por su lado, es un caso aparte. En la historia original, Juan y Elena (Carla Peterson) seguían juntos y su hija era una nena chiquita llamada Martita. Su función era prácticamente de adorno, como intereses afectivos del protagonista y sin agencia propia.

Encontrarlos separados al principio de la serie nos da un sentido de la urgencia aún más apremiante y nos involucra de lleno con la búsqueda personal de Juan Salvo y su lado más humano, más allá del apocalipsis que se le viene encima. También, que una de las nuevas protagonistas de esta historia vuelva a aparecer recién en la segunda mitad de la serie, es una jugada que funciona muy bien de cara al conflicto que se deja planteado para una segunda temporada.

Clara (Mora Fisz) es una adolescente como cualquier otra, un personaje que le infunde a la historia no solo el elemento joven tan necesario para balancear la demográfica -junto a Inga, Pablo y los boy scouts– sino también un misterio que nos mantiene atrapadísimos durante toda la temporada.

De hecho, las actuaciones de este joven elenco constituyen uno de los hallazgos más interesantes de la serie. Hay también una confianza en el espectador al dejar libradas a la interpretación ciertas escenas y no brindar respuestas obvias ni inmediatas, otro de los grandes aciertos en esta versión de El Eternauta.

Spoiler alert

Para ir cerrando esta nota, y aún con mucho para decir sobre la importancia de El Eternauta como parte fundamental de nuestro acervo cultural y como hito audiovisual a partir de ahora, quiero detenerme en mis dos episodios preferidos. Está clarísimo que la serie va de menor a mayor, al menos en cuanto a escala visual y narrativa.

En cierto sentido, opera de forma similar a algunos de los grandes referentes de ciencia ficción y fantasía en la pantalla chica. Primero nos sumerge en una historia humana y contenida, nos hace conocer bien a los personajes principales e involucrarnos. Y cuando nuestro compromiso emocional está en su punto más alto, ahí recién incorpora el elemento de género más duro.

La aparición de los cascarudos al final del tercer episodio resulta así en un giro inesperado y contundente, que representa un nuevo obstáculo para nuestros protagonistas, justo cuando pensaban que lo peor ya había pasado. Y que da cuenta de la escala de esta invasión, con una avanzada que -al igual que la serie- va de menor a mayor.

El cuarto episodio es épica pura. Desde el descubrimiento del nuevo enemigo hasta la forma de enfrentarlo, la tensión que genera encontrar a un nuevo grupo de refugiados, la convivencia y eventual alianza con desconocidos y el riesgo constante de la amenaza omnipresente. En las últimas escenas del episodio, la cinematografía, el montaje y la elección musical temática se conjugan en una pieza audiovisual exquisita y emocionante.

El sexto y último episodio de la temporada evoca las mismas sensaciones, sumadas a la aparición de ESE personaje, también con un despliegue de recursos nunca antes vistos en nuestra industria audiovisual. El Eternauta siempre estuvo a la par de los grandes relatos de ciencia ficción del mundo -e incluso se adelantó a muchos- y su adaptación a la pantalla tenía que estar a la altura.

No solo lo logró, sino que superó las enormes expectativas con creces. El punto de giro en el que nos dejan Juan Salvo y compañía al final de la temporada, el peso de las revelaciones y todo lo que está en juego, junto con un despliegue visual impresionante filmado en locaciones reales, cierran con toda la épica que esta producción merecía. Chapeau.

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