No es noticia para nadie que las películas de superhéroes, y sobretodo las de Marvel, se han convertido en el espectáculo cinematográfico que más plata y espectadores mueve en los últimos años. Hordas de fans se precipitan a las salas de cine ante cada nuevo estreno, al punto que las entradas se agotan con semanas de antelación.
Lo que antes era un nicho para unos pocos iniciados, expertos en multiversos, reboots y series de tirada reducida, ahora se ha convertido en una movida mainstream que arrastra desde niños de jardín de infantes hasta a tu tía. Sin embargo, esta popularidad las ha puesto también en el centro de numerosos debates, entre ellos el de la importancia de la representación de minorías.
En la Fase 4, las series y películas de Marvel presentaron personajes homosexuales (en Eternals), con discapacidades (también en Eternals), musulmanes (Ms. Marvel) y asiáticos (Shang-Chi). A su vez, finalmente parecen haberse decidido por explorar las historias de sus superheroínas mujeres, desde Wanda Maximoff hasta She-Hulk, con resultados muy disímiles en cuanto a calidad y recepción.
Cada una de estas nuevas adiciones al panteón superheroico generó su propia polémica en las redes, en las que los defensores de la imagen del superhéroe masculino, cishetero y blanco pusieron el grito en el cielo ante lo que ellos denominan “inclusión forzada”. De más está decir que lo mismo ha ocurrido con otras producciones millonarias como las películas de Disney, Star Wars o la serie de El Señor de los Anillos.
Sin embargo, hay una minoría que aún hoy se encuentra poco representada, lo cual resulta particularmente interesante si se considera su rol en la génesis misma del género superheroico. No es fácil de notar a primera vista, ya que muchos de los escritores y dibujantes de la edad dorada de las historietas cambiaron sus nombres por otros menos “étnicos”, pero la influencia de la comunidad judía en aquellos primeros años fue fundamental. Joe Schuster y Jerry Siegel, creadores de Superman, Bill Finger y Bob Kane, quienes inventaron Batman, y hasta el mismísimo Stan Lee, todos ellos tenían raíces judías que, de algún modo u otro, influyeron su trabajo.
Quizás el ejemplo más claro de esta influencia sea el mismo Superman. Sus padres, líderes de la casa El (que en hebreo significa “Dios”), se ven obligados a enviar a su hijo bebé, Kal, en una travesía a través del espacio como única forma de salvarlo del apocalipsis que se avecina sobre su planeta Krypton. De ese modo, lo colocan en una nave que recuerda a canasta en la que fuera enviado Moisés hacia las aguas del río Nilo, también en busca de la salvación del que parecía un destino insaciable. En ambos casos, son adoptados por figuras paternales que desconocen su verdadera identidad y crecerán para convertirse en figuras heroicas.
A pesar de que en los cómics hay varios personajes de ascendencia judía, desde Batwoman o Harley Quinn hasta Kitty Pride de los X-Men, hasta el momento, el único personaje cuyas raíces hebreas han sido explícitamente representadas en la pantalla es Magneto. Allá por el año 2000, la primera película de X-Men arrancaba con un joven Erik Lehnsherr separado de su familia en las puertas de Auschwitz para, en su desesperación, revelar sus poderes magnéticos.
En X-Men: First Class (2011) la historia continúa al narrar las desventuras del joven al caer bajo la custodia de un oficial Nazi que desea experimentar con sus poderes y al cual, años después, Magneto rastrea en su refugio argentino en “Villa Gesell” (aparentemente ubicada en la Patagonia). Es particularmente interesante que la única vez que la etnia de un personaje judío sea claramente explicitada sea en una narrativa centrada en el Holocausto, ya que es prácticamente el único tipo de historias que el cine parece querer explorar sobre el Judaísmo. Exceptuando, quizás, historias de mujeres que huyen de sectas ultraortodoxas (que tan solo representan un porcentaje minúsculo de la población judía mundial).
¿Más vale tarde que nunca?
En los últimos meses, hemos presenciado un tímido atisbo de representación judía en las producciones de Marvel, aunque esta ha generado bastante polémica al interior de la comunidad por su carácter solapado y alejado del orgullo con el que usualmente se presentan las identidades minoritarias en esta nueva etapa de la compañía.
Marc Spector, el protagonista de Moon Knight (2022-), aparece utilizando una kipá (gorra ritual usada tradicionalmente por los varones judíos) cuando intenta ir a la shiva (período de duelo en el cual se realizan reuniones en la casa de los dolientes, se les lleva comida y se rememoran anécdotas del difunto) de su madre. Sin embargo, por la naturaleza traumática de la relación con sus padres, Marc es incapaz de tomar parte en la ceremonia y termina arrojando su kipá al suelo y pisándola, lo cual fue tomado como una acción bastante ofensiva por parte de ciertos activistas judíos en las redes.
Más recientemente, Marvel anunció que Shira Haas (Unorthodox) se incorporará a su Universo Cinematográfico en el rol de “Sabra”, una superheroína israelí que trabaja con el Mossad (servicio de inteligencia del Estado de Israel). Sabra es una mutante que fue criada en un kibutz cerca de Jerusalén y aparece por primera vez peleando contra Hulk, a quien cree aliado con un grupo terrorista.
A diferencia de Marc Spector u otros superheroes cuyo judaísmo parece ser una nota al pie, Sabra lleva una estrella de David en su traje y su mismo nombre está inspirado en la tradición israelí. “Sabra” es el nombre de un cactus del desierto de Medio Oriente, cuyo interior es dulce aunque se encuentra cubierto de una gruesa piel con espinas. Este término fue utilizado en los primeros años del siglo XX para referirse a los pioneros que crearon el estado de Israel, por su carácter duro frente a las adversidades tanto políticas como naturales de la zona.
El anuncio por parte de Marvel en la D23 del año pasado ha generado grandes expectativas entre los jóvenes judíos así como en la comunidad activista online, aunque también hay cierta aprehensión hacia la forma en que Israel pueda ser representado o cómo pueda ser recibido por los sectores antisemitas o antizionistas, como el movimiento BDs de boycott a Israel.
Hoy en día, la importancia de la representación y la multiplicidad de miradas es un hecho indiscutible y, sin embargo, hay identidades que siguen relegadas o atadas a un solo tipo de narrativa. Una nueva era para la representación de minorías parece haber comenzado en el cine de superhéroes, y quizás esta sea también una oportunidad para que el género regrese a sus orígenes, dándole voz a una comunidad que ha sido silenciada en pos de una versión blanca y cristiana del heroísmo, por ser considerada más “universal”.
Le llevó a Marvel más de diez años empezar a contar historias sobre mujeres, esperemos que no demore lo mismo en hacer lo propio con una cultura a la que le debe tanto.
0 comentarios