History, huh?

Rojo, blanco y sangre azul: Crece la representación LGBT+ en las comedias románticas

La exitosa novela que imagina un romance entre el príncipe de Inglaterra y el hijo de la presidenta de los Estados Unidos llega a Prime Video.

por | Ago 14, 2023

Rojo, blanco y sangre azul: Crece la representación LGBT+ en las comedias románticas

A pesar de que el mes oficial del orgullo es junio, este agosto parece haberse pintado de arco iris. Esta semana Prime Video estrenó Red, White and Royal Blue, la nueva comedia que -junto con la esperada segunda temporada de Heartstopper en Netflix– viene a reclamar el lugar de la comunidad queer en la comedia romántica.

Basada en la novela del mismo nombre, debut de le escritore Casey McQuiston, la película sigue a Alex Claremont-Diaz (Taylor Zakhar Perez), quien es el hijo de la presidenta de los Estados Unidos (Uma Thurman) y tiene una rivalidad desde hace años con el príncipe de Inglaterra, Henry (Nicholas Galitzine).

Lucha de clases

Inteligentes, atractivos y carismáticos, ambos jóvenes han crecido bajo el escrutinio de la prensa y del público, escuchando constantemente cómo uno representa la contracara del otro. Para Alex, hijo de un inmigrante mexicano y una mujer de clase media, llegados al poder en una elección histórica,

Henry representa todo lo que está mal. Alex sueña con algún día ser el congresista más joven de la historia gracias a sus propios méritos, y Henry, con sus privilegios heredados y su vida servida en bandeja, para él no es más que un representante de un modelo elitista en vías de extinción.

Hasta que un incidente ridículo, de esos que solo pasan en las comedias románticas, los obliga a fingir ser amigos para salvar las relaciones internacionales y la campaña de reelección de la madre de Alex. Una cosa lleva a la otra y la amistad dará lugar al deseo y, eventualmente, al amor. 

La primera vez (sí, leyeron bien) que leí Red, White and Royal Blue supe de inmediato que el libro se iba a convertir en un lugar de comfort para mí. Y así fue como terminé leyéndolo dos veces más en los siguientes seis meses. Casey McQuiston nos presenta un reparto de personajes entrañables que habitan un mundo muy parecido al nuestro, pero que no lo es del todo.

Del mismo modo en que Bridgerton (y otras tantas producciones no tan conocidas) abre las puertas del romance histórico a las personas de color, Red White and Royal Blue es una invitación a creer en la posibilidad de un romance queer en los círculos de poder más importantes del mundo. 

Militando el amor

Mucho se ha escrito sobre el rol de la literatura erótica y romántica para dar voz al deseo femenino o de identidades disidentes. Esta literatura generalmente escrita por, sobre y para mujeres permite adentrarnos en un escenario ideal en el que podemos imaginar el tipo de romance que queremos, configurar el tipo de pareja que deseamos y, quizás lo más importante, explorar las formas que toman el deseo, el amor y el placer femeninos, tantas veces menospreciados y olvidados.

Si bien Casey McQuiston hace lo mismo pero con sexualidades no hegemónicas, no se queda ahí. A la novela no le alcanza con imaginarse cuál sería el romance homoerótico perfecto, sino que tiene que preguntarse qué tipo de mundo sería necesario para que un amor como el de Alex y Henry pueda triunfar.

El falso acento texano de Uma Thurman fue muy comentado en las redes

Dos años después de la asunción de Donald Trump al poder, McQuiston se imagina lo que podría haber sido no si Hillary Clinton hubiese ganado (el libro es claramente pro Demócrata, pero tampoco es un panfleto), sino si a Trump se le hubiese enfrentado una mujer que representara todo lo opuesto, que llevase adelante las banderas de los inmigrantes ilegales, las minorías sexuales y los derechos reproductivos.

Una mujer como Ellen Claremont, capaz de ganar una elección a pesar de su familia no tradicional, sus hijos mestizos, y su procedencia texana. Y es ese trasfondo político, idílico e irreal pero atrapante, el que va a marcar todos los momentos de la relación de Alex y Henry.

Del libro a la pantalla

Solo podemos asumir los motivos por los que la película ha decidido dejar tan en el fondo la cuestión política. Por un lado, está claro que al pretender llegar a un público más universal, el exceso de referencias a figuras y características del modelo norteamericano podía resultar un obstáculo, generando confusión u obligando a permanentes explicaciones.

Por otro lado, a diferencia de cuando el libro fue publicado, en el que las más importantes figuras de la política yanqui eran Trump, Obama y la recientemente derrotada Hillary (quien, a pesar de todas sus falencias, podía despertar esperanzas en la posibilidad de una primera presidenta mujer), la dirigencia actual no resulta tan atractiva, especialmente en el Partido Demócrata. Debe haber pocos personajes con menos carisma que Joe Biden. Si bien podemos comprender la decisión, la realidad es que es probablemente la causa de los puntos más débiles de la película.

Lo que podríamos llamar “la historia principal” (el romance de Alex y Henry) es una adaptación casi literal del libro, tan centrada en ellos dos que ha debido sacrificar algunos personajes secundarios y sus tramas (¡justicia por June Claremont-Diaz!) o dejado a varios de ellos con pocos momentos para brillar o desarrollarse.

Todo esto no sería problema si no fuera porque también menoscaba el conflicto central. Alex y Henry no pueden vivir quiénes realmente son porque ellos no son simples jóvenes enamorados. Son figuras públicas que deben cargar con el peso de la tradición, en el caso del príncipe de Inglaterra, y con el de la opinión pública, las encuestas y los adversarios conservadores en el caso del Primer Hijo de los Estados Unidos.

El descubrimiento de su relación acarrea una crisis en la campaña presidencial que está disputando la reelección de la primera presidenta mujer de los Estados Unidos y, con ella, el triunfo de los valores por los que Alex y su familia viven y trabajan todos los días (en este maravilloso mundo imaginario en que los líderes mundiales solo se movilizan por hacer el bien para la gente).

La película funciona muy bien como una comedia romántica y ayuda a cimentar una muy valiosa nueva etapa del género en el que más identidades pueden verse reflejadas, con escenas de sexo bien logradas que retratan la sexualidad en sus cientos de expresiones, alejándose (un poco, siguen siendo dos hombres super hegemónicos con la torre Eiffel de fondo) de los estereotipos tradicionales.

La química entre Taylor Zakhar Perez y Nicholas Galitzine está muy bien lograda y cada uno de ellos consigue retratar muy bien la esencia de sus personajes. Mucho se ha hablado sobre cómo cada uno pareciera estar actuando en una película diferente -y yo argumentaría que eso se debe a que cada personaje está viviendo su romance de una manera distinta.

Alex está acostumbrado a que le digan que no, hacerlo igual y que le salga bien. De alguna manera absolutamente inocente, pretende retratar el espíritu americano de desapegarse de las estructuras aristocráticas, un hombre hecho a sí mismo viviendo su american dream; el que sabe le fue negado a gente como él y por eso mismo es tan importante lograrlo de forma auténtica.

Henry, en cambio, es un personaje digno de Jane Austen. Lucha entre el deber y sus sentimientos, tiene una carga heredada con la que no sabe cómo romper sin decepcionar su legado. Y por eso mismo, la escena más floja de la película es probablemente su encuentro con su abuelo, el rey.

A diferencia del libro, donde Elizabeth II no es nunca nombrada directamente pero es igualmente ineludible, la película prefiere escaparle a cualquier conexión con la dignataria que murió el año pasado y en cambio elige poner a Stephen Fry en el rol de un monarca que es duro no porque quiere, si no porque la corona se lo demanda. Esto le quita muchísima fuerza al tercer acto, en el que no termina nunca de quedar en claro cuál es el conflicto que los mantenía separados y qué es lo que está en juego.

En definitiva, la película cumple con ser una comedia romántica que enamora, entretiene y mantiene al público alentando por la pareja principal desde su primer momento en pantalla. Lo que no es poco, si tomamos en cuenta que se trata de una pareja homosexual birracial. Después de todo, la comunidad queer también merece tener sus propias películas románticas medio tontas llenas de personas hermosas, escenarios idílicos y anécdotas improbables. Para todo lo demás, siempre podemos volver al libro.

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