Todos los años, dentro de la comunidad cinéfila de terror, siempre resuenan dos o tres películas que son un éxito total en festivales, promesas fuera de las franquicias que los fans esperan con ansias. Este es el caso de De noche con el diablo (2024), que para cuando ganó el premio al Mejor Guion el Festival de Cine de Sitges 2023, ya se había hecho la suficiente fama como para encontrarse entre los títulos más ansiados por los fans del horror.

Dirigida y escrita por el dúo de hermanos australianos Colin y Cameron Cairnes, este found-footage ambientado a mediados de los setenta es una de esas películas que con una ejecución elegante y lo que parecen recursos simples, impacta. Si bien desde un comienzo nos avisa hacia dónde va, aun así logra tomarnos por sorpresa a la hora de revelar las cartas que esconde bajo la manga.

La picadora de carne

Tras una breve introducción en el marco de un falso documental, se nos explica que lo que vamos a presenciar es el registro de lo que pasó una fatídica noche durante la grabación de un talk show, un programa de variedades que -tras un trágico desenlace- nunca salió al aire. Conocemos así a Jack Delroy (David Dastmalchian), un ambicioso locutor de radio quien cuya carrera tomó un sorpresivo y triunfante giro al momento en que decidió pararse frente a las cámaras televisivas.

Pero, como bien es sabido, la fama no asegura el éxito. Muy a pesar de su enorme popularidad, las múltiples nominaciones en las temporadas de premios llevaban al programa de Delroy a nada más que la derrota. Sumado a sus problemas personales, este prefacio nos construye la imagen de un hombre que siente que no tiene nada que perder y solo apunta hacia arriba. Decidido a hacer lo que fuera necesario con tal de llegar a sus metas, caer en el sensacionalismo está lejos de ser una de sus preocupaciones.

De esta manera y en tiempo real, acompañamos al equipo detrás de Night Owls en el que sería no solo el especial de Halloween de 1977, sino también la última emisión del programa. Varios son los invitados de la noche, con tanto ilusionistas como escépticos enfrentados en pos de crear tanto conflicto como sea necesario para retener el interés del público.

Pero, sin lugar a dudas, la invitada de la noche es Lilly (Ingrid Torelli), una niña superviviente de un culto satánico y que asegura estar poseída por el mismísimo diablo. Acompañada por su terapeuta y tutora, la doctora June Ross-Mitchell (Laura Gordon) demuestra los trucos necesarios para vender el libro que escribió sobre el caso de la chica.

Las manifestaciones sobrenaturales resultan mayores de las esperadas y la clara fascinación de sus espectadores lleva a que Delroy busque exprimir a su nueva estrella. Todo, inclusive jugar con fuego, es válido en la carrera para subir el rating.

Detrás de escena

La película está claramente influenciada por Ghostwatch (1992), un mockumentary de la BBC que, como una versión moderna de La Guerra de los Mundos (1938), se emitió sin avisar previamente que lo que se mostraría era una ficción. Esta inesperada transmisión en la Noche de Brujas hizo creer al público británico que las manifestaciones sobrenaturales en la pantalla eran reales, cosechando así un pánico real y múltiples quejas a la mañana siguiente.

Buscando un referente más actual, el público argentino seguramente notará la conexión que podemos encontrar con Historia de lo oculto (2020), con la que tiene similitudes. Si bien el tono de Late Night with the Devil es mucho menos solemne que el de la ópera prima de Cristian Ponce, se asemejan tanto en la detallada recreación histórica como en la sensación inmersiva del juego que propone. Por más de que somos muy conscientes de que no es más que un falso documental, resulta fácil ser presa de su excelente ritmo y el suspenso que va alimentando minuto a minuto.

Lamentablemente, no le faltó una dosis de polémica. Muy a pesar de sus breves y casi imperceptibles apariciones, nos es difícil ver cómo los separadores entre las tandas comerciales del falso programa están ilustrados con inteligencia artificial.

Si bien seguramente fue rodada antes de que este tema se volviera tan controversial como lo es ahora, el incidente es prueba de que la IA sí está afectando directamente a los profesionales creativos. Indiscutiblemente, su uso significó la pérdida de trabajo para un diseñador gráfico. Lo que es peor, no es necesario observar con detenimiento este arte artificial para notar los errores que no se le hubiesen perdonado a un artista humano.

a pesar de esa triste nota de color, Late Night with the Devil (como es su título original) logra vendernos el lado más atractivo de aquello que Delroy buscaba. Rápidamente le perdonamos que rompa el juego al no apagar las cámaras en ningún momento, siguiendo a nuestro conductor inclusive durante las tandas de publicidad, dando así más una sensación de un voyeuristico vivo en redes sociales.

Irónicamente, ahí es donde mejor funciona, en la forma en que nos vende esa adictiva sensación de la televisión basura que debe mostrarlo todo, manteniéndonos atentos al momento del quiebre que está por llegar. Es entonces que, con una dosis de terror grotesco que la acerca más al cine splatter, logra encontrar el balance entre una estética sofisticada y simplemente divertir a su audiencia.

Como si de una alucinógena pesadilla de la cultura pop se tratase, la película seguro revivirá alguna memoria en que la pantalla nos cautivó por la más cuestionable de las razones. Es así como logra un retrato extremo del lado más oscuro de los medios que no temen cruzar toda barrera ética.