One Man Army

Monkey Man: La ópera prima de Dev Patel a pura violencia, mitología y política

El debut detrás de las cámaras del actor es brutal, descarnado y muscular. Una combinación de buenas decisiones creativas con una visión original.

por | May 14, 2024

En Monkey Man (2024) de Dev Patel ocurren muchas cosas a la vez. Por un lado, la búsqueda de venganza del personaje anónimo — también interpretado por Patel — que lleva una máscara del dios Hanumân sobre la arena de peleas clandestinas en las que participa.

Al otro, el dominio del submundo del crimen, que se enlaza con la perspectiva acerca de un mal total, al que el personaje se enfrentará con las pocas armas a su disposición. Entre ambas cosas, la ciudad ficticia en que transcurre la acción se convierte en un hervidero de consignas sociales y morales. Lo que agrega capas de interés y belleza sórdida a un argumento que, también, apuesta a la fealdad sublimada en símbolo para narrar su historia. 

Por supuesto, en Monkey Man nada es sencillo, aunque lo parezca. Y parte del mérito lo tiene la experimentación de Patel a nivel visual y narrativo (también escribe el guion de su ópera prima, junto a Paul Angunawela y John Collee). Las ediciones abruptas, la cámara subjetiva convertida en observador obsesivo, la línea de sucesos que atraviesan a la ciudad en que vive como un río infeccioso.

La cinta combina la noción del submundo incómodo para, además, brindar poco a poco contexto y atmósfera a una historia que obtiene más consistencia a medida que se completa entre puntos en apariencia distantes. El Monkey Man interpretado por Patel es salvaje, imparable y angustiado. También tiene un rasgo de simplicidad e ingenuidad que profundiza, casi de manera casual, su argumento.

De hecho, la cinta empieza con una idea pequeña, que se muestra al trasfondo. Narrar — contar historias — puedes salvar la vida. Pero de inmediato la trama avanza como puede y a tanta velocidad que a veces pierde su propia coherencia hacia el centro de la violencia.

Patel es hábil con la cámara y tiene estupendas ideas para narrar la brutalidad de un mundo árido y hostil. No obstante, en ocasiones pierde el pulso en medio de la abstracción de esa brutalidad sin nombre. Pero cuando logra mantener el ritmo entre lo que desea mostrar y una exploración cuidadosa de los motivos por los que el mundo tiene un rasgo maligno, Monkey Man avanza con sofisticada firmeza hacia espacios novedosos del cine de acción. 

Agotadora, radiante y un buen experimento 

Patel desea que su personaje anónimo sea algo más que una oleada de poder convertida en un hombre con un propósito. Por lo que dedica tiempo y esfuerzo en mostrarle herido, cansado, abrumado y siempre desconcertado. La idea funciona en el primer tramo de la película, en que este antihéroe con un corazón a la periferia, intenta demostrar su firme decisión de encontrar un punto de equilibrio.

De recibir una paliza y soportar el sufrimiento físico, el personaje comienza a recordarse a sí mismo. De una infancia que se relata en flashback, a la idea de hacer el bien. Patel construye una balanza moral que se adivina entre puñetazos y sangre derramada. 

Al contrario de otras tantas películas del estilo, Patel quiere asegurarse de dejar claro — y en evidencia — que su personaje es falible y podría ser vulnerable. Sin embargo, tanto es su empeño que Monkey Man pierde demasiado tiempo en mostrar peleas sucias, entre gritos guturales y una arena manchada de sangre.

Cuando el conflicto se revela — no es tan complejo al cabo y puede intuirse de inmediato —, la premisa se apoya en la idea que el personaje está dispuesto a morir por la venganza. Que, ocurrirá quizás, pero que el punto principal de su vida es conseguirla. 

Para su segundo tramo, Monkey Man revela sus cartas y es evidente que esta búsqueda de justicia va más allá de la del misterioso personaje de Patel. Que se trata de una sacudida específica y brutal, contra todo lo establecido, contra el miedo, la discriminación y la perfidia. Patel sabe moderar esa sed de poder y de enfrentar el mal, con eficacia y buen gusto. No obstante, cuando pierde el tino visual — y ocurre con frecuencia — la cinta se vuelve confusa y desordenada. 

Un final apoteósico 

A pesar de eso, Monkey Man es lo suficientemente efectiva para ser entretenida, apasionante y cautivar, incluso cuando no tiene intención de hacerlo. Mucho más, cuando el joven escritor y director añade elementos de lucha social, reivindicaciones y comentario político con una libertad que se agradece y, además, resulta curiosa en una obra semejante.

Puede que para su segunda hora, todo lo que Patel propone se haga excesivo, extravagante y voraz. Pero a pesar de eso, Monkey Man se sostiene con una rara elegancia que es de agradecer. Y le debemos a Jordan Peele (Get Out, Nope) la posibilidad de verla en cine, ya que vio su potencial y se convirtió en productor, rescatándola de un estreno en Netflix para hacerla un lanzamiento digno de la pantalla grande.

Con un final abierto que sugiere una posible secuela — o al menos, que el mundo de la cinta podría explorarse mejor —  es un experimento efectivo e incompleto que deslumbra. Puede que Patel no tenga la experiencia para narrar lo que pretende, pero sí tiene el talento de sobra para intentarlo. Una buena noticia para el cine de acción. 

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