Cita a ciegas

Drop: Amenaza Anónima y los peligros de vincularse en un mundo ¿hiperconectado?

La película de Christopher Landon explora el impacto de la tecnología en las relaciones bajo la forma de un thriller ambientado en una primera cita.

por | Jun 6, 2025

Una joven madre soltera se anima a volver al ruedo en el amor y concurre a una primera cita con alguien que conoció en una aplicación de citas, en el refinado restaurante de un rascacielos. La premisa de Drop: amenaza anónima (2025) podría muy bien ser la de una comedia romántica.

Sin embargo, se nos informa apenas comienza la película (en un flashback que será resignificado más adelante) que Violet es una sobreviviente de violencia de género, y que la situación de ese intento romántico después de mucho tiempo sola y enfocada en el cuidado de su hijo le genera ansiedad y angustia. Este dato del pasado será clave tanto para el arco dramático del personaje como para la resolución de la trama.

Violet (una muy sólida Meghann Fahy, a quien ya vimos en la segunda temporada de The White Lotus) deja a su hijo en su casa al cuidado de su hermana, y concurre al encuentro hecha un manojo de nervios. Tras la presentación del ambiente en que se desarrollará la película y de algunos personajes que luego se convertirán en potenciales sospechosos, finalmente llega la otra parte de la cita, Henry (Brandon Sklenar), un atractivo fotógrafo.

El encuentro empieza con normalidad, con los clichés que se esperan de una primera cita a ciegas, pero de repente Violet empieza a recibir drops en su celular (mensajes que pueden enviarse entre usuarios de iPhone que se encuentren geográficamente cerca, a través de la tecnología airdrop). Estos mensajes comienzan siendo curiosos pero pronto se convierten en una amenaza clara: si Violet no cumple con todo lo que le ordene ese emisor anónimo, van a matar a su hijo y a su hermana.

Violet revisa enseguida las cámaras de seguridad instaladas en su casa y comprueba que efectivamente un extraño armado ingresó en su hogar, y que está a la espera de actuar en función de qué tan obediente ella sea. Este es el detonante que desata la dinámica real de la película.

Drop es muy ingeniosa a la hora de plantear la premisa, el contexto en el que se van a tener que desenvolver los personajes y la motivación que los empuja, especialmente la de Violet. La protagonista se ve obligada a ser encantadora y seductora con Henry para que no abandone la cita, mientras sabe que de eso y de hacer todo lo que le pidan en esos drops anónimos depende la vida de su familia.

Este juego entre el gato y el ratón hace que la película resulte sumamente entretenida, presentando un giro tras otro que hacen que la tensión y la atención no decaigan nunca. Hay algo particularmente efectivo en los thrillers de pocos personajes que transcurren en una sola locación, en los que el protagonista tiene que cumplir con un objetivo en contra su voluntad, un objetivo que le plantea un dilema ético.

En ese sentido, Drop tiene muchos puntos de contacto con Red Eye (2005), el thriller de Wes Craven con Rachel McAdams y Cillian Murphy de premisa muy parecida, pero que transcurre en un avión en vez de un restaurante de lujo. En ambas películas la protagonista tiene que cumplir órdenes bajo la presión de proteger a su familia, y en ambas ese objetivo a cumplir está enlazado con una cuestión política.

En Red Eye se sabe muy pronto quién es el villano de la historia, en cambio en Drop desconocemos quién está amenazando a Violet. Pero sí sabemos (al igual que la protagonista) que, por la tecnología usada para enviar los mensajes, quien sea que los esté enviando está en el mismo restaurante que ella, lo cual establece que cualquiera a su alrededor es sospechoso.

Ese es el gancho: nosotros también queremos saber quién está detrás de esa amenaza y por qué lo hace, igual que Violet. Drop es una película muy disfrutable si se suspende por un ratito la exigencia del verosímil: hay que adentrarse en la diégesis que la película propone sin cuestionar mucho lo posible de las situaciones que se van dando, especialmente en el final, que es el momento que más tensa lo creíble de la propuesta.

Más allá de eso, la película tiene un trabajo de cámara y una puesta en escena sumamente virtuosos, incluso más de lo que la historia podría exigir. Su director, Christopher Landon (Happy Death Day, 2017) exprime al máximo todos los recursos disponibles para que la película se vea lujosa y sofisticada, igual que ese restaurante que elige como ambiente.

Las interpretaciones están muy bien, sobre todo la de Meghann Fahy que es quien lleva todo el peso de la narración y, por lo tanto, tiene que desplegar un abanico de registros muy amplio que la construcción de su Violet requiere. Brandon Sklenar acompaña de forma correcta pero sin destacar demasiado, ya que su personaje tampoco tiene un arco que le permita un mayor despliegue (algo en lo que profundizaré más adelante).

Sin ser una película perfecta, Drop es una bocanada de aire fresco en un mar de remakes, precuelas y sagas infinitas, una película creativa y entretenida que no pretende ser más que eso, y se agradece muchísimo.

Drop se estrenó entre tanques comerciales en Argentina y lamentablemente se pudo sostener solo por una semana en la cartelera de Buenos Aires. Es una pena que esta sea la dinámica operativa de las salas, porque de haberse quedado más tiempo en cartel seguramente se habría beneficiado del boca a boca. Como pasó con películas pequeñas como Anora (2024), que logró quedarse varias semanas en cartel incluso antes de cobrar relevancia por los Oscars.

Drop aún no está disponible en ninguna plataforma paga de streaming, aunque es inminente que sea parte del catálogo de alguna de ellas. Por ahora la pueden conseguir por ahí, usted me entiende *guiño guiño*.

El amor en los tiempos de las apPS

En los últimos años se estrenaron varias películas que hablan de cómo la tecnología está mediatizando los vínculos humanos, algo que ya pasa en la realidad que vivimos. Y que hace que obras como Her (2013) -película en la que un hombre se enamora de la inteligencia artificial que comanda sus dispositivos tecnológicos (y de alguna forma también su propia vida)- ya no nos resulten tan descabelladas ni relegadas al ámbito de la ciencia ficción. Hoy mucha gente le pide consejos de vida a ChatGPT, algunos incluso están convencidos de que su interacción con la inteligencia artificial cuenta como ir a terapia.

Este año también se estrenó Companion (2025), una sátira muy divertida mezcla de horror y sci-fi que usa a la inteligencia artificial para hablar de un mundo en el que absolutamente todo está cada vez más personalizado a gusto del consumidor, de la alienación que eso va generando en nosotros y de los peligros que esa dinámica conlleva en el terreno de las relaciones -algo que en su momento también exploró Ruby Sparks (2012) pero desde un enfoque fantástico-. Así, en Companion la inteligencia artificial se convierte en la solución a la soledad para quienes ya no pueden encontrarse con el otro desde la diferencia o desde la construcción en el tiempo de vínculos reales y profundos.

Drop también encaja en esa corriente. La película usa los recursos tecnológicos como vehículos necesarios en la trama, pero a la vez habla de cómo la tecnología está mediatizando cada vez más nuestra manera de vincularnos. Esa hiperconexión que nos venden es superficial, es solo una ilusión, ya que en la realidad es tal la oferta y el bombardeo de estímulos que lo que termina pasando es que es cada vez es más difícil generar conexiones reales.

Es gracias a la tecnología que Violet y Henry “matchean” en una aplicación de citas, pero es también la tecnología la que entorpece y conspira contra ese encuentro, ya que los mensajes y amenazas que Violet recibe la hacen estar más pendiente del celular que de la conversación con Henry.

En este aspecto hay dos puntos que vale la pena mencionar: por un lado, se podría decir que la película funciona como una hipérbole de todos los riesgos que puede sufrir una mujer al exponerse a una primera cita, del miedo y los potenciales peligros que pueden derivar de un encuentro de ese tipo. En ese sentido es muy acertado que la historia se desarrolle como un thriller y que nos presenten a la protagonista como una sobreviviente de violencia de género, porque de esta forma todos los recelos convencionales que surgen ante el encuentro con un desconocido se magnifican y cobran otro peso.

Además, en Drop la protagonista no tiene que cuidarse solamente de su cita si no de un villano anónimo, un intruso que está en su casa amenazando a su familia, y un restaurante lleno de posibles cómplices. La cita entonces se convierte en una pesadilla y encarna los peores escenarios de todo lo que podría salir mal, y al mismo tiempo revive todos los horrores que esa mujer ya vivió.

Por otro lado, en un momento en el que la tecnología conspira contra las conexiones reales (en lugar de facilitarlas como nos lo habían prometido), se vuelve bastante inverosímil la actitud de Henry, que se queda en la cita y sostiene el encuentro pese a los evidentes desplantes y distracciones de Violet. La motivación de Violet es clarísima y está perfectamente planteada, pero no así la de Henry.

En una realidad en la que la gente está cada vez menos tolerante a cualquier otro que desafíe sus gustos y convicciones, en la que los vínculos se descartan con facilidad porque el swipe constante nos quiere convencer de que cualquiera es reemplazable y de que siempre puede haber una opción mejor, lo menos creíble de una película que desafía constantemente nuestra capacidad de -justamente- creer en lo que se nos está contando es que alguien tenga tantas ganas de quedarse en una primera cita tan fallida.

La única explicación que le encuentro a este punto es que, así como Companion es un mix de géneros que combina el horror, la comedia y el sci-fi, Drop es un thriller tech que en definitiva también tiene toques de comedia romántica. En las comedias románticas todos los obstáculos que separan a los protagonistas se terminan salvando, hay un invisible hilo rojo que explica que ellos son el uno para el otro, y un gran gesto une a los amantes imposibles que concluyen juntos y felices.

Estos elementos están presentes en Drop y quedan claramente expuestos en ese final que puede haber dejado gusto a poco, pero que al fin y al cabo respeta las convenciones de ese género que, de alguna manera, es también parte de su ADN.

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Rocío Freire Castro

Ex publicitaria, realizadora audiovisual y artista autodidacta. Tarantino es mi pastor.