Tras un total de nueve años desde el inicio de su producción y una espera de tres desde que su primera temporada se convirtió en un fenómeno mundial, Arcane: League of Legends (2021-) vuelve a nuestras pantallas. Dividiendo sus nueve nuevos capítulos en un arco de tres actos, sus primeros tres episodios llegaron a Netflix el sábado pasado, recordándonos con su calidad el por qué la serie cambio el paradigma de la animación en formato televisivo.
De acuerdo a Variety, la serie le costó a la compañía de videojuegos Riot Games un total de unos $250 millones de dólares, convirtiéndola en la serie de animación más costosa de la historia. Tan solo basta con sentarse a ver un puñado de minutos para comprender a donde fue esta inversión digna de un largometraje de Marvel. Con un guion solido que calza perfectamente con los dramas televisivos más ovacionados, la utilización del formato del video musical para exponer tanto la acción como la psicología de los personajes, sumado al talento y la libertad creativa del estudio francés Fortiche, esta combinación nos entregó una de las mayores obras maestras de los últimos años. Y este es el último tramo hacia su culminación.
Everybody wants to be my enemy
Mientras que en la intro de la primera temporada los personajes principales eran presentados como estatuas, una referencia que habla de los conflictos arquetípicos de tragedias clásicas, muy resumidamente se nos daba a entender las relaciones entre algunos personajes. Con eso ya establecido, ahora se resaltan sus emociones. Cambiando sutilmente con cada episodio, la nueva intro da pistas de los temas que cada nuevo capítulo toca, a veces en cuadros más estáticos y otras con imágenes escondidas entre glitches.
Varias son las referencias a ciertas obras teatrales que podemos encontrar. Tanto Mel (Toks Olagundoye) como su madre Ambessa (Ellen Thomas) se recuestan en una pose semejante a la del César, representando el uso de un poder estratégico por parte de ambas mujeres. Por otra parte, las manos que parecen manchadas de sangre de Caitlyn (Katie Leung) proyectan la sombra de una corona, haciendo referencia quizá al trágico monarca MacBeth. Viktor (Harry Lloyd), sostiene una máscara blanca que se asemeja a la que el Fantasma de la ópera usaba para esconder tanto las debilidades de su cuerpo como su humanidad. Finalmente, Jinx (Ella Purnell) sostiene una bandera en alto en una manera que recuerda a Los Miserables, símbolo de resistencia ante las injusticias sociales y el deseo de reforma, reclamos compartidos por el pueblo de Zaun.
Resurgir de los escombros
La segunda temporada comienza exactamente después del ataque de Jinx al concejo de gobernantes de Piltover, haciendo foco en las consecuencias que esto supone para ambas facciones. Varias son sus pérdidas, siendo Cassandra Kiramman (Abigail Marlowe), la madre de Caitlyn, una de ellas. El funeral es casi completamente en blanco y negro, dibujado con una herramienta tan sobria como es la carbonilla. El poco color lo encontramos tanto en Caitlyn como así también en los pétalos de las flores violetas que ella asocia con su jardín, su lugar favorito donde meditar. Son flores que mimetizan su ánimo y cuyo nombre comparten con el único otro personaje que destaca en la escena. Aquella persona que ahora completa el minúsculo mundo de Cait: Vi (Hailee Steinfeld).
Pero la convivencia entre este arte hecho a manera tradicional y el digital también puede hablar de un tiempo anacrónico, resaltando además la importancia de Caitlyn en este primer arco. Así como la niña de rojo en La lista de Schindler (1993) reforzaba la individualidad de las víctimas de los horrores perpetrados por el hombre, Cait será llevada a la posición de tomar decisiones que harán que se continúe con un ciclo de violencia generacional y que no parece tener fin.
Es así como las consecuencias de nuestros actos se vuelven un punto central en estos tres episodios, mostrando tanto como Piltover como Zaun se vuelven a acomodar tras sus pérdidas. Este es el caso tras la muerte de Silco (Jason Spisak), padre adoptivo de Jinx y líder de-facto del pueblo subterráneo, donde ahora los mayores criminales de la zona se disputan el territorio. Pero, sorpresivamente, así como Jinx es buscada por el mundo de arriba, ninguno de estos mafiosos confía en la caótica chica ni quiere cargar con represalias que su presencia podría provocar, por lo cual se discute entregarla al enemigo.
Salo (Josh Keaton), uno de los supervivientes del consejo y un ejemplo de la desconexión que la aristocracia tiene con el resto de la sociedad, demuestra que su mayor preocupación tras el ataque es “¿Cuantos otros concejales deben morir antes de que se haga algo?”. Hedonista, mientras el Shimmer envenena a Zaun, este lo usa por sus propiedades alucinógenas, mostrando las dos caras de la misma moneda cuando de diferencias sociales se trata. En contraposición, Mel intenta negociar que la justicia se lleve a cabo sin usar el hextech, armas que combinan tecnología con magia y descubrimiento de su amante Jayce (Kevin Alejandro) y Viktor.
Los peligros del idealismo
Jayce también sobrevivió a la explosión pero se percata de que su mejor amigo esta moribundo. Tomando una decisión desesperada, decide llevarlo hacia el Hexcore, un artefacto rúnico creado por Viktor que parece evolucionar y quizá hasta ser un organismo sentiente. Absorbiendo su cuerpo en una especie de crisálida, no permite que nadie lo toque hasta que la metamorfosis está completa. Liberado, la carne encontró una cura al fusionarse con el metal.
Sintiéndose traicionado al ver que Jayce no destruyo esta tecnología que ya había tomado la vida de su asistente Sky (Kimberly Brooks), Viktor decide exiliarse y dirigirse a Zaun. Mientras la fantasmagórica voz de Sky lo guía, descubre que tiene la habilidad de curar los degradados cuerpos de los adictos al Shimmer, transformándolos en semi maquinas como el mismo es ahora. Escondiéndose bajo una capa y valiéndose de un bastón que remite al de un pastor, se convierte así en una figura que como Cristo cura a los inválidos y guía a quienes se sienten perdidos.
El hextech muestra una vez más su lado peligroso, ya que el árbol que da hogar a los Firelights está infectado con lo que parecen ser sus residuos. Heimerdinger (Mick Wingert) guía a Ekko (Reed Shannon) al que alguna vez fue su laboratorio en el mundo superior, encontrándose con un Jayce que corrobora sus teorías. Liderando al trio al núcleo del hextech, Ekko se enfurece al percatarse de que esta tecnología afecta al agua que va directamente a Zaun, llegando tanto al árbol como a su gente. Una vez más queda claro que a pesar de las buenas intenciones, las penas de las clases sociales más bajas no son tomadas en consideración.
La máquina parece reaccionar a la revelación, mandando pulsaciones que crean glitches mientras toma una forma esférica y provoca alucinaciones al trío. Es una escena tan lisérgica que recuerda tanto a las manipulaciones de la realidad en Doctor Strange (2016) como a ciertos toques del surrealismo de Kubrick en 2001: Odisea del espacio (1968). Jayce en particular se ve multiplicado así como a su yo de niño, en una visión del mago que lo salvo tanto a él como a su madre en medio de una tormenta de nieve, tal como vimos al inicio de la primera temporada.
Es un momento de revelación para él, quien termina de comprender que no solo intentó instrumentalizar fuerzas que no terminaba de comprender, sino que la tecnología que ayudó a crear evoluciona de tal manera que puede que drene la fuerza vital tanto del mundo terrenal como el espiritual. Heimerdinger cita indirectamente a Newton al explicar el principio de la acción y reacción, demostrando que esta magia tiene su precio. Entendiendo el peligro que su ego e idealismo causaron, Jayce juega un papel no tal lejano al del protagonista de Oppenheimer (2023), en donde el resultado del progreso científico se convierte al mismo tiempo en potencial destructor de los mundos. Decidido a acabar con la amenaza, intenta destrozarla, pero la máquina absorbe a los tres.
Dejar morir a quien fui
Uno de los puntos más fuertes a celebrar en la serie es sin duda la variedad de sus personajes femeninos y la profundidad con las que son exploradas. A estas se les permite ser anti heroínas, inocentes, manipuladoras, serenas, brutales, lideres o carismáticas villanas. En el centro de este gran elenco tenemos a un triángulo tensionado como la más trágica de las obras Shakesperianas. Por un lado, tenemos a las hermanas Vi y Powder, víctimas de la guerra y de las fuerzas de Piltover. Tras un error de la más pequeña, el accidente desencadena la muerte de amigos y la de Vander (JB Blanc), su figura paterna, así como la eventual separación de ellas.
Previa a la intro de la serie vemos, en un estilo art nouveau, un disco decorado con el rostro de ambas. Powder, ya convertida en Jinx, apunta hacia abajo y a su inevitable locura. Vi, por el contrario, mira hacia arriba y a la esperanza de escapar del tortuoso pasado, convirtiéndose en alguien mejor. Esa salida parece manifestarse en Caitlyn, la soldado de la que termina enamorándose. Es un trabajo magistral de los animadores, como los sutiles gestos del lenguaje corporal de ambas acompañan a los diálogos, mostrando a una Vi que en los comienzos abiertamente seduce a la otra, pero se muestra reticente en los momentos de vulnerabilidad emocional. Es Cait quien da los primeros pasos para profundizar su intimidad, buscándola en un abrazo en el que Vi no parece permitirse tocarla por completo, así como más tarde sellando sus sentimientos con un esperado beso.
La joven enforcer Maddie (Katy Townsend) le demuestra a Vi su admiración al momento de conocerla, fortaleciendo la idea de que hay gente que cree que ella es más que una criminal salida de Zaun. Sin embargo cuando Caitlyn le ofrece una placa para unirla también a la armada, Vi la rechaza. ¿Cómo podría unirse a la fuerza que mato a sus propios padres, aquellos que no recibieron un funeral más que el anonimato de los cadáveres de guerra? Pero, tras otro ataque terrorista por parte de su antiguo hogar, Vi reconoce que no hay otro camino. La hermana que alguna vez tuvo ya no puede ser recuperada.
Jinx, por su parte, encontraba un extraño afecto en su tercera figura paterna, a quien ella misma ejecutó. La vemos despedirse del cadáver de Silco en las mismas aguas con que este pareció bautizarla al entregarle el Shimmer en la primera temporada. Pero los finales son seguidos por nuevos comienzos, y el primero se forma en una alianza con su antigua rival y mano derecha de Silco, Sevika (Amirah Vann). Aún más metafórica es la aparición de Isha, una niña a la Jinx salva y quien ahora la sigue a sol y sombra. Tal y como Powder alguna vez lo hizo con Vi y con Silco.
Isha se vuelve un punto de inflexión en la batalla entre Vi, Jinx y Catylin. Por un lado, comprobamos que las hermanas no están luchando con el corazón, ya que si miramos con cuidado notaremos que Jinx no golpea con el puño o que Vi la atrapa en una caída, protegiéndola. Jinx habla de terminar con lo que queda de su familia, pero en lugar de poner sus fuerzas en acabar con su hermana se muestra agradecida de que ella sea quien le dé fin a su vida. Caitlyn es la única dispuesta a dar el golpe de gracia, pero cuando Jinx está en la mira de su rifle, Isha interfiere y la protege con su cuerpo. Así como sucedió con las hermanas en su infancia, es amenazada por una soldado del mundo de arriba, otra prueba de al circularidad del relato.
Caitlyn, consumida por el dolor y una falsa superioridad moral, ya había traicionado sus valores y estaba dispuesta a matar inocentes en su búsqueda de venganza. Usando la tecnología heredada de su madre, había envenenado la ventilación de Zaun y casi condenado a un pueblo para lograr su objetivo. Es un gesto que recuerda a un intercambio que tuvo con Ekko en la primera temporada, cuando este le dice que Piltover no ve a la gente de Zaun como a seres humanos. Caitlyn, en una conversación con Vi, ya había demostrado perder toda compasión por aquellos que viven bajo sus pies, denominando “animales” a los habitantes de Zaun.
Así como nada queda del idealismo de Jayce, quien alguna vez fue su mejor amigo y confidente, el odio y la violencia consumen a Cait ahora que Jinx escapó. Atacando a Vi, no solo traiciona el beso de amor que compartieron, sino que también le da la espalda a su antiguo yo.
El poder en las sombras
Otro de los grandes personajes femeninos que se consolidan en esta temporada es la madre de Mel, la indomable guerrera Ambessa. Poco habíamos visto del personaje, pero ahora descubrimos que no solo perdió un hijo en batalla, sino que los responsables parecen ser una organización llamada la Cábala de la Rosa Negra. Estos envían a una bruja a intentar matarla, pero si bien el plan falla, más tarde consiguen secuestrar a su hija.
Si bien aún no queda en claro cuál es el rol que la Rosa Negra juega ni porque se llevaron a Mel en lugar de asesinarla, es evidente que Ambessa llegó a Piltover con la intención de ganar poder sin ser percibida del todo. Aunque desconocemos su objetivo principal, en un flashback podemos ver que fue ella quien facilitó la entrada a los terroristas que atacaron por segunda vez durante el homenaje a los caídos del consejo.
Haciendo uso de esta catástrofe, manipula a las familias de mayor poder en el país para que la tragedia colectiva pase a segundo plano, apelando a personalizar el dolor usando nombres y apellidos para describir la pérdida. Esto la lleva a proponer a Caitlyn Kimmerman como nueva comandante de la armada, tomándola de la mano y ayudándola a ascender mientras la dirige con cada paso.
Casi un postcrédito
Cada uno de los episodios de este primer actor termina con una escena desarticulada del resto de la narración. Ahí nos encontramos con Singed (Brett Tucker), el alquimista que trabajaba para Silco. Siguiéndolo en la nieve, lo vemos entrar a una caverna en donde encuentra a una criatura lupina de dos cabezas conocida en el juego League of Legends como un Mirkwolf. Experimentando con la genética del animal de la misma forma en que lo había hecho con el Shimmer, observamos a las células transmutarse y regenerarse, mientras el enorme y peludo cadáver cuelga de cadenas en una terrorífica silueta.
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