En Romeo and Juliet (1597) de William Shakespeare, la tragedia del Bardo de Avon sobre los star-crossed lovers cuyas enemistadas familias sellan su destino irremisiblemente, el personaje de Rosaline, el interés romántico primigenio de Romeo, no se caracteriza por ser particularmente memorable. El porqué está a la vista: el lenguaje empleado por Shakespeare en los intercambios de la pareja central y la forma en la que trascendió generaciones hizo, en cierta forma, que todo lo que estuviera a su alrededor se difuminara. Así, Rosaline fue funcional a la madurez de Romeo más que un personaje que brillara con luz propia, la joven que no pudo corresponderlo y con quien el coprotagonista de la historia se ve envuelto en un idilio donde quedaba al descubierto su proceder bisoño, su inexperiencia.
Tras numerosas relecturas de Romeo and Juliet, este mes llegó a la plataforma de streaming Star+ una película que, ya desde su título, fija postura: se trata de un relato sobre Rosaline en la que Romeo y Julieta orbitan a su alrededor y no a la inversa. La premisa era atractiva a priori, y la comedia romántica de Karen Maine le supo hacer justicia con un guion afilado de una dupla infalible: Scott Neustadter y Michael H. Weber (500 Days of Summer, The Spectacular Now, The Fault in Our Stars, The Disaster Artist), quienes tomaron de base la novela When You Were Mine (2012) de Rebecca Serle.
Cuando lo anacrónico funciona
Rosaline abraza la tendencia de lo anacrónico, pero le suma otra capa. Su banda sonora incorpora canciones como “This Will Be (An Everlasting Love)”, “The Boy Is Mine” y “All By Myself” (que corona, por lejos, una de las mejores secuencias) y lo hace también apostando por lo instrumental, una decisión que marca el tono de un largometraje dinámico. Además de ponderar a Rosaline dándole el lugar central (y con una actriz de enorme rango como Kaitlyn Dever interpretándola), la propuesta de Maine también se reencuentra con la tragedia de Shakespeare desde el revisionismo.
Para una película como Rosaline, no hay figuras intocables y hasta el propio dramaturgo inglés puede ser sujeto de lecturas críticas que, en muchas ocasiones, dan en la tecla. En este punto, es Rosaline quien subraya la complejidad del entramado de esos enamorados, de ese plan en el que, como ella misma le advierte a Juliet, “pueden salir muchas cosas mal”. Luego, el guion de Neustadter y Weber suma una suerte de coda donde se refuerza este concepto y hay una mirada contrafáctica sobre el futuro de Romeo y Juliet, sobre su supuesta compatibilidad a prueba de balas (y de Montescos y Capuletos).
Si bien esas secuencias están muy bien logradas -a pesar de que Maine, realizadora de la serie Starstruck y coguionista de la gran película Obvious Child, no se arriesga demasiado visualmente, en oposición a un reciente largometraje también atravesado por los anacronismos como Catherine Called Birdy de Lena Dunham-, el fuerte de Rosaline reside en ese ecosistema que crean inconscientemente la protagonista y un pretendiente, Dario (Sean Teale). En este punto, el largometraje toma las convenciones clásicas de la screwball comedy y, dentro de esa encantadora predictibilidad, va gestando una relación mucho más atractiva que la de Rosaline con Romeo (Kyle Allen) y que la de Romeo con Juliet (Isabela Merced), prima de la protagonista.
El objetivo, claro, es exactamente ese: correr del plano a quienes siempre fueron las figuras centrales y arrojar luz sobre quienes facilitaron ese escape imaginario. Rosaline reescribe la historia con la autoconsciencia como su mejor aliada, con frases que no hacen más que machacar esa finalidad, como cuando Rosaline y Dario se preguntan si alcanzarán la inmortalidad por su accionar. La respuesta está implícita.
Asimismo, dentro de un elenco homogéneo con muy buenas intervenciones de Minnie Driver y Bradley Whitford, Dever se destaca con una interpretación de arrollador carisma. Luego de demostrar su capacidad para roles dramáticos en miniseries como Unbelievable (2019) de Netflix y Dopesick (2021) de Star+, la joven vuelve a la comedia, género en el que brilló con Booksmart (20019) de Olivia Wilde ,y lo hace llevándose todo a su paso. Si Rosaline es una película redonda, es porque Dever se la pone al hombro con un timing perfecto.
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