Con Prey (2022) Dan Tratchtenberg demostró que la saga Predator todavía tiene mucho por lo que dar pelea, así como también que el hecho de que ahora Disney este detrás de ella no compromete la brutalidad que la caracteriza.
Nos entregó una épica en donde una joven comanche debía enfrentarse a un Yautja, estos formidables guerreros intergalácticos, un éxito que que entendía todos los puntos por los cuales la original resonó tanto con el público. A la vez, plantó una decisión tan refrescante como osada al volverla un relato ambientado en el pasado.
Si bien los fans esperaban con ansias la próxima secuela, la cual veremos este Noviembre cuando se estrene Predator: Badlands (2025), en Octubre de 2024 fue revelado que el director estaba además trabajando en un proyecto secreto.
Fue finalmente este Abril en que, sorpresivamente, nos encontramos con el tráiler de un largometraje animado. A pesar de que es la primera incursión de Predator dentro de este medio, ese par de minutos prometieron una continuación tan sangrienta y llena de violencia a la par de las anteriores entregas. Y no nos equivocamos.

Finalmente estrenada el 6 de Junio, Predator: Killer of Killers (2025) no es solo otra gran capítulo de la historia, sino probablemente la mejor entrega desde la original de 1987.
Visualmente impactante y priorizando ante todo un relato lleno de drama y acción, Tratchtenberg además se da el gusto de rendirle homenaje a años de conceptos de películas que nunca llegaron a materializarse, llevando a la pantalla lo que durante décadas otros directores solo se animaron a soñar.
El escudo, la espada, y la bala
Escandinavia, es el año 841. Ursa (Lindsay LaVanchy), una guerrera vikinga, busca venganza contra el líder de una tribu Kryvich que cruelmente asesinó a su padre cuando ella era una niña.
El Japón de la Era Tokugawa, año 1629. Kenji (Louis Ozawa), el hijo de un poderoso samurai, regresa para combatir a su hermano luego de que este lo venciera cuando eran niños y ganara la posición como sucesor. 1942, Segunda Guerra Mundial.
Torres (Rick Gonzalez) es un joven mecánico que ansía surcar los cielos. Su sueño se cumple al costo de ser reclutado para combatir. Lejos de estar apto para la batalla, son los conocimientos que heredó de su padre lo que lo lleva a convertir lo que es casi un pedazo de chatarra en un avión apto para volar, así como de enfrentarse a una misteriosa amenaza.

Presentada casi como una antología, todo culmina cuando, a pesar de las barreras temporales, idiomáticas y culturales, estas historias se entrecruzan. Porque a pesar de las diferencias, este trio tiene similitudes que a la vez reflejan los ideales de la raza Yautja.
Ursa representa la ferocidad, Kenji la técnica y Torres la estrategia, cualidades que el guerrero ideal debe poseer. Al mismo tiempo, en cada uno de estos segmentos Trachtenberg hace honor a los géneros cinematográficos que identifican a cada personaje.
La historia de Ursa enfatiza la épica y el salvajismo de la batalla mientras que la de Kenji celebra la poética y elegancia de los relatos del Japón feudal. La historia de Torres, por otra parte, parece casi un coming of age en donde un joven encuentra su propio valor al enfrentar el caótico terror de la guerra.
Tomando ideas del pasado
Es evidente que la incursión de Trachtenberg dentro de la saga de Depredador lo llevó a dejar mucho más que un easter egg aquí o allá. La misma Prey se originó de ideas descartadas en secuelas previas, que debido a una falta de recursos y presupuesto condicionaron sus guiones.
Esto es algo que Stephen Hopkins, director de Predator 2 (1990), hizo saber en los audiocomentarios. Aparentemente, durante el rodaje una y otra vez se volvía a la discusión sobre qué sucedería si los Depredadores aparecieran en distintos momentos históricos del planeta Tierra.
Una de las propuestas más fuertes transcurría un invierno de la Segunda Guerra Mundial, cuando un regimiento estadounidense se aliaría con uno alemán para luchar contra estos extraterrestres en su búsqueda por un trofeo humano.

Esto fue el disparador de uno de los momentos más enigmáticos de Predator 2, cuando uno de los Yautjas le entrega al teniente Mike Harrigan (Danny Glover) una antigua pistola de chispa con la inscripción “Raphael Adolini 1751”.
Es un detalle que amplió enormemente el folclore de la saga, llevando a que Adolini finalmente aparezca en el comic Predator 1718 como un pirata que sucumbe con honor y se gana el respeto de la criatura.
En Prey vimos otra versión del personaje, mientras que Predator: Killer of Killers cerró aún más de los baches que conectan al arma y su legado con la película de Hopkins.
Si bien Robert Rodríguez revitalizó la franquicia con Predators (2010), el guion original que había escrito en los 90s era uno muy distinto. Este marcaría la vuelta de Dutch (Arnold Schwarzenegger), quien sería atrapado por un grupo de soldados humanos en armadura Yautja que, creyéndolo un desertor, lo llevarían al planeta-prisión Arkus 6.
Capturados ahí, se los llevarían a una especie de coliseo en donde enfrentarían a un joven grupo de Depredadores y otras aterradoras bestias. Está claro que Trachtenberg tomó notas de ahí, lo que podría darnos pistas de a dónde podrían apuntar el futuro de la saga. Si es que Arnold regresa algún día, hacerlo de forma animada sería una alternativa más que coherente.

Finalmente, no hay que menospreciar al visión de Vicenzo Natali, director famoso por la enigmática Cube (1997). En 2015 twitteó una serie de imágenes conceptuales para una reboot
Natali ni siquiera tenía un guion cuando intento venderle a los ejecutivos el proyecto, pero si ideas claras sobre cómo veríamos a los Yautia cazando humanos en su planeta natal, mostrando en una de sus imágenes a un samurai enfrentándose a las criaturas.
Animarse a lo nuevo
Luego de trabajar haciendo los efectos visuales de varias de las películas de Marvel, Star Wars o incluso series como House of the Dragon (2022-), Trachtenberg confío en el estudio The Third Floor Inc. para encargarse de los storyboards y el CGI de Prey.
Para nuestra suerte, fue al charlar con Josh Wassung, jefe del departamento artístico, en que le confío que ambicionaba con crear una película animada basada en la saga. Coincidentemente, el estudio comenzaba a formar su propio departamento de animación.

Si bien en la película se nota la mano de artistas como Steve Meyer, uno de los principales animadores de una joya como lo es Arcane (2021-2024), no deja de sorprender que esta sea el primer acercamiento de The Third Floor Inc. a este medio.
Porque si bien en varias secuencias la animación no logra total fluidez, la acción igualmente está lograda en creces. Hay una atención al detalle muy fina, adaptando la estilización visual relacionada con cada cultura representada así como la intención de que se note cada pincelada de sus creativos.
Planos épicos, diseños de los Depredadores que los hacen tan o más imponentes que en el live-action y demostraciones de vuelo que nada tiene que envidiarle a las mejores películas bélicas.
Cada escena aprovecha al máximo la falta de limitaciones con la que goza la animación, a la vez que demuestra la intención de hacer algo único y artístico.

A la película no le sobra ni un segundo en sus apenas 86 minutos de duración, contando una historia que si bien es muy redonda en gran parte de sus aspectos, deja igualmente unas cuantas aristas abiertas. Las suficientes como para que nos preguntemos si alguna se conectara con Predator: Badlands.
Esta séptima entrega de la saga contará la historia de Dek (Dimitrius Schuster-Koloamatangi), un joven Yautja que, marginado por su clan por su supuesta debilidad, encontrará una aliada en Thia (Elle Fanning), una androide creada por Weyland-Yutani.

Tomando la audaz jugada de hacer una película tan experimental, Trachenberg demostró una vez más tener la visión creativa que esta la franquicia desesperadamente necesitaba hace décadas.
Co-director de esta entrega junto a Wassung, la dupla nos ofrece una película que estéticamente logra ser de gran belleza, sin por eso desmerecer lo sangrienta que es y con la brutalidad que le rinde homenaje al resto de la saga.
Pero se destaca por como aprovecha el drama, lográndonos hacer conectar con sus personajes como pocas veces antes Predator lo había logrado. Su único error es uno que Disney ya había cometido antes. Porque resulta casi insultante que nos perdamos la oportunidad de ver semejante espectáculo visual en el cine.
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