Se entregaron los Martín Fierro de Cine y Series por primera vez en la historia de estos premios y la nota la dio la fuerte presencia de discursos políticos durante toda la ceremonia, como un reflejo de la defensa y reivindicación de la industria cinematográfica ante el ataque directo del gobierno libertario vía desfinanciamiento, desmantelamiento del INCAA y limitación de la ventana obligatoria en salas para las películas nacionales.
Hubo una necesidad férrea de expresar no solo la reivindicación del cine como política cultural y educativa sino también de la universidad pública, en medio del conflicto que persiste con el movimiento estudiantil a raíz del veto a la ley de financiamiento universitario. Para colmo, la película ganadora en la categoría Mejor Guion, Puan (2023), de María Alché y Benjamín Naishtat, es un reflejo de las complejidades y limitaciones de la vida en el mundo de la universidad pública.
Y así lo hicieron saber los propios directores, que le cedieron el micrófono a Ricardo Manetti, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, quien denunció:
“Nuestras universidades se encuentran en una situación crítica debido al ajuste presupuestario y al desfinanciamiento que está llevando a cabo este Gobierno. Quienes tienen la responsabilidad de las políticas públicas están queriendo hacer desaparecer la universidad pública”.
Pero ese rechazo al vaciamiento de las políticas culturales expresado por la inmensa mayoría de los artistas que subieron al escenario no fue más que la continuación de la saga de resistencia que había empezado ante el embate contra organismos y empresas estatales de los más diversos rubros y servicios como el Conicet, el INCAA, el INADI y los medios públicos, por mencionar sólo a algunos.
Esa línea discursiva, la de la defensa del cine, la cultura y la universidad pública, inundó la noche en la Usina del Arte, donde se hizo la premiación, y abrió entonces un debate sobre la “politización” de la ceremonia. No faltaron en redes sociales manifestaciones de artistas, influencers o pseudoperiodistas que criticaran la carga ideológica de los discursos, como si ambas cosas, la producción artística y la política, no viajaran por el mismo carril. Como si todo gesto o todo arte no fuera político. El cine es una cuestión moral, decía Godard.
En todo caso, la reacción conservadora a la arenga de los artistas en el debut de los Martín Fierro del Cine expuso a los que solo optan por la frivolidad y lo banal como un menú único, aun en momentos de contracción económica e incertidumbre como el actual. Pero si la batalla cultural que promueve la nueva corriente libertaria es una disputa a dar, entonces todos están (estamos) en condiciones de librarla donde sea. Y así va a seguir siendo en cada oportunidad que se presente.
Esa es la diversidad que supo destacar por los pasillos de la Usina del Arte, y con buen tino, el actor Leonardo Sbaraglia, al hacer referencia a la diferencia de posturas con otros exponentes de la comunidad artística como Guillermo Francella y Luis Brandoni, que se mantuvieron prescindentes de las arengas que bajaban desde el escenario. Francella, incluso, se llevó el galardón de oro por su protagónico en la serie El Encargado (2022).
Como sea, el reclamo mayoritario llevó incluso a que una artista como Mirtha Legrand pidiera por el sostenimiento del INCAA, la usina del cine que llevó Argentina al mundo. Desde el escenario, la diva arengó:
“En mi casa se amaba y se ama al cine argentino, de manera que tenemos que continuar haciendo películas. Si hay gente que recibió un crédito y no devolvió el dinero que correspondía, bueno, esa queda fuera. A esa gente no le damos más nada. Pero no se puede cerrar el INCAA porque el cine argentino es el cine más importante de habla hispana. Así que lo tenemos que mantener los argentinos. Hagamos fuerza. Va a continuar haciendo películas maravillosas, con premios”.
Test de calidad
Pero el embate contra el INCAA y la producción audiovisual tiene la particularidad de haber incluido una suerte de testeo de calidad y de buen desempeño, al ser moneda corriente en el funcionariado libertario el examen del número de espectadores y los temas tocados por las distintas producciones. Pero para eso también hubo una respuesta y la dio la reconocida actriz Graciela Borges cuando subió al escenario a recibir un premio por su trayectoria:
“No nos digan cómo tenemos que hacer cine. Sabemos hacer cine. Que no nos digan más cuántos espectadores tenemos que meter para ser buenos. No es algo en lo que pensemos siempre”.
Y en otro signo de los tiempos, la intérprete que supo ser musa de Leonardo Favio, Leopoldo Torre Nilson y Lucrecia Martel se vio en la necesidad de explicar lo obvio:
“Nadie quiere hacer una mala película, chicos. Eso es lo que no entienden los que no nos apoyan en el cine. Luchamos mucho por el cine. Garra, corazón y nervio, como dicen en el fútbol. Y no bajemos los brazos. Si no, no vamos a poder seguir haciendo esto, y el mundo está lleno de imágenes de cine argentino”.
El director Rodrigo Moreno, responsable de Los Delincuentes (2023), también saludó la arenga de sus pares de la comunidad artística. “Felicito a los compañeros de Puán que, además de ganar, usaron impecablemente la tribuna”, dijo después de la fiesta desde sus redes sociales. Y celebró con ironía que con su film lograron un “nada envidiable score de 0 premios sobre 11 nominaciones” en un certamen de cine “donde le dieron el de oro a Francella por actuar en una serie”. El humor ante todo.
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