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Mansión embrujada: Otro intento fallido por repetir el éxito de Piratas del Caribe

Las películas basadas en atracciones del parque se mantienen como una apuesta de Disney, pero parecen olvidarse por qué una sola funcionó.

por | Jul 28, 2023

Mansión embrujada: Otro intento fallido por repetir el éxito de Piratas del Caribe

“Basada en” se convirtió en uno de los textos más comunes que aparecen entre los créditos de las películas. Ya sea un juguete, un libro, cómic, o lo que sea, la industria cinematográfica se está consolidando a través de las propiedades intelectuales. Pero puede que uno de los casos más curiosos de estas leyendas sea cuando se lee: “basado en el juego de Walt Disney”. Y esto pasa en Mansión embrujada (2023), el último estreno de la casa del ratón que intentó capitalizar el tesoro que fue Piratas del Caribe.

Disney tiene una larga historia de adaptaciones de sus juegos y atracciones de los parques a la pantalla, muchas de ellas no son muy memorables. La idea de adaptar algo tan particular como una atracción de un parque de diversiones a una historia audiovisual atrapante y que funcione en lo argumentativo no es tarea fácil. Parecería prácticamente imposible, si no fuera porque en 2003 se estrenó en los cines la excepción, aunque esto también los condenó a perseguir para siempre algo casi irreproducible.

La Maldición de los Piratas

El estreno de Piratas del Caribe: la maldición del Perla Negra marcó un antes y un después para este tipo de adaptaciones. Ya habían existido La torre del terror (1997) y La gran aventura de Beary (2002), basadas en diferentes atracciones del parque. Ninguna de ellas pasó por el cine, y para 2003, Disney tenía preparadas dos adaptaciones salidas de sus parques.

La primera en llegar a las salas fue la protagonizada por el pirata más memorable de la cultura pop. En junio de ese año, el mundo conoció a Jack Sparrow (interpretado por Johnny Depp) y ya no había marcha atrás. La película recaudó más de 650 millones de dólares en taquilla y no tardaron en anunciar que desarrollarían una serie de filmes. 

El otro estreno de 2003 fue La mansión embrujada, la primera adaptación de la atracción, que estaba protagonizada por Eddie Murphy y que, si bien fue un desastre con la crítica, logró duplicar su presupuesto, y se convirtió en un éxito comercial, recaudando más de 180 millones de dólares.

Eddie Murphy en la primera película de La mansión embrujada (2003)

Pero las señales eran claras: lo que el público quería eran más películas como Piratas del Caribe: no era por los nombres en particular, ni porque la atracción que estaban adaptando era más popular que las demás, sino por el simple hecho de que la historia era interesante.

¿Qué es esto, lo puedo estirar?

Con el éxito conseguido por la saga de Piratas del Caribe, la energía del estudio parecía estar más enfocada en lograr una buena saga, más que en crear nuevas adaptaciones con las que no tenían garantizada la efectividad. 

Así, entre 2003 y 2007 sacaron tres de las películas de aventura más entretenidas de Disney. El Jack Sparrow de Johnny Depp cambió por completo cómo se veía a los piratas, pero por sobre todas las cosas a cómo se perciben en la cultura pop. Su caminar siempre danzante, que puede que sea un poco porque es su forma de ser, otro poco por su amor al ron. La forma en la que hablaba y gesticulaba con las manos. Todo se sumaba a este imaginario popular de lo que era un pirata. Es difícil, incluso hoy, pensar en uno y que la primera imagen que se venga a la cabeza no sea la del sombrero de tres puntas sobre el pañuelo bordó, las rastas y los ojos delineados de Sparrow.

Pero más allá del trabajo de Depp en la saga, las primeras tres entregas también estuvieron marcadas por la historia de amor de Will, interpretado por Orlando Bloom, y Elizabeth, encarnada por Keira Knightley. Su historia era el motor que impulsaba la trilogía. Siempre estaban las historias de fantasmas, maldiciones y batallas épicas para brindar emoción; pero el núcleo estaba allí, en dos personas que se amaban. 

Es ahí en dónde, en mi humilde opinión, erró Disney en su lectura. Sí, Jack es todo eso, pero una película que lo tenía solo a él, sin sus dos compañeros de aventura y dos tercios de lo que había hecho interesante la saga, ya no era lo mismo.

En 2007 se estrenó Piratas del Caribe: En el fin del mundo, la última entrega que contó con todo el elenco principal y original. Un cierre digno para una de las trilogías más ambiciosas que habían salido en esa década y que había logrado conquistar, no solo a la taquilla, sino también a la crítica. 

Ese podría haber sido el final, de hecho debería haberlo sido. Pero el ratón no estaba dispuesto a dejar ir una franquicia que podía darle más ingresos y tomaron una decisión: seguir con la saga sin dos de sus protagonistas, volcar todo el peso emocional en el personaje de Jack y esperar lo mejor.

Navegando en aguas misteriosas (y sin brújula)

En 2011 empezó la decadencia de Piratas del Caribe, con una entrega en la que el tono del pirata protagonista ya era más cercano a una burla de sí mismo, y en dónde la historia, si bien compartía el rasgo de fantasía y leyenda de los siete mares que estaba muy presente en la trilogía, parecía mucho más exagerada, y menos efectiva.

La película rindió bien en taquilla, pero no en la misma proporción en que lo habían hecho las demás. La maldición del Perla Negra recaudó más de 650 millones, y contó con un presupuesto de 140. En Piratas del Caribe: navegando en aguas misteriosas, el presupuesto fue de poco más de 400 millones, y recaudó menos de 1100 millones. Además, fue una caída estrepitosa en la valoración de los críticos en comparación a las entregas anteriores. 

Era otra época, había pasado menos de una década desde la primera película de la saga, pero el entretenimiento que se buscaba era distinto. Es alrededor de estos años en los que los superhéroes se consolidaron como la propiedad intelectual más valiosa para capitalizar. Los estudios, particularmente Disney, apuntaban a esto.

La idea de una adaptación de un juego en un parque de diversiones ya no parecía tan atractiva, y sin embargo, seguían buscando ese nivel de éxito, de reconocimiento, que habían obtenido en 2003. Dejaron pasar los años, y cuando nadie pedía una quinta entrega, estrenaron Piratas del Caribe: La venganza de Salazar, en 2017. 

¿Funcionó en la taquilla mundial? Sí, lo esperable, no fue un éxito rotundo pero no perdieron dinero. ¿Sumó algo al legado de la saga o dejó alguna trama memorable? No, no lo hizo. Disney seguía aferrándose a las propiedades intelectuales registradas y quería exprimir cada centavo, aún si eso significaba arruinar una historia. 

Javier Bardem fue el villano titular en Piratas del Caribe: la venganza de Salazar.

Persiguiendo un espejismo

Las películas de parques de diversiones no murieron con Piratas del Caribe, para nada. En 2015 estrenaron Tomorrowland, que fue un fracaso tanto en taquilla como con la crítica. En 2021 llamaron a Dwayne “The Rock” Johnson y Emily Blunt para protagonizar la adaptación de la atracción Jungle Cruise, pero esa también tuvo el mismo destino.

Es acá en donde se nota la diferencia primordial entre las primeras entregas de los piratas, y las últimas adaptaciones. No hay una historia que contar, no hay corazón, no hay un guion interesante o entretenido. Las atracciones están basadas en conceptos, de ahí uno puede hacer lo que quiera en cuanto a la historia. Además, es mínimo el porcentaje de personas que verán estas cintas y que habrán recorrido los parques de Disney

Para la mayoría de nosotros, esa no es la realidad, entonces importa poco y nada qué tanto refleje la atracción, lo que queremos ver es una buena película, y ninguno de estos ejemplos es eso. Esto es lo que pasa con la última adaptación de Mansión embrujada.

Una actuación brillante no salva un naufragio

Más de un ejecutivo de estudios de alto rango ha reconocido que el futuro de sus lanzamientos está en las propiedades intelectuales registradas, en seguir alimentando sus engranajes con conceptos que ya les pertenecen, y mantenerlos a su nombre por más tiempo.

Así evitan arriesgarse en ideas originales y van por algo que ya tienen. El problema es que cuando el foco está puesto en el nombre y solo eso, se pierde de vista la historia, esta pasa casi a un plano secundario. Ya no es relevante qué se cuenta y cómo se cuenta, simplemente es arriesgar lo menos posible y listo.

Esto es exactamente lo que pasa con el último estreno de Disney, que adapta la atracción de Haunted Mansion. Una remake de la película con Eddie Murphy que no tiene mucho para decir y que -a pesar de su presupuesto de casi 158 millones de dólares- tiene efectos visuales que parecerían viejos hace una década. 

El estudio del ratón persigue el éxito que obtuvo con Piratas del Caribe, pero parece haber perdido el mapa. En lugar de apostar por una aventura, por una película memorable y entretenida, con corazón y algo para decir; buscó nombres conocidos, los puso en un set que no requería mucha imaginación, una trama casi inexistente, y parece que ni siquiera se le dio una sola indicación a los actores acerca del tono que estaban buscando.

El nominado al Óscar Lakeith Stanfield es el protagonista y lo da todo en una cinta que no le hace honor a su esfuerzo. Los únicos momentos en los que algo funciona es cuando la cámara está puesta en él, y puede desplegar sus recursos actorales y poner la piel de gallina en una película que no le genera nada más al espectador durante sus casi dos horas de duración.

Menos puede ser más

Es entendible que un estudio quiera repetir el éxito obtenido por una idea en particular. Adaptarla, convertirla, intentar reproducirla todas las veces que sea posible. Pero la realidad es que cuando de adaptaciones de atracciones se trata, solo funcionó una vez, y poco tuvo que ver con el juego.

Davy Jones (Bill Nighy), un villano de 2006 que se ve mejor que los de hoy.

La época, la calidad del guion, de producción, las actuaciones; un cúmulo de decisiones acertadas hicieron que Piratas del Caribe -al menos las primeras tres entregas- se convierta en una de las sagas más queridas que Disney produjo en este milenio. Pero puede que este acontecimiento haya sido único, los números ciertamente lo muestran así. 

Quizás, en lugar de intentar repetir la fórmula a ciegas, deberían entender qué fue lo que atrajo a la audiencia, y enfocarse en eso. Pero en una época en la que vale más el rédito económico de los estudios que valorar el trabajo de los que hicieron posible esas películas, pedir esto es demasiado.

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