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Killers of the Flower Moon: La épica de Scorsese que junta a sus dos estrellas

El director neoyorquino estrena a sus 80 años una película extensa y cargada de reflexiones sobre la sociedad norteamericana y sobre su propia carrera.

por | Nov 1, 2023

Que Martin Scorsese estrene una nueva película en cines a sus 80 años ya es evento suficiente como para conmover a la comunidad cinéfila, pero cuando además esa película se trata de una épica gigante que, como muchos lo han puesto, puede que sea la película más importante de esta etapa de su carrera, el evento es aún más emocionante.

UN POCO DE CONTEXTO

Después de haber estrenado su anterior película bajo la producción y método de distribución de Netflix The Irishman (2019) pudo verse en muy pocas salas alrededor del mundo antes de llegar a la plataforma-, Martin Scorsese migró a otro servicio de streaming para adaptar una historia que lo tuvo obsesionado los últimos años.

Killers of the Flower Moon (2023) es producida con los millones de Apple TV Plus que, a diferencia de Netflix, adopta un método de estreno más tradicional para sus películas más grandes. Es decir, otorgándoles ventanas de exhibición en cines antes de que desembarquen en el streaming. Esta es, hasta la fecha, la película más costosa producida por el servicio de la manzanita, y en apenas unas semanas tendremos también en las salas a Napoleón, dirigida por nada menos que Ridley Scott. Otra de las apuestas fuertes del año producida por la plataforma de cara a la temporada de premios.

La nueva de Scorsese es una película enorme en todos los aspectos de la palabra. Hace bastante se viene hablando de su duración, que es cierto, es una película muy extensa. Pero cada uno de sus 206 minutos está ahí por algo. Es una película que se construye instante a instante, escena a escena. Scorsese cuenta esta historia con un ritmo alejado del frenetismo de películas como The Wolf of Wall Street (2013) para acercarse más a la infravalorada Silence (2016). 

Origen y destino

La película está basada en el libro de David Grann publicado el 2017 que, además de detallar los crueles asesinatos de la comunidad Osage a comienzos del siglo XX, también se enfoca bastante en el nacimiento del FBI, ya que estos crímenes fueron los primeros casos de gran relevancia para el buró de Hoover. De hecho, la película que podemos ver hoy en cines es el resultado de una reescritura completa del guion, ya que en principio iba a tener una estructura más cercana al material original, con el personaje de Tom White interpretado por Jesse Plemons, en el centro de la historia.

Pero según contó Martin Scorsese durante la promoción del film -que hizo por su cuenta ya que los actores siguen en huelga– fue Leonardo DiCaprio, que en principio iba a interpretar al agente del FBI, quien le sugirió virar el foco hacia Ernst, Mollie y su familia. “Ese tiene que ser el corazón de la película”, dijo su actor fetiche y lo convenció. Así fue que el guion se reescribió y Leo pasó a interpretar a Ernst Burkhart, ahora en un rol más protagónico.

Mollie Burkhart, interpretada de manera brillante y conmovedora por Lily Gladstone -quien seguro se llevará más de un premio- es el centro emocional de la película, lo que resulta inusual en un director cuyos protagonistas son en su gran mayoría hombres. Scorsese nos pinta el fresco de la comunidad Osage de Oklahoma con un magnífico prólogo que recrea fotografías de los nativos posando con sus lujos, joyas y pieles junto a sus choferes blancos.

Los Osage llegaron a ser los más ricos de Estados Unidos gracias al petróleo que encontraron en sus tierras. Obviamente, sabemos que esto no va a terminar bien en una sociedad como la norteamericana. Pero es a través de Mollie, su familia y su relación con Ernst como vamos a conocerlos realmente.

Los COLABORADORES DE SIEMPRE

Rodrigo Prieto, quien ha sido el director de fotografía de Martin Scorsese desde The Wolf of Wall Street, ha tenido un gran año ya que además de fotografiar esta película, también estuvo detrás de cámaras en Barbie (2023), el éxito taquillero del año.

Las imágenes que logra acá son impresionantes, retratando llanuras inmensas de Oklahoma o interiores llenos de sombras y contrastes. Algunos planos creo que quedarán grabados en mi memoria por mucho tiempo, como los Osage bailando en el petróleo o las siluetas en el fuego del incendio autoprovocado por William Hale.

Además de la imagen, el trabajo de sonido de esta película también es digno de destacar. Es una película que aprovecha mucho los silencios, los momentos sin diálogos para resaltar los sonidos del ambiente, de la naturaleza. Una de las escenas más bellas de la película sucede dentro de la casa de Mollie, en el comedor sentada junto a Ernst en su primera “cita”.

Se trata de la escena de la que sale esa primera imagen que circuló por meses en redes sociales y que a esta altura casi que se convirtió en un meme. Debo decir que verla en su contexto tiene una magia especial, un momento donde se pide silencio y respeto para escuchar la lluvia.

La música también tiene un lugar preponderante durante los 200 minutos de Killers of the Flower Moon, y las guitarras compuestas por Robbie Robertson se escuchan prácticamente de manera constante en el fondo, añadiendo clima y tensión. Robertson es otro de los colaboradores habituales de Scorsese y éste es su último trabajo, ya que lamentablemente falleció en agosto de este año a sus ochenta años.

No quiero dejar de mencionar a la increíble Thelma Schoonmaker, cuyo trabajo está instrínsecamente relacionado con la calidad de las películas de Scorsese. Acá vuelve a deslumbrar con la precisión de un montaje que mantiene el ritmo adecuado para esta historia y que maneja los tiempos de forma magistral para que, a pesar de la complejidad y la cantidad de personajes, la historia fluya.

LA VIOLENCIA Y EL MAL COMO TEMÁTICAS

A través de su filmografía, Scorsese ha reflejado la violencia, la corrupción y los pecados de la humanidad, si queremos llevarlo a un terreno religioso, muchísimas veces. Goodfellas (1990) -probablemente de sus obras más recordadas- es la película de gángsters definitiva, pero creo que nunca había mostrado la maldad tan fríamente como en Killers of the Flower Moon.

En esta película la violencia no es “canchera”, no está musicalizada con rock ni hay personajes como Henry Hill o Jordan Belfort que, a pesar de que quedaba claro que no eran buenas personas, estaban mostradas con cierto encanto y carisma. Acá la maldad es desgarradora.

Las muertes son filmadas -y habladas- crudamente y con una mundanidad que da escalofríos. Wiliam King Hale, interpretado magistralmente por Robert De Niro, es el mal. Sin vueltas. Es la traición, la corrupción, la mentira y todos los pecados que se puedan nombrar, para seguir poniéndolo en términos de religión.

Pero lo más oscuro de todo es que las sociedades (la norteamericana, pero también la nuestra y muchísimas otras) están construidas con “Hales” en el poder, y Scorsese no podía haberlo mostrado más claramente. Hale es poderoso y adorado por una comunidad a la que está asesinando por detrás, y como dice casi sobre el final, “de eso se van a olvidar”. Inaugura academias de danza y ofrece recompensas monetarias por los crímenes que él mismo comete, es de un cinismo absoluto.

Ernst Burkhart, su sobrino, es probablemente uno de los personajes más complejos que Leonardo DiCaprio ha interpretado para Scorsese. Creo que pueden darse varias lecturas sobre sus actos y motivaciones, y sobre lo que finalmente nos quiere decir Scorsese poniendo un personaje así junto a Mollie.

En la primera escena de muchas que comparte con De Niro (cada una es una delicia absoluta) nos queda claro que este chico no tiene todas las luces. Su tío también lo sabe y no tarda más de unos segundos en empezar a manipularlo hasta conseguir que se case con Mollie y usarlo para cometer la traición más atroz imaginable.

Pero ¿Ernst la quiere realmente? ¿Es maldad si está siendo manipulado por un hombre mucho más inteligente y astuto que él? Si no hacemos nada para detener la maldad, ¿somos inocentes o cómplices de lo que pasa a nuestro alrededor? Estas preguntas se plantean durante toda la película y creo que en su mayoría son contestadas eventualmente. Y resulta fascinante que haya un personaje así al frente de esta película, tan complejo, imperfecto y a años luz de la astucia de los Jordan Belfort o los Howard Hughes.

Como mencioné anteriormente, la parte policial de la historia que involucra a los agentes del FBI ocupa solo la última hora de la película. No todos pueden darse el lujo de tener actores como Jesse Plemons, John Lithgow o Brendan Fraser y usarlos solo en un tercio de su película, y algunos solamente en un par de escenas. Pero estamos hablando de uno de los directores más grandes e importantes de la historia.

UN FINAL PERFECTO

Párrafo aparte para el final de esta película, del cual quiero evitar decir cosas muy específicas porque no me gustaría arruinárselo a nadie. No me refiero a la resolución de la historia, sino a la especie de epílogo que Scorsese decide colocar en los últimos minutos. Estamos acostumbrados a ver biopics y sabemos que en el final es muy común ver texto sobre la pantalla que nos cuenta el destino de cada persona real que inspiró a los personajes que acabamos de ver.

Acá no. Acá hay algo mucho más creativo que al principio descoloca al espectador, pero de a poco uno va comprendiendo la profundidad de lo que el director está intentando decir. Creo que algo así solo puede salir de la cabeza de alguien tan sabio como Scorsese, que con 80 años y más de 25 películas aún reflexiona y piensa el cine. Se pregunta sobre su lugar en la historia como artista y contador de historias, y también sobre el nuestro como amantes de este arte que es bello, importante, pero también imperfecto y -la mayoría de las veces- insuficiente para hacer justicia a las personas reales que inspiran las historias. 

Para cerrar, retomo la cuestión religiosa porque es relevante para Martin Scorsese, alguien que tuvo crianza católica y eso atravesó su filmografía de forma muy marcada. A veces tocando esos temas de manera explícita y otras de manera implícita. Con esta película y este epílogo a esta altura de su carrera y de su vida, es inevitable pensar que está asumiendo cierta culpa, haciéndose cargo de la sociedad de la que es parte y de su rol como cineasta en ella. Un gesto enorme y humilde que solo eleva su arte.

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