Sobre el final de la primera temporada de Abbott Elementary (2021-), la protagonista Janine Teagues (Quinta Brunson, creadora y guionista de la sitcom ganadora del Emmy) se encontraba ante una encrucijada, a priori, imposible de resolver. Debido a su personalidad constantemente optimista, la joven maestra no es buena con los imprevistos y, por más que intente encontrarles un aspecto positivo, muchas veces las sorpresas son esencialmente disruptivas y no hay margen para la construcción.
Ante esta realidad se choca cuando su pareja, Tariq (Zack Fox), le propone mudarse a Nueva York para que él pueda despegar en la escena musical. Janine acepta, pero se la nota dubitativa. Janine acepta, pero porque está acostumbrada a dejar que su novio tome la batuta de la relación y desestime sus sentimientos e inquietudes.
Nuevos aires para Janine
Sin embargo, ese espacio que tanto ama, ese colegio de Filadelfia por el que se desvive, sumado a las relaciones con sus colegas, terminan haciendo contrapeso y la ubican en un lugar diferente. Janine responde por primera vez a sus deseos y no solo rompe un patrón (con todo lo que esto conlleva para su manera de vincularse) sino que también se despide de una persona que era mucho más que una pareja de años. Tariq simbolizaba la zona de confort, el lugar seguro, la tranquilidad de que, más allá de los problemas con los que se enfrentaba en Abbott, ella siempre iba a regresar a un espacio conocido.
La metamorfosis de Janine es el arco narrativo más interesante de todos los que abordó la ficción de Brunson en su primera temporada porque, en cierto modo, funcionaba como un paso previo a lo que sucede en su segunda entrega, de la cual ya se pueden ver once episodios por la plataforma de streaming, Star+. El punto neurálgico de la sitcom se expande y ya no es solo Janine quien empieza a transformar su cotidianidad gracias a ese colegio: todos los maestros deberán equilibrar lo que sucede fuera del aula con lo que acontece allí dentro diariamente.
El peso de la familia
El punto de partida de Abbott Elementary fue la propia experiencia de su showrunner, quien, al observar a su madre, Norma Jean, dar clases en una escuela pública, se inspiró para escribir su exitosa serie. La comedia es el género que motoriza la creación de Brunson, pero hay un perfecto equilibrio entre referencias a la cultura popular, chistes que parecen ingenuos y están lejos de serlo con el componente cursi ineludible y un trasfondo dramático vinculado a las dinámicas familiares y a la imposibilidad de tener una vida por fuera de un trabajo que consume por exigencias que siempre provienen del querer mejorar la educación de los alumnos.
En uno de sus primeros episodios de este regreso, Abbott Elementary nos presenta a la hermana de la temeraria Melissa (Lisa Ann Walter), y queda al descubierto cómo los reproches de un pasado no pisado repercuten en el presente. Lo mismo sucede cuando se entrecruzan los universos de Barbara (Sheryl Lee Ralph, siempre brillante y en camino a otro Emmy), esa leyenda del colegio, y Gregory (Tyler James Williams), quien está en pareja con la hija de esa figura tan respetada en el lugar en el que trabaja.
Brunson abre el abanico y todos sus protagonistas tienen un lucimiento mayor que en la primera temporada, sobre todo cuando los vemos interactuar en sus casas, bares y fiestas. Hay mundo por fuera del trabajo que la serie explora con algo de melancolía cuando Janine advierte cómo no tiene amigos por lo dependiente que se había vuelto de su exnovio y por su naturaleza workaholic.
El fantasma de las peleas con su madre y hermana también sobrevuela a la ficción en esta vuelta que prepara el terreno para las incorporaciones de Taraji P. Henson y la revelación de The Bear (2022-), Ayo Edebiri. Por otro lado, la tensión romántica entre Janine y Gregory va in crescendo y, en este punto, es inevitable no trazar paralelismos con la evolución del vínculo entre Pam (Jenna Fischer) y Jim (John Krasinski) en The Office (2005-2013).
De todas maneras, Abbott Elementary ya demostró con creces que puede sostenerse por sí misma, que sus influencias son empleadas para la creación de un microcosmos autónomo en el que esos docentes nunca dejan que sus conflictos personales atenten contra la necesidad de ayudar a alumnos que, en más de una ocasión, sufren en carne propia las limitaciones del sistema educativo.
Por fuera de estos logros, el único aspecto en el que la sitcom trastabilla es en la subtrama de Ava (la gran Janelle James), la directora de la escuela que en la primera temporada tuvo una narrativa con mayores matices, a diferencia de esta vuelta en la que solo aparece para decir sus hilarantes one-liners cuando, por el talento de James y su peso dentro de la ficción, el personaje merece mucho más de lo que viene recibiendo hasta el momento.
