“No había suficiente sexo,” explicaba Pedro Almodóvar cuando se le preguntaba por qué rechazó dirigir Brokeback Mountain (2005), el romance prohibido entre dos cowboys que eventualmente termina en tragedia. Dieciocho años más tarde, su cortometraje Extraña Forma de Vida (2023) dialoga directamente con la película de Ang Lee, respondiendo a la pregunta que Jack (Jake Gyllenhaal) le hacía a Ennis (Heart Ledger):
“¿Qué tal si tuviéramos un rancho en algún lado?”
Tal como lo dice en su nombre, Bitter Creek es un pueblo que desde un comienzo notamos que esconde algunas amarguras. Quizá sea por cómo nos recibe la melancólica voz del brasilero Caetano Veloso lo que nos da esa sensación, cantando aquel fado de Amália Rodrigues que comparte su título con el corto. Es un peculiar pastiche multicultural. Al fin y al cabo, este es un director español contando una historia en donde un latino tiene su destino marcado por su amor hacia un sheriff gringo, usando así uno de los símbolos más clásicos de la masculinidad estadounidense: el cowboy.
Una cuestión de piel
Estrenado originalmente en la Sección Oficial del Festival de Cine de Cannes 2023, hay algo que queda en claro desde su comienzo mismo, ya que sin duda hace honor al nombre de la productora del director manchego: El Deseo. El erotismo es protagonista y está presente de comienzo a fin, pero la seducción poco depende de la desnudez. La encontramos en una simple mirada, en la forma y lugar en donde se posa la cámara o en la crudeza y dulzura de los diálogos. Eso sí, fans del chico mimado de la internet, Pedro Pascal, a no desesperar. No falta el plano del trasero del actor chileno. Por supuesto, está lejos de ser simple fanservice.
Pensar en los western en general, forma en nuestra mente imágenes pintadas con paletas arraigadas en la tierra, colores desgastados y sucios. Extraña forma de vida mantiene esta norma, pero dentro de estas pautas tan clásicas interrumpe un verde saturado, la campera de Silva (Pascal), convirtiéndolo en el cowboy más chic del Oeste. ¿Cómo no serlo, cuando la película es producida por una marca como Saint Laurent? El color aparece bastante medido, pero irrumpe al igual que lo hace este visitante, ganando terreno en esos detalles anclados a la iconografía mexicana que más tarde lo acompañan.
Más atado a la tradición, está Jack (Ethan Hawke), tanto en sus vestiduras como en su forma de ver al mundo. Pero la pasión entre ambos es algo que jamás se niega, al contrario, se convierte en punto central de la historia. Se celebra en sus varias formas, desde el sentido de justicia, la ira o el amor más profundo. Quizá no explore esa neurosis tan característica de películas como Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios (1988) o Kika (1993), aquellas que eran más homogéneas y marcaron esa autoría tan característica del director manchego.
Esta etapa de su filmografía parece estar abriendo puertas a nuevas búsquedas. Se nota en Dolor y Gloria (2019) y ese carácter autobiográfico que tiene. O en Madre Paralelas (2021) y cómo marca firmemente su postura política. Pero también en el formato, una vez más apelando al cortometraje como lo hizo en aquel protagonizado por Tilda Swinton: The Human Voice (2020), en su primera incursión al cine angloparlante.
Tomar del pasado para seguir adelante
Es así como ese dramatismo telenovelesco del que tanto gusta Almodóvar, es aquello en lo que se enfoca, como si el nudo de la historia fuese lo único que captó su interés. Reduce la forma en que usa el color, el tiempo y el guion hacia los elementos más fundamentales, pero sin dejar de resultar reconocible en su meticulosa fotografía o las grandes actuaciones que saca de sus actores. Es un paso al costado, pero no del todo alejado de esas películas tan kitsch de hace décadas atrás, coloridas y cargadas. Los cortometrajes parecen ser el lienzo donde el español explora su hacer de la forma más minimalista.
Al igual que Silva y Jack rememoran el pasado mientras enfrentan ese “tal vez” silencioso, Almodóvar parece mirar sobre su hombro y hacia atrás. Es la silenciosa pregunta de qué es lo que podría haber sido aquella historia de amor entre dos cowboys que no quiso contar en su momento, negándose a que su visión fuera censurada por Hollywood. No hay que olvidar que el cine comercial de esa época consideraba a las historias queer una rareza que debía limitarse a relatos llenos de desdicha, a villanos desviados o en donde el erotismo debía ser medido para no espantar a una audiencia heterosexual.
Quizás fue la necesidad de sacarse un mal sabor de boca. O simplemente el querer retomar ese coqueteo fugaz, que nos deja la duda de si aquel amante que dejamos ir en otra vida podría haberse convertido en algo mucho más profundo. No sabemos cuál fue la razón por la que Almodóvar decidió voltear para reencontrarse con aquellos vaqueros que no llegaron a apostar por ese intenso romance. Pero en este corto encontramos la conmovedora respuesta a esa pregunta que esperó dieciocho largos años. Extraña Forma de Vida puede que sea algo imperfecta y seductoramente inusual, pero es todo lo que debe ser. Como un amor que sobrevive al paso del tiempo.
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