Pete Davidson era uno de esos comediantes que solo aparecían muy cada tanto en Saturday Night Live (1975-). Era parte del elenco regular, pero no le daban mucho espacio. Tenía sus momentos en el segmento de Weekly Update y eso era todo, nunca llegaba a demostrar si era realmente gracioso o siquiera buen actor, porque en su momento, hacía de él mismo. La farándula le dio otra relevancia en la escena del entretenimiento, pero para muchos, realmente lo conocimos en The King of Staten Island (2020).
La película, que ya está en el catálogo de Netflix, cuenta la historia de Scott, un pibe de 24 años que sueña con ser tatuador, aunque no hace mucho al respecto. Su hermana se va a la universidad, y ver cómo toda la esperanza de la familia es depositada en ella -en contraposición a la sensación de cansancio que le transmite cada persona a la hora de hablar con él- lo destroza, pero hace todo lo posible por no demostrarlo.
Escribir desde la experiencia
Judd Apatow es el responsable de esta cinta, sin embargo lo que llamó la atención desde la primera noticia de esta producción, fue que el guion no solo sería escrito por el cineasta, sino también por Pete Davidson, su protagonista. Es que The King of Staten Island está inspirada en la vida del propio comediante, y en ella volcó muchos de sus fantasmas; se mostró por completo de una manera que no es usual en muchos artistas.
Describiendo estas cosas así, puede sonar como un drama, una historia compungida sobre un chico con traumas. Pero en realidad es una comedia con un corazón enorme, que no teme en mostrar las partes más crudas y difíciles de tener que convivir con el trauma y el luto, y lo que puede estar del otro lado de la aceptación.
En la primera escena, Scott (Pete Davidson) maneja en la autopista y, por un segundo, pierde noción de en dónde está, o quizás realmente quiere no pisar el freno. Así conocemos al personaje, que -cuando pega el volantazo y se da cuenta de lo que podría haber pasado- pide perdón una y otra vez, por más que va con la ventanilla cerrada y no hay nadie más en el auto.
Desde el principio sabemos cómo es: descuidado, hasta desconsiderado, porque si no frenaba, no iba a ser el único afectado: la autopista estaba llena. Al mismo tiempo, es consciente de sus acciones, sabe lo que pesan y se siente mal por eso.
Acá está la esencia de Scott, él se siente mal todo el tiempo: por ser un peso para su madre, una decepción para su hermana, por tener que vivir con la figura inalcanzable de su padre, y sentir que nunca va a estar a la altura. Aunque intenta olvidarse de todos estos sentimientos a través de varios mecanismos de supervivencia no tan convencionales.
Sin salida a la vista
“¿Ustedes todavía sienten que les pega?”, les pregunta Scott a sus amigos mientras están en un sótano jugando al Mortal Kombat y se pasan un porro. Para él, el efecto de la droga ya no llega, siente que siempre es así.
Es una manera de escapar, porque esta escena transcurre inmediatamente después de que se prueba los trajes de su papá para ver si alguno le puede quedar bien para la fiesta de graduación de Grace (Maude Apatow), su hermana.
El guion no es obvio en ningún momento, no es explícito. El dolor de Scott, y su dificultad para lidiar con sus emociones no están subrayadas en ningún momento, sino que se van presentando a lo largo de la película no solo de manera orgánica, sino que sin dramatizarlas. No se le agrega peso a la tragedia, porque para entenderla como tal no es necesario el melodrama, y acá es en dónde se siente el peso de Davidson en la historia.
Realidad que supera la ficción
Cuando Pete tenía 7 años, su papá Scott Davidson falleció en el atentado a las Torres Gemelas. Era bombero y la mañana del ataque llegó con su unidad al hotel Marriott World Trade Center y, junto con otros cientos de bomberos de Nueva York, ayudaron a evacuar a los trabajadores y huéspedes. Una de las torres colapsó sobre el edificio y todos los que seguían adentro murieron.
El padre de Scott, el personaje que interpreta Pete en la película, también muere cuándo él tiene 7 años, mientras trabajaba en un hotel que se estaba incendiando.
Toda esta cinta es un homenaje a su padre, pero puesto en sus palabras, en su experiencia. Porque él no llegó a conocerlo, los recuerdos que tiene son pocos, después lo único que le quedó fueron las historias que otros le contaron. Historias que siempre estaban atravesadas por el dolor de la pérdida y en donde se lo despojaba de toda su humanidad para ponerlo en el lugar de héroe.
Sin rumbo fijo
Scott quiere ser tatuador, aunque ya no le quedan personas en las que practicar. A Margie (Marisa Tomei), su mamá, ya le hizo uno que no salió nada bien, sus amigos son lienzos andantes de un trabajo inconsistente y, como poco, extraño. Además, su aspiración no parece llevarlo más allá del punto de fantasear. Cuando busca trabajo en un estudio de tatuajes se encuentra con un ambiente horrible y eso es todo. Y a esto parece llegar todo en su vida: ideas y no mucho más que eso.
Su mamá intenta lo mejor que puede, pero no sabe qué hacer, su hermana ya no vive en la casa y no puede parar de preocuparse por él. Y toda su energía parece agotarse en el nuevo novio de la madre, que -como es bombero y se conocieron de una manera bastante particular- a él no le gusta nada.
El corazón por sobre todas las cosas
The King of Staten Island es una historia sobre el dolor, sí, pero también es una historia sobre el crecimiento y cómo muchas veces este está del otro lado de momentos difíciles. Para Scott, las cosas cambian cuando ya no tiene a dónde ir, cuando sus opciones parecen achicarse, y ahí se encuentra con una nueva perspectiva, con una nueva manera de ver, no solo su vida, sino también la de su padre.
Honesta, realista y conmovedora, Davidson definió en más de una oportunidad a esta película como un proceso de superación para él. Contar su vida de esa manera, hablar de sus problemas de salud mental de una forma tan clara y quitándole formalidad y estigma, y homenajear a su papá, fue su manera de sanar muchos de sus traumas.
Cuando el cine nace desde el corazón, cuando refleja nuestros miedos y cicatrices, cuando emociona porque podemos ver en la sutileza de la interpretación el dolor, sin necesidad de restregarlo en la cara y con escenas exageradas, ahí es cuando emociona. The King of Staten Island nos emociona, pero también nos hace reír.
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