Si se piensa en el concepto de actor, en una persona que se dedique a interpretar personajes en la pantalla y transmitirnos emociones, es muy probable que se piense en una persona en particular, solo por el simple hecho de que es la primera que asociamos a esa profesión. Me atrevería a decir que, para muchos de nosotros, la primera imagen que se nos vendría a la cabeza sería la de Robert De Niro.
Mafioso por excelencia, padre de familia, taxista perturbado, paciente psiquiátrico; no hay rol que no pueda interpretar y en el que no vaya a brillar. A lo largo de seis décadas y más de 100 películas, se ha consolidado como una de las figuras más importantes y trascendentales de la historia del cine y todos podemos identificarlo en, al menos, un rol que a nosotros nos conmovió.
El camino del artista
Robert Anthony De Niro nació el 17 de agosto de 1943 en Manhattan. Sus padres eran pintores y se divorciaron cuando tenía 2 años, pero siempre vivieron muy cerca, y su padre se instaló a tan solo unas cuadras de la casa de su madre, así que el joven Bobby Milk, como lo apodaron en el barrio, siempre estuvo cerca de ambos, y de sus influencias artísticas.
Se cambió muchas veces de escuela y a los 16 finalmente abandonó los estudios. Siempre fue tímido, tanto que su madre lo anotó en un taller de actuación a los 10 años, para ver si esto lo ayudaba aunque sea un poco. Al parecer, se lo veía realmente relajado y distendido cuando volvían de ver una película en el cine, ahí Bobby interpretaba partes de la cinta y se convertía en los personajes que acaba de ver en la pantalla.
Cuando dejó la escuela, sabía que quería ser actor. A los 16 años empezó el Dramatic Workshop hasta los 18, y después se formó en el estudio de actuación de Stella Adler. En medio de sus estudios, se enteró que Marlon Brando también había asistido allí. En la vida de De Niro, son muchos los caminos que llevan a Brando, y este fue el primero de ellos. Esa historia culminó cuando se convirtió en la única persona que pudo dirigir sus escenas en The Score (2001), de Frank Oz.
A los 20 años, Robert De Niro consiguió su primer rol en un largometraje: en 1963 trabajó con un desconocido Brian De Palma en el largometraje The Wedding Party, ópera prima del cineasta. La película no se estrenó hasta 1969, pero fue el principio de una amistad entre el actor y el director. En 1968 volvieron a trabajar juntos en Greetings y un año después repitió el mismo personaje en Hi, Mom!.
El vínculo con De Palma sería fundamental, porque él fue el encargado de contarle a los demás directores lo gran actor que era Bob -como lo llaman todas las personas que trabajan con él-. No solo se destacaba en su interpretación, sino que por la escuela de actuación en la que se formó, hacía análisis profundos de los guiones y aportes que a De Palma le fascinaban.
Con todas estas cualidades, estaba seguro de que otro director iba a querer conocerlo, y le presentó a Martin Scorsese. Este fue el principio de la sociedad artística más importante de su carrera, y probablemente una de las más relevantes de la historia del cine moderno.
In Marty we trust
Ofrece versatilidad, imaginación y montones de opciones, que es lo que uno quiere.
Martin Scorsese
Así definió Scorsese a De Niro en una entrevista que dio junto a De Palma en The Dick Cavett Show en 1978. Cinco años antes, habían trabajado juntos por primera vez en la tercera película del director: Mean Streets (1973). A lo largo de su carrera, han colaborado en nueve películas en total, y este año llegará su décima oportunidad: Killers of the Flower Moon.
Así como Scorsese encontró a alguien que interpretaba los guiones y le daba siempre una aproximación completamente diferente a la que podría haber imaginado para el personaje, De Niro encontró en el neoyorquino un director en quien confiaba por completo y con el que trabaja en conjunto para llegar al resultado que ambos querían.
Con Marty ensayábamos escenas, grabábamos en vídeo los ensayos, improvisábamos escenas y hacíamos ajustes. Respeta tanto a los actores que aceptaba cualquier cosa que quisieras hacer. Si no funcionaba, te dirigía o lo arreglaba en la sala de montaje.
Taxi Driver (1976), New York, New York (1977), Raging Bull (1980), The King of Comedy (1982), Goodfellas (1990), Cape Fear (1991), Casino (1995), The Irishman (2019). Todos y cada uno de los títulos que comparten son una muestra de que esta química entre ellos, este entendimiento, es uno de los más fructíferos de la industria del cine de los últimos tiempos y nos ha regalado obras que trascienden.
Es con Scorsese que De Niro se consolida como uno de los actores más importantes de su generación, y también cuando definió que su trabajo estaría marcado por directores en los que confiara.
En 2012 el actor dio una charla junto a David O. Russell en el Doha Tribeca Film Festival y allí contó que lo más importante de trabajar con directores es la sensación de no poder equivocarte.
No se trata de si están de acuerdo con vos o no. Se trata de que intentes lo que quieras. Es emocionante trabajar con alguien que disfruta con lo que haces. Es como tener un padre permisivo
Esto funcionó con cada una de sus películas, y con la gran mayoría de los directores con los que trabajó a lo largo de los años, pero con ninguno se lo ve tan inequívocamente él en pantalla como con Scorsese. Es el cineasta que mejor sabe aprovechar esa cualidad, jugar con ella, y es gracias a eso, que sus personajes son completamente diferentes a lo que uno podría esperar.
El método De Niro
Casi todos los papeles que hicieron de De Niro quien es hoy, requirieron mucho trabajo. No solo desde el guion, sino que fueron procesos drenantes tanto mental como físicamente para él. Es una de las tantas estrellas de Hollywood que ha utilizado “El Método”. Para Taxi Driver manejó durante un mes un taxi por las noches; para The Godfather II (1974) se fue a Sicilia por cuatro meses; subió de peso para sus roles en Raging Bull y The Untouchables (1987); y para Cape Fear fue a un dentista para que le limaran los dientes y conseguir el aspecto justo de Max Cady.
Pero más allá del uso o no del método -que le fue muy efectivo durante gran parte de su carrera, aunque lo fue abandonando con el correr de los años-, para él hay algo más primordial, central, que distingue a un artista de los demás.
Según Robert De Niro, lo único que puede diferenciar a un actor a la hora de audicionar, es ser sí mismo y demostrarle su propia “singularidad” al director.
Tenés que intentar ser valiente. No te contengas… es mejor soltarse y decir, “a la mierda”. Seguí adelante. Y a veces es más fácil porque sabés adónde ir con el personaje y a veces es más difícil. Pero, en general, seguí tus instintos aunque sepas que vas a fracasar, porque si no te arriesgas, probablemente no no seas memorable.
En una nota que le brindó a Sheana Ochoa, autora de la biografía de Stella Adler, aseguró que en cualquier lectura para un papel, la competencia es mucha, y el intérprete tiene todo en su contra, y lo único que lo distingue del resto, son sus instintos.
A veces, la impresión que dejaba era tan buena, que no se quedaba con el rol para el que había audicionado, pero al tiempo lo llamaban para otro. Esto le pasó con el papel de Vito Corleone en The Godfather II. Su arribo como la versión jóven de Marlon Brando pudo ser porque años antes había leído para el personaje de Sonny, que terminó en manos de James Caan. Si ven su audición, es evidente que tomó riesgos, y a la larga valió la pena.
Un Tropezón no es caída
De Niro es uno de los grandes, no se puede negar, pero es muy probable que si pensamos en él, lo primero que se nos venga a la cabeza sea un papel que interpretó hace más de dos décadas, casi tres diría. Muchos de los roles que ha encarnado en el último tiempo no son para el recuerdo, más bien todo lo contrario.
Pero no importa qué tan olvidables sean las películas en las que trabaja, él no lo es. Robert De Niro jamás será un actor que supo estar en la cima y ahora eso solo es un distante recuerdo.
Él está en la cima, no importa si es el abuelo desubicado de Zac Efron o Frank Sheeran en la épica The Irishman; no porque estas dos puedan tener punto de comparación, sino porque su dedicación para cada uno de sus roles sigue siendo la misma que cuando ganó su primer Oscar, así como su amor por lo que hace.
Una vez le preguntaron si había rechazado algún rol que no creía que fuese adecuado para él.
“Si la gente se acerca a vos y los respetas, entonces vale la pena considerar el papel, sea cual sea. Te pones en sus manos e intentas ver las cosas desde su punto de vista”.
No importa si es un jefe de la mafia o un abuelo en cualquiera, mientras haya algo que le interese explorar, él siempre estará ahí.
También le han preguntado acerca de papeles que desearía no haber tomado. Parece que tales papeles no existen.
“Las hice, así que tengo que aceptar la responsabilidad de todos los papeles que he interpretado”, admitió el actor en una entrevista con GQ en 2019, poco antes del estreno de su última colaboración con Martin Scorsese.
Yo las hice. Y, mirá, cualquier película que hice, la hice. Y asumo toda la responsabilidad
El hombre y la cámara
Como contamos al principio de esta nota, su mamá lo incentivó para que empezara a actuar porque era tímido y no le gustaba hablar con las personas. Eso no cambió con el paso del tiempo o con la fama, de hecho es de las estrellas más difíciles de entrevistar y cualquier reportero teme estar en su presencia. Es recluso y si puede evitar encontrarse con la prensa lo hará.
Para él, ser actor nunca fue una herramienta para llegar al estrellato: es su pasión, es su vida, es lo único que quiere hacer. Y cada vez que lo hace, los espectadores agradecemos.
En 1995 Martin Scorsese le describió a Charlie Rose perfectamente lo que hace Robert De Niro en pantalla para construir personajes inolvidables.
Hace años no era capaz de explicarlo. Toma personajes que normalmente son villanos -y en mis películas me gusta convertirlos en héroes, en cierto modo- y hay algo en él que es muy compasivo y el público siente por él. No hay ningún personaje irredimible. Puede hacer cualquier cosa.
Martin Scorsese
De Niro puede hacer lo que quiera con sus personajes, y gracias a esos riesgos, a esas decisiones, a esa visión tan personal y particular que tiene para cada uno de sus roles, se ha convertido en uno de los mejores actores de la historia del cine.
Siempre digo que tenés que amar lo que hacés. No esperes ser famoso, hacelo porque realmente te gusta y divertite haciéndolo. Siempre dije que si puedo ganarme la vida con eso, soy feliz.
Robert De Niro
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