Fuertes pisadas. Gritos detrás de las pareces. Golpes en la puerta. Todo aquel que haya tenido vivienda en un edifico es bien consciente de la guerra fría – y quizá no tan pasiva – que ruidos molestos pueden desatar entre vecinos.
Y es que una convivencia tortuosa puede llevar hasta límites insospechados. Ese es el caso de Joo-hee (Han Su-a), una joven que de a poco es llevada a la locura por los constantes ruidos que interrumpen el silencio en su departamento. Para empeorar las cosas, algunos vecinos la culpan de ello. Pero Joo-hee parece saber que las verdaderas responsables son inexplicables presencias.
Un buen día, la chica simplemente desaparece. Su hermana mayor, Joo-young (Lee Sun-bin), regresa entonces al hogar que alguna vez compartieron para buscar pistas sobre el paradero de Joo-hee. Pero, mientras está ahí, poco a poco comienza a experimentar los mismos sucesos que su hermana. Así como a ser frecuentada por los otros habitantes del edificio, los vivos y los que no lo están.

Terror importado de oriente
Kim Soo-jin, el director oriundo de Busan ya había captado la atención cuando su corto The Line (2013) obtuvo una nominación en el Festival de Cannes. Con Noise: sonidos del más allá (2024), su primer largometraje, esta vez llamó la atención de la comunidad de los fans del horror tras un exitoso recorrido por diversos festivales, incluyendo el famoso SITGES.
Y no es sorpresa que esto sucediera así, teniendo en cuenta los grandes condimentos con los que trabaja Kim. Por un lado, logra mantener al público en vilo tanto por los climas que construye como por lo cautivante del misterio. Todo aquel que haya vivido en un edificio de alguna manera podrá sentirse identificado con la forma en que presenta una convivencia, que acá se transforma en una red de intrigas y tensiones. Carteles en la puerta y argumentos en el pasillo pasan a convertirse en amenazas a mitad de la noche por parte de vecinos que funcionan como una bomba de tiempo.

El guion de Lee Je-hui sigue un formato ya clásico y que comenzó con el boom del cine de terror asiático en Occidente, más específicamente aquel venido de Japón, allá a comienzos del 2000. Así como sucedía en Ringu (1998), Ju-On (2000) o Dark Water (2002), nos encontramos otra vez con una chica que cae en una investigación exhaustiva, a la vez que es atravesada por eventos sobrenaturales. El uso de esta fórmula hace que la película se sienta como parte de la misma generación de los títulos mencionados, pero no por eso que sea menos eficaz.
La historia gana fuerza a través de la paranoia que va generando. Hay un acercamiento original al efecto que estos sonidos tan irritantes tienen sobre sus víctimas. Es sutil en gran parte, así como las apariciones sobrenaturales que, como si las viéramos por el rabillo del ojo, se confunden con su entorno. Kim sube la apuesta al sumarle el terror más terrenal, cuando la furia de los vecinos sobrepasan los límites, acorralando a la chica con miedos de origen muy distinto.

Por supuesto, el enganche básico de la historia recae en la edición de sonido y acá es usado impecablemente, creando climas llenos de tensión. Con una protagonista que además padece una discapacidad auditiva, Kim hace un inteligente uso de los recursos que esto le ofrece. Ya sea por un audífono apagado o a través de apps que traducen palabras a texto, Joo-young no siempre es consciente de lo que la rodea. Para bien o para mal, ella queda en absoluto silencio mientras nosotros oímos lo que la acecha.
Un director al que seguirle la pista
Si bien su paso por los festivales y el boca en boca que cosechó en la comunidad de amantes del cine de terror fueron muy buenos, Noise: sonidos del más allá está lejos de ser una película perfecta. Ese complicado entramado de historias que plantea hace que sus diversos personajes vayan y vengan a veces prematuramente, creando varias aristas que no siempre se aprovechan de la manera más satisfactoria. Pero el clímax rinde, con una revelación complicada pero que conseguirá sorprender, por lo menos, a buena parte de los espectadores.

La ópera prima de Kim Soo-jin no entrará en el podio de “lo más aterrador del año”, pero si es una apuesta que no hay que dejar pasar para los amantes del género. Nos presenta a un director lleno de potencialidades que brilla por sus atmosferas que van in crescendo y el suspenso que lleva al límite. Además, ofrece una pregunta más que pertinente: ¿Qué es más aterrador, un espíritu vengativo o enfrentar a un iracundo consorcio?
💡 Tips Popcon:
Si tenés ganas de ver una propuesta similar, podés darle una oportunidad a Mimic: No sigas las voces (2017). Esta película, también de origen surcoreano, está basada en una leyenda en la que un espíritu imita voces humanas para atraer a sus víctimas. En Argentina podés verla actualmente en Amazon Prime Video.
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