Nunca soltar

Lost: Se cumple otro aniversario del final y todavía no nos ponemos de acuerdo

Para cualquier amante de las series, el final de Lost es un tema polémico. Odiado por muchos y amado por otros, te contamos de qué lado nos paramos.

por | May 23, 2024

Un día como hoy, hace exactamente 14 años, terminaba Lost. La segunda mitad del episodio doble literalmente titulado “The End” marcaría un antes y un después para todo amante de las series. Hasta este día, y con todo lo que pasó y sigue pasando en el mundo, todavía seguimos discutiendo si fue un buen final o uno de los peores.

El por qué de esa obsesión tiene su explicación en el enorme significado que tuvo Lost (2004-2010) para millones en todo el mundo, convirtiéndose en un fenómeno cultural sin precedentes. Y lo que sigue representando tantos años después, con un legado marcado a fuego en nuestra forma de consumir series, maratoneando como si no hubiera un mañana.

Para muchos, además, Lost era una forma de vincularse. Ya recomendándole la serie a tu crush, debatiendo las teorías en familia o llevándole un DVD a un amigo para que pueda ver el último episodio. Compartir los estrenos y las maratones de Lost también era una ceremonia, muchos años antes de que Game of Thrones (2011-2019) volviera a imponerlo.

De hecho, me atrevo a decir que sin Lost no existiría Game of Thrones. Ni tantas otras series que se volvieron de culto con el paso del tiempo, pero especialmente las que tienen un elemento de fantasía o ciencia ficción, y sin embargo trascendieron el nicho “de género” para llegar a una audiencia masiva.

No había nadie que no viera Lost. Cuando ibas al trabajo, a casa de tus amigos, incluso cuando salías el fin de semana o estabas en la fila del supermercado, el último capítulo de la serie podía ser tema de conversación con cualquiera. La cuestión sobre el destino y las relaciones interpersonales -los temas principales de la serie- nos atravesaba a todos.

Muchos teorizaron sobre las razones de semejante popularidad, pero hoy no estamos acá para hablar de por qué Lost es lo más grande que hay. Estamos para responder -o al menos intentarlo- la gran pregunta que sigue circulando y encendiendo acalorados debates cada vez que se plantea. Si el final es bueno o malo. Spoiler alert: es bueno.

El viaje es el destino

Podríamos argumentar que el disfrute de una serie -y de cualquiera otra cosa, si vamos al caso- no está en su final, sino en el camino. Pero no vamos a ir por ese lado, porque son creencias personales y el final de Lost es lo bastante sólido como para sostenerse con argumentos concretos y relativamente objetivos.

Una de las críticas más comunes que se le hace (que también era una de las teorías más comunes) es que al final estaban todos muertos, o en el purgatorio. Ninguna de esas dos conclusiones es cierta. 

Por más que eventualmente se hayan reencontrado tras la muerte de todos los personajes -pues qué mejor final para una serie sobre la vida, que la muerte- durante todo el tiempo que transcurrió en la isla estuvieron vivos.

Todas esas cosas pasaron, todos los personajes se conocieron a raíz del accidente del vuelo Oceanic 815, estuvieron en la isla, interactuaron entre sí, influyeron uno en la vida del otro y, al final -como todos- murieron. 

Algunos antes y otros después, pero eventualmente volvieron a encontrarse en la “iglesia” del final. En ese lugar de no-tiempo y no-espacio, diseñado como una especie de templo, que representaba diferentes creencias y donde tarde o temprano todos volvieron a estar juntos.

“Todo lo que te ha pasado es real. Toda esa gente en la iglesia también es real.”

Al reunirse con su papá, Christian Sheppard (que suena sospechosamente parecido a Pastor Cristiano en inglés) le explica a Jack (Matthew Fox) que ese es el lugar que todos crearon para poder estar juntos. Algunos murieron antes que él, algunos mucho después.

Pero están todos ahí, no porque Jack haya llegado “último”, sino porque es nuestro protagonista. Y recordemos que también era un tipo muy escéptico, al que quizás incluso le costó aceptar el hecho de que había algo después de la muerte. Ese fue su rol durante toda la serie, contrapuesto a la fe de John Locke (Terry O’Quinn).

“La parte más importante de tu vida fue el tiempo que pasaste con esta gente. Por eso están todos aquí.”

(Esperen que me seco las lágrimas y les sigo contando. Listo, gracias por su paciencia).

Christian (John Terry) le dice a su hijo que nadie lo hace solo, que ellos lo necesitaban y viceversa. Y cuando Jack le pregunta para qué, la respuesta es tan simple como concisa: “para recordar. Y dejar ir”. 

De hecho, la última frase de la serie es la que dice a continuación: “Moving on.” Que vendría a ser algo así como soltar, cosa que claramente nosotros todavía no aprendimos a hacer con esta serie.

Live together, die alone

No le vamos a restar responsabilidad a los creadores por no haber dejado del todo claro lo que quería comunicar. Aunque también es cierto que en varios aspectos, lo hicieron con recursos audiovisuales. Sin embargo, en aquel entonces todavía no estábamos tan entrenados en el arte de las series como ahora. Y quizás al gran público le costó demasiado leer entre líneas. 

Y me refiero también a las líneas temporales. Lost fue la serie que puso de moda el flashback. Ese recurso que narraba los sucesos de la vida de los protagonistas pre-accidente del Oceanic 815 en paralelo con lo que pasaba en la isla. Cuando el recurso se gastó, recurrieron al flash-forward, una proyección a futuro de lo que ocurría con los que lograban volver a tierra firme.

Y a partir del final de la anteúltima temporada, todo se complejizó aun más. Cuando Juliet (Elizabeth Mitchell) quiso hacer detonar la bomba en los episodios 16 y 17 de la quinta temporada (“El incidente”) algo efectivamente detonó. Y a partir de ese momento, durante toda la sexta temporada experimentamos una especie de futuro alternativo (o flash-sideways) donde -aparentemente- los sucesos de la isla nunca habían ocurrido.

Ya sé que a esta altura de la nota, los detractores están pensando en la conveniente omisión de todo lo que pasó en esa última temporada en la isla: el tapón gigante y el humo negro, el rubio y el morocho como el bien y el mal, las piezas de backgammon y todo lo que estaba delineado con trazo grueso. Pero si no podemos darle algunas licencias poéticas a la serie más grande de todos los tiempos, no la merecemos.

Más allá de las obvias concesiones que haya podido tener una producción como esta, creada para el público masivo, no olvidemos lo que dijimos más arriba: fue la responsable de que mucha gente entrara por primera vez al género. Y quizás por eso algunas cosas necesitaban ser bastante gráficas y poco sutiles.

Puro cine

No obstante, Lost también nos dio a entender todo lo que teníamos que saber con sus recursos cinematográficos. Adaptados a la pantalla chica y el formato serializado, no dejaban de ser adelantados para la época. Tal vez otro de los motivos de la confusión tenga que ver precisamente con estas decisiones creativas.

En el “presente alternativo” la iluminación y la música siempre nos daban a entender que estábamos en una especie de secuencia onírica, y cada vez que los personajes se tocaban, experimentaban una especie de “deja vu” de sus vidas en la isla. Quizás la mejor forma de definir estos “flash-sideways” sea como una especie de limbo en el que los protagonistas esperan a que los demás estén listos para partir.

Otro de los motivos de confusión quizás sea la edición de esas última secuencias en la iglesia -que ya de por sí cargaban con mucha información nueva- con los planos de lo que estaba ocurriendo en la isla. Cuando Jack ingresa finalmente al templo luego del revelador diálogo con su padre, hay un montaje que lo muestra caminando hacia su muerte en la Isla. Lo cual, claro está ahora, ocurre prácticamente al mismo tiempo.

Ese montaje no solo es brillante porque representa a Jack recordando el momento de su muerte y reconciliándose con el hecho de que ya no está en este plano, sino también porque recrea casi a la inversa la secuencia de apertura de la serie. Herido y confundido, Jack cae al piso y el último plano dialoga directamente con el primero de toda la serie: el ojo abierto inicia la historia y el ojo cerrado la cierra.

En el medio hay seis temporadas, infinitas teorías, subtramas que quedaron sin resolver y preguntas que probablemente nunca podremos responder. Pero un poco como ocurre con la fe, no las necesitamos. Porque creemos en Lost, porque nos hizo felices y nos sigue dando razones para hacer rewatch y volver a amarla. Porque a pesar de ser un producto de otro tiempo y otro formato, sigue funcionando. 

Y porque sus temas, sus personajes, sus historias y sus lecciones viven por siempre en nuestros corazones. Como esas personas que se encontraron en la isla y se eligieron mutuamente. Lost es una parte importante de nuestras vidas. Una de esas historias que va a permanecer con nosotros mucho, pero mucho tiempo más. Quizás incluso hasta que cerremos nuestros ojos, al final, como Jack.

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Ana Manson

Editora