La mala iniciación

La virgen de la tosquera: un relato de horror adolescente que llega de la literatura al cine

La obra de Mariana Enríquez llega por primera vez a la pantalla grande de mano de Laura Casabé, bajo la forma de una coming-of-age oscura y siniestra.

por | Abr 28, 2025

Mariana Enríquez se ha convertido en uno de los máximos referentes de la literatura argentina de los últimos años. Su obra, sólido exponente de la nueva narrativa argentina, incluye novelas y cuentos de terror gótico que han alcanzado gran éxito tanto a nivel nacional como internacional. Su novela Nuestra parte de noche fue traducida a 23 idiomas y fue incluida por la revista Time en su lista de los mejores 100 libros del año 2023.

La última edición del BAFICI sumó como atractivo particular en su oferta la posibilidad de ver por primera vez una adaptación cinematográfica de la obra de esta escritora, previamente estrenada en el festival de Sundance. Por supuesto que esta adaptación generó mucha intriga entre quienes conocemos la obra de Enríquez, una obra tan visual en el universo que propone, tan llena de imágenes sombrías y potentes, que a priori parecía un camino natural el hecho de llevarla a la pantalla grande.

Las expectativas fueron ampliamente superadas, ya que La virgen de la tosquera, película que adapta dos cuentos pertenecientes a la antología Los peligros de fumar en la cama (el que le da el nombre a la película y El carrito), se alzó con el Gran Premio de la Competencia Argentina del festival. La película, dirigida por Laura Casabé, usa la obra de Enríquez para construir una coming-of-age que logra ser oscura bajo lo luz del sol, en la que el recorrido iniciático de los personajes responde a la forma más baja y transformadora de las pasiones de la adolescencia.

Así, algunos de los elementos clásicos de las coming-of-age como la amistad adolescente, el verano, el amor y el despertar sexual están presentes, pero reconfiguran el género al conjugarse con una aguda crítica social (la película transcurre en los meses posteriores a la debacle económica del 2001) y con ingredientes sobrenaturales de tintes folclóricos. Dando como resultado un retrato visceral de la adolescencia, pero también de una época y de una generación, un relato que va acumulando capas y capas de tensión sofocante que descienden progresivamente en un espiral de oscuridad cada vez más turbia y densa.

La adolescencia y el desamor en una sociedad devastada

Natalia (más que prometedor debut actoral de Dolores Oliverio, que hipnotiza en cada plano con su presencia) acaba de terminar el secundario y se dispone a pasar el verano con sus amigos sin pensar mucho en el futuro. Sus padres -en una ausencia muy clara que roza el abandono- la dejaron al cuidado de su abuela, Rita, que sostiene como puede el hogar con su jubilación en medio de la crisis del 2001.

Natalia y sus dos amigas, Mariela y Josefina, pasan el tiempo compartiendo juntadas con Diego, el chico que las tiene cautivadas desde su infancia, y soportando a Silvia, una treintañera que irrumpe en el grupo captando la atención de Diego con sus anécdotas sobre viajes y bandas de rock (elementos muy presentes en la narrativa de Mariana Enríquez) y altera así la dinámica del grupo. Silvia genera rechazo en las tres amigas, pero especialmente en Natalia, en quien van creciendo la bronca y los celos al sentirse desplazada y alejada románticamente de Diego, al extremo de recurrir a su abuela para que le haga un trabajo de magia negra a Silvia.

En este punto de la película aparecen lo místico y lo sobrenatural, elementos que se harán cada vez más presentes y determinantes en el devenir de la historia. Y que irán contaminando a Natalia al alimentar su malestar en un contexto precario donde falta el agua, la luz se corta todo el tiempo, y la esperanza de salir de esa realidad miserable radica fundamentalmente en la magia. Una magia que puede tomar la forma de un ritual o de que una carta sea elegida para recibir el llamado de Susana Giménez y con él, la fortuna. Justamente, la figura de “la elegida” se repite y espeja en la historia como vía de escape a una vida más feliz, ya sea en el amor o en lo económico.

En el primer plano de la película, Natalia es sacada violentamente de su ensoñación por la paliza que le dan a un vagabundo justo frente a su casa, en una localidad cualquiera del conurbano. El vagabundo deja abandonado un carrito misterioso en mitad de la calle, del cual, con el paso de los días, se desprenden fluidos y olores, generando intriga y temor en los vecinos que aguantan su presencia con asco pero lo dejan donde está. El carrito va pudriéndose al calor del sol a medida que la película avanza, funcionando como una metáfora de las emociones de la protagonista y también de la degradación social que vive su entorno.

En ese sentido, y volviendo a los dos cuentos en los que se basa la película, La virgen de la tosquera aporta el eje de la trama mientras que “el carrito” parece contribuir desde lo simbólico, representando el horror social en el que los personajes se mueven, respiran y sobreviven. El carrito es también testigo de la transformación de Natalia en una especie de Carrie vernácula, solo que a diferencia de la Carrie de Stephen King -una víctima del bullying y del aislamiento social que estalla en una furia sin control en el clímax de su tormento-, Natalia no es una víctima de sus circunstancias: ella va acercándose a la oscuridad de forma gradual y toma sus decisiones de manera más fría y consciente, haciéndose cargo del uso de su poder.

Es muy interesante la mirada de Casabé sobre el universo de la amistad femenina, la intensidad de las emociones adolescentes, la necesidad de gustar y de ser deseada y de lo que la sociedad dicta que una mujer debería ser/hacer para lograr ese objetivo (es acertadísima la participación en este punto del novio de la abuela Rita, un casi irreconocible Dady Brieva). Así como la relación entre lo femenino y la brujería (la virgen del título está presente pero en el contexto de una leyenda local, es en lo pagano de raíces folclóricas que se ancla lo místico), y cómo va configurando estos elementos en un relato que construye el horror a plena luz del día.

El sello temático de la obra literaria de Mariana Enríquez está presente de principio a fin, pero Casabé bebe de esa obra para crear una visión muy particular y orgánica sobre estos temas, con una identidad y un pulso que le son propios. Al igual que en la obra sobre la que se basa, el horror aparece en lo explícito pero también en el espanto de lo que se insinúa, del terror cotidiano que se va colando en la vida de la gente con la degradación del tejido social. Lo que se resuelve sin ser dicho cobra un impacto aún más siniestro en la mente del espectador.

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Además de Carrie (1976), sobrevuela además cierta referencia a Las vírgenes suicidas (1999), ópera prima de Sofia Coppola que también presentaba una suerte de anti coming-of-age. Al ver la película, no podía dejar de pensar en la frase de Cecilia “Obviously, Doctor, you’ve never been a 13-year-old girl” (Obviamente, Doctor, usted nunca ha sido una chica de 13 años). Y es que La virgen de la tosquera muestra muy bien la angustia existencial adolescente, la intensidad de las emociones sin control, la sensación de vacío y de que absolutamente nada tiene sentido ante el amor no correspondido. De que no hay un futuro que valga la pena vivir cuando no se es elegida. Y es en esa angustia y frustración que esta antiheroína conecta con su propia oscuridad y se convierte en la autora de su propio destino.

EL BAFICI

Más allá de lo caótico que es acceder a entradas para ver películas en el sistema del BAFICI, la oferta cinematográfica tanto local como internacional fue rica y variada. De las películas que ví destaco especialmente Amas de cámara, un documental de Tomás Lipgot sobre tres mujeres y su registro audiovisual de la cotidianeidad. Dos de ellas particularmente insólitas porque su archivo era analógico, es decir, correspondía a una era en la que no era habitual contar con dispositivos para registrar la vida en formato audiovisual. Una fue mi profesora de Producción en la Escuela de Cine de Eliseo Subiela, que me invitó al estreno, y fue emocionante observar su intimidad de una forma tan cálida y tierna.

Y la otra fue Nuestra parte del mundo, de Juan Schnitman, una película intimista con solo dos personajes en una locación, sobre una pareja que decidió separarse pero que se alista para compartir un último viaje junto a su hijo. La humanidad de las interpretaciones, el guion y el aprovechamiento de los espacios para que la narración no se estanque están muy logrados, al igual que el trabajo de fotografía que va construyendo con sutileza la progresión de esa mañana que parece transcurrir en tiempo real.

En la ceremonia de entrega de premios al final del festival habló Jorge Macri, jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, ponderando la importancia del festival y de la promoción del cine nacional. Fue curioso escucharlo explayarse sobre el tema cuando su gobierno está alineado ideológicamente al gobierno nacional, y cuando se cumple un año sin que el INCAA otorgue financiamiento alguno a la producción cinematográfica nacional.

La situación crítica de la industria fue un tema recurrente en el discurso de todos los directores al presentar sus películas (e incluso al agradecer premios por las mismas), que aprovecharon la oportunidad para compartir su preocupación. En este contexto, solo queda pensar que la gran cantidad de títulos nacionales que pudieron disfrutarse en la edición 2025 del BAFICI fue posible en parte gracias a la gestión anterior del INCAA. Y que la política actual causará (o más bien ya está causando) una fuerte merma en la producción cinematográfica argentina, que será seguramente notoria en las próximas ediciones del festival.

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Rocío Freire Castro

Ex publicitaria, realizadora audiovisual y artista autodidacta. Tarantino es mi pastor.