Julia Garner no se considera una actriz particularmente ambiciosa. “Tengo ambiciones como cualquier persona, y pienso que eso puede ser positivo, pero hay algo mejor: la esperanza. No hay nada más hermoso que sentirse esperanzado”, declaró en una ocasión una intérprete que, por mucho tiempo, parecía estar tímidamente escondida en alguna secuencia, sin el escenario adecuado para brillar. Porque si hay algo que tiene Julia Garner, es presencia. Y resulta imperdonable que en los inicios de su carrera no haya podido explotar esa cualidad. Hay algo en ella que va más allá de su forma de proyectar con la mirada, e incluso más allá de sus movimientos casi animales al abordar determinados personajes. Lo que yace dentro suyo es empatía por cada una de las mujeres que habitó con su peculiar mecanismo.
“Cuando interpreto un personaje no me limito a leer el guion. Establezco una suerte de conversación. Le pregunto a qué le teme y, de acuerdo a su respuesta, indago en el porqué”.
Esa manera tan simple -pero enorme a la vez- de conectar con la figura que representará la vuelve distintiva. Cuando uno ve la progresión de la actriz, no halla afectaciones, manierismos similares, formas que se repiten, y eso se vincula con su naturaleza empática, esa que la conduce a emular diálogos desde que hizo su debut en 2011 con el extraordinario thriller de Sean Durkin, Martha Marcy May Marlene.
Luego, llegaron papeles donde no tuvo tiempo de despuntar, o al menos no lo suficiente, en películas como Electrick Children (2012), The Perks of Being a Wallflower (2012), We Are What We Are (2013), I Believe in Unicorns (2014) y Sin City: A Dame to Kill For (2014). Su continuidad en la industria le garantizó que realizadores y productores se fijen en ella, confíen en ella y le briden oportunidades desafiantes.
Así, en 2015, veíamos a Garner en uno de los mejores dramas televisivos de todos los tiempos: The Americans (2015-2018). La actriz le brindó una vulnerabilidad al personaje de Kimberly Breland, que costó despedirla en el brillante episodio de la serie, “The Great Patriotic War”. Garner logró, con un rol secundario, comandar escenas a la par de Matthew Rhys como si se hubiese estado preparando para eso toda su vida. La impronta que dejó en la ficción de Joe Weisberg fue indeleble.
No soy esa clase de chica
Escribir sobre Julia Garner es escribir sobre la reticencia a las nomenclaturas. El mismo año que hizo su ingreso a The Americans se estrenó Grandma, la película indie coming-of age de Paul Weitz en la que la actriz interpreta a Sage, una adolescente de 18 años que reconecta con su abuela Elle (Lily Tomlin) para que la ayude a conseguir el dinero necesario para realizarse un aborto.
Si bien Weitz realiza una crítica al sistema de salud y su perversa burocracia, Grandma es una obra sobre la conexión entre dos mujeres de diferentes generaciones que tienen mucho para aprender la una de la otra. Por lo tanto, ese viaje que emprenden para buscar el dinero opera como un artilugio narrativo para que Elle y Sage se impulsen mutuamente a cambiar el curso de sus vidas. El resultado es una película tan hilarante como sensible, con Garner y Tomlin formando una dupla impensada pero perfecta. Una vez más, Julia terminó sorprendiendo.
“Lily me enseñó a estar presente, y eso es lo que más admiro de su forma de trabajar. Está presente en el momento del rodaje, pero también para no soltarte la mano en lo personal, ella fue mi compañía”, declaró la joven que un día le dijo a su madre, la famosa comediante israelí Tami Gingold, que ella también quería actuar. “No, no”, le respondió. “Es una profesión horrible, hay una razón por la que la dejé y estudié psicología”.
Sin embargo, tanto Tami com su padre, el pintor Thomas Garner, eventualmente la apoyaron a pesar de sus dudas. “Yo era muy tímida y necesitaba superarlo yendo a clases de actuación y ese fue el inicio de todo”, recordó la actriz que, además, es psicóloga como su madre, lo que posiblemente explique ese intercambio que tiene con sus personajes. De nuevo, la clave está en ser empático.
En 2019, Garner volvió al cine independiente con The Assistant, el drama de la australiana Kitty Green tan austero como demoledor. La película sigue un día en la vida de Jane (Garner), una asistente de una gran productora cuya cabeza de equipo es un hombre que acosa y abusa de empleadas y actrices. En The Assistant no se nombra a Harvey Weinstein, pero no hace falta: sabemos que el productor sobrevuela un relato escalofriante en el que Jane es una víctima más del abuso de poder pero no puede hacer nada para cambiarlo.
El rostro de Garner se mantiene impertérrito durante toda la historia, su actuación minimalista es lo que, paradójicamente, le da a la película un tono sombrío y desesperanzador. Se trata de una de las mejores actuaciones de su carrera, muy diferente a lo que haría en el mundo televisivo.
Ozark, Inventing Anna y la consagración definitiva
Tras formar parte de uno de los mejores capítulos de Girls (2012-2017), “The Panic in Central Park”, Garner finalmente pudo “explotar” gracias a Ruth Langmore en Ozark (2017-2022), el thriller por el que obtuvo dos premios Emmy y por el que este año aspira al tercero. Hay un salvajismo en su composición de esa joven criminal que es imposible no admirarla. La propia Garner confesó su pánico a dejarla ir.
“Desde el comienzo que hubo algo infantil en Ruth que hace uno la quiera, solo que todo tiene un final, pero eso no es necesariamente malo. Ozark terminó, sí, pero vive para siempre, Ruth vive para siempre”, expresó la actriz que este año vuelve a competir por el Emmy no solo por Ozark sino también por la miniserie de Shonda Rhimes, Inventing Anna (2022).
Aunque la bioserie no está del todo lograda -es innecesariamente larga y tiene problemas de ritmo narrativos-, Garner la saca a flote. Cuando no está en pantalla poniéndole el cuerpo (y el particular acento) a esa joven que estafó a la élite neoyorkina con su falsa identidad, es imposible no notarlo. No extrañarla.
“Ahora me siento más segura de mí misma y no se impone tanto esa timidez, eso me lo regaló Ruth, y me sigue acompañando. Hay algo hermoso en entregarse por completo a un papel”.
A sus 28 años, y con la posibilidad de personificar a Madonna como próximo (y temerario) paso, Julia Garner se encuentra en el mejor lugar posible. “Siempre luché con mi autoestima, pero los roles que interpreté me cambiaron a nivel personal, me dieron confianza para seguir”.
0 comentarios