Desde The Invisible Man (2020), el guionista y director Leigh Whannell parece haberse convertido en una suerte de “renovador” del mito de los monstruos clásicos de la Universal, esa excéntrica liga que se nutría de la literatura del siglo XiX y que tenía a Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo, la Momia y el Monstruo de la Laguna como parte de su elenco estable.
Con aquella versión, estrenada poco antes de que el mundo cerrara sus puertas por la pandemia, Whannell demostró haber sido capaz de dotar de aire fresco y de debates actuales al ecosistema de estos personajes, verdaderos pilares del género de horror en la cultura occidental. A partir del éxito de público y de crítica, era de esperarse que el cineasta repitiera entonces con otro monstruo y nuevamente de la mano de la productora Blumhouse.
Así llegó a Wolf Man (2025), con una apuesta que desde el vamos asomaba compleja por tratarse de un personaje que fue más revisitado en el cine de los últimos años, lo que podría representar mayores dificultades para producir impacto en el público. ¿Cómo lograrlo ante una audiencia más reacia a dejarse llevar por narraciones clásicas vistas una y mil veces?
Respuesta: siguiendo el camino intimista y contemporáneo de The Invisible Man, pero sin obviar la tradición cinematográfica de este mítico personaje mitad hombre-mitad lobo que devora humanos, incluso, contra su voluntad.
Para su trágico relato, Whannell decidió pararse en el último punto de la línea de tiempo que va desde The Wolf Man (1941), la película de la Universal con Lon Chaney Jr. como el atribulado ser convertido en criatura, hasta An American Werewolf in London (1981), esa alocada joya del terror moderno convertida por John Landis en una pieza de culto. Poco y nada de otras entregas más vinculadas a lo erótico como Wolf (1994), con Jack Nicholson, o la versión un tanto edulcorada de Benicio Del Toro en The Wolfman (2010, Joe Johnston).
Si a la decisión de posarse sobre la tragedia fundacional le sumamos al cóctel un toque a-la-Cronenberg (explicitado tanto en el comienzo como en el final del film), el resultado es esta película brutal y conmovedora a la vez, íntima y violenta, llena de pequeños gestos tanto humanos como animales, un disfrute total de los sentidos.
La hora del drama familiar
Whannell eligió situar a su hombre lobo, casualmente llamado “Blake” (Christopher Abbott) -un nombre de alta tradición literaria- en el mismo punto trágico que el de Lon Chaney Jr. en la película del ‘41: como víctima de un mal que lo trasciende, un destino atroz al que se resiste y contra el que luchará hasta el final.
Pero lo que en la versión de la Universal era un duelo interno interna para proteger al ser amado se hace en este caso extensivo a toda la familia. Así, perdido junto a su prole en el bosque, atrapados todos en la hostilidad y el misterio de los páramos de Oregon, nuestro Blake hará lo que sea para defender a los suyos, incluso de sí mismo.
Apalancado entonces en esa tradición mitológica, Whannel introduce como elemento innovador el drama familiar; un matrimonio en crisis (Abbott y Julia Garner) que busca reencontrarse (a sí mismos y como pareja) y una niña (Matilda Firth), la hija de ambos, que requiere protección y cuidado.
Así como en The Invisible Man el drama estaba constituido por las relaciones abusivas, la licantropía de Wolf Man sirve como excusa para ahondar en las dificultades para sostener los vínculos familiares y en el peso aplastante que representan los progenitores de toda especie. El hombre es el lobo del hombre, sentenció Thomas Hobbes. Y en la película lo dice el propio Blake:
“A veces queremos tanto que nuestros hijos no se lastimen que terminamos lastimándolos nosotros”.
Este planteo sobre lo humano está filmado con una destreza y un cuidado por los detalles tanto visuales como sonoros (atención al cambio de subjetividad a la hora de la mirada animal) que una vez más deja ratificado el profundo amor de este director por el terror, donde ya fungió no solo detrás de cámaras (Upgrade, 2018) sino también como guionista (las sagas Saw e Insidious).
Y así como la naturaleza abriéndose paso, mientras esta nueva versión de Wolf Man llega a los cines del mundo con toda su carga de drama y, por qué no decirlo, de solemnidad, se anunció que otro director como Robert Eggers ya tiene sucesora de Nosferatu (2024) y será nada menos que Werwulf, una nueva película de hombres lobos ambientada, en este caso, en la Inglaterra del siglo XIII. Whannell, por su parte, manifestó interés en meterse en algún momento con Drácula. Sería algo así como un intercambio de criaturas para continuar con el mito y su resonancia. La vida sigue.
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