Larga vida al rey

Godzilla Minus One: la bestia que continúa destruyendo records a su paso

Con proezas dentro y fuera de la pantalla, Godzilla vuelve en su mejor forma, resignificando aquello que hizo a la película original tan impactante.

por | May 21, 2024

Para ser un ícono que está por cumplir los setenta años, Godzilla parece estar más vivo que nunca. Si bien comparte pantalla con King Kong en la película que aún tenemos en cartelera, fue Godzilla Minus One (2023) la que logró llevarse al continente asiático un Oscar por sus efectos especiales esta última temporada de premios.

Al romper la barrera del millón de dólares de manera local, se convirtió en la entrega más taquillera de la franquicia japonesa, un éxito que ahora también está batiendo records en internet. Tras apenas dos días de su estreno en Prime Video Japón, se convirtió en la película más pirateada del año dentro del ámbito internacional.

La supervivencia manda

Nos encontramos en el año 1945, con un Tokyo en ruinas y en vísperas del final de la Segunda Guerra Mundial. Kōichi Shikishima (Ryunosuke Kamiki), un piloto kamikaze, ve acercarse su final pero, sobrepasado por el terror y un inapagable deseo de vivir, no logra cumplir con la misión suicida.

Aterrizando en la isla Odo (ficticia y clásica en el folklore de la saga) los susurros de los locales respecto a un temible monstruo salido del mar pronto se convierten en una realidad. Desde el comienzo somos testigos del terrible poder de la criatura. Tras un desmayo, el joven piloto despierta ante la total devastación.

La vuelta a su hogar lo recibe con un pueblo que es poco más que ruinas, el resultado de la guerra algo similar al daño causado por el kaiju. La pérdida lo persigue con la muerte de sus padres, un dolor compartido por todo una comunidad en luto.

Es entonces en que se encuentra con Noriko (Minami Hamabe), una mujer que lucha por atender a una bebe huérfana cuando apenas puede cuidar de sí misma. Los tres empiezan a convivir, pero Shikishima parece no estar viviendo realmente. Sin sospecharlo, durante los más breves destellos de felicidad en su nueva rutina, acecha la tragedia.

Volviendo a las raíces

Si hay algo que no faltaron en los últimos años fueron oportunidades para volver a ver al llamado Rey de los Monstruos demostrando su poder, por lo cual el hambre por la vuelta del reptil no es la razón del éxito de esta última entrega. Godzilla Minus One brilla gracias a que logra comprender no solo cual es el alma de la historia original, sino también esos rasgos que hace tiempo no son explorados. De esta manera, nos topamos con una reinterpretación que se siente fresca, encontrado el balance necesario para hacerlo con los elementos clásicos que la volvieron tan memorable.

El contexto histórico se plantea como un punto fundamental, algo que se deja ver desde el título mismo de la película. Tras la guerra, el estatus de Japón se encontraba simbólicamente en lo que podías considerarse un punto cero. La aparición tan temprana de Godzilla resulta sorpresiva hasta para la audiencia, inesperada en su momento como lo fueron las bombas nucleares lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Casi como si esta fuese la respuesta nipona a Oppenheimer (2023), la película funciona como una metáfora de esos ataques y el trauma que acompañó a la nación. Es debido a los experimentos nucleares estadounidenses que la criatura  muta y arrasa a un país ya en ruinas, dejándolo en un menos uno.

La manera en la que el pueblo se relaciona con la milicia y el sentido patriótico es otro tema central. Queda muy claro que para el ejército los ciudadanos no resultan indispensables, algo que se refleja en las verdaderas políticas bélicas del país. Es una crítica que ya de por sí aparece al quitarle todo idealismo a la tarea de los pilotos suicida kamikazes.

Si bien el guion continúa una estructura que se repite tanto en los filmes originales como los occidentales, una vez más los militares atacan al monstruo mientras un grupo reducido de individuos logra de alguna manera intervenir de forma significativa. En este caso, el tercer acto toca el tema de una manera que puede parecer estar rozando con lo cursi, pero que funciona al lograr plasmar el romanticismo del cine clásico.

Este éxito tan arrasador que logró la película es un dato que gana aún más relevancia si se tiene en cuenta el presupuesto con el que contó su director, Takashi Yamazaki (Parasyte: Part 1). Con tan solo 15 millones de dólares (apenas una mínima fracción de lo que cuesta un blockbuster norteamericano), Yamazaki tuvo la ayuda del estudio Shirogumi, el cual consta de tan solo 35 artistas que estuvieron a cargo de 610 tomas de efectos visuales durante un periodo de ocho meses. Maximizando la productividad, el director trabajó sin intermediarios con este equipo, algo inusual para una producción de esta escala.

Muchos de los vehículos fueron construidos, al menos en fragmentos, para el rodaje. Eran los actores quienes fingían reaccionar, por ejemplo, al golpear de las olas contra sus barcos. En ocasiones, el equipo de producción se encargaba manualmente de generar estos movimientos en lugar de tener maquinaria cumpliendo la tarea, a diferencia de cómo sucede en las superproducciones hollywoodenses.

Estas técnicas tradicionales combinadas con el CGI no solo significaron una ventaja económica, sino que también resaltan la sensación de lo táctil y corpóreo que vemos en la pantalla. Es es algo que también funciona en la criatura protagonista, ya que la calidad del detalle con el cual Godzilla es recreado es simplemente sorprendente, a la vez que aún mantiene la esencia que tenía en la década del cincuenta, cuando era poco más que un pesado traje hecho con una mezcla de plástico y cemento.

Abrazando una vez más sus orígenes dentro del cine de horror, Yamazaki no solo homenajea a la película original desde sus rasgos conceptuales, sino que también desde lo visual y auditivo. La banda de sonido de Naoki Sato va desde un atmosférico minimalismo a lo épico y solemne, logrando incorporar el tema clásico del monstruo que Akira Ifukube compuso en 1954.

La fusión de todos estos elementos no llega a sentirse como la forzada colección de easter eggs que muchas películas de legado terminan siendo. Por el contrario, es el gran corazón que tiene lo que recuerda porque esta bestia de rugido nuclear trascendió con el tiempo hasta convertirse en todo un símbolo de la cultura nipona.

Con una historia que por una vez realmente nos hace conectar con sus personajes humanos, Godzilla volvió para recordarnos que hasta en los momentos más desesperanzadores es la unión entre las personas comunes lo que hace resurgir a un pueblo. Basta con tan solo recordar nuestra historia para entender que nadie se salva solo ni por un único sacrificio.

A partir del sábado primero de junio, Godzilla Minus One ya está disponible en streaming para Occidente a través de la plataforma de Netflix.

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Ro Tapias

Artista visual. Madre de dragones, gatos y un corgi. Hablo de cine, a veces demasiado.