La Helsinki que nos muestra Fallen Leaves (2023), de Aki Kaurismäki, está muy lejos de lo que uno imagina cuando piensa en capitales europeas. No hay nada de arquitectura majestuosa ni sitios históricos, no hay mujeres y hombres con ropa de diseñador. Ni siquiera hay la nieve que uno asocia casi inmediatamente con los países nórdicos. Al contrario, los escenarios son pobres y lúgubres, y los personajes están lejos de cualquier noción de glamour. Y en el medio de ese escenario desolador, con la constante letanía de noticias sobre la guerra entre Rusia y Ucrania de fondo, dos personajes se encuentran.
Ansa (Alma Pöysti) es una mujer solitaria, todo en su ambiente lo demuestra. Su cama de una plaza, su único plato y vaso, el silencio de la casa a la que vuelve después de su trabajo como repositora en un supermercado. O como moza y lavaplatos. O como empleada de fábrica. Holappa (Jussi Vatanen) trabaja en una construcción y vive con sus compañeros de trabajo en un trailer. Tiene problemas con la bebida y es frecuentemente despedido de su trabajo (y alojamiento) por tomarse un whisky en horas laborales.
Ansa y Holappa se conocen una noche en un decadente bar de karaoke y vuelven a encontrarse más tarde afuera del bar en que ella trabaja y él se gasta su precario sueldo. A lo largo de una hora y veinte, acompañamos a estos solitarios en encuentros y desencuentros propios de una comedia romántica, sin el registro inocente y despreocupado que caracteriza al género. Hay humor en la película, pero este pasa por diálogos cortantes, pronunciados por rostros casi carentes de expresión, inescrutables.
Ellos no son tampoco los clásicos héroes románticos, no son lindos, no son carismáticos, no van a aparecer afuera de sus casas con un parlante o buscarse antes de que empiece el año nuevo porque decidieron que no pueden vivir sin el otro. El suyo es un amor callado, hasta un poco resignado, que viene a cambiarles la vida sin aspamentos ni grandes revelaciones. Desde comprar un nuevo plato, adoptar un perro o salir a dar un paseo bajo el sol otoñal.
El reconocido director finlandés Aki Kaurismäki vuelve a presentarnos una Finlandia en la que las clases trabajadoras viven en condiciones deplorables, pero persisten a pesar de ello. Con la misma técnica que caracteriza sus películas anteriores -como Drifting Clouds (1996), Le Havre (2011) o The Other Side of Hope (2017)- hace mucho uso de la cámara quieta y largos planos en los que vemos a los personajes en silencio, solos pero también acompañados.
El resultado final es difícil de encasillar: ¿es un drama? ¿Una comedia? Hay algo casi tragicómico en las idas y venidas de Ansa y Holappa, en sus tristes existencias y en cómo evolucionan a lo largo de la película para terminar casi en el mismo lugar pero un poquito mejor.
Después de un muy exitoso recorrido en el circuito de festivales europeos, que incluyó el premio del jurado en Cannes, Fallen Leaves recibió dos nominaciones los Globos de Oro (Mejor Película extranjera y Mejor actriz para Alma Pöysti), pero no le alcanzó para ser nominada para los próximos premios Oscar, a pesar de quedar en la lista de finalistas. No obstante, es una gran opción para los fanáticos del humor sombrío, las escenas largas con pocos diálogos y, al final del día, del amor.
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