Sin felices para siempre

Desencantada: Cuando la magia de los cuentos de hadas no es suficiente

Disney+ estrenó la secuela de Encantada con un giro interesante sobre la magia y su clásico toque metaficcional, pero sin el encanto de su antecesora.

por | Nov 18, 2022

Desencantada: Cuando la magia de los cuentos de hadas no es suficiente

Han pasado quince años desde el día en que conocimos a Giselle (Amy Adams), recién llegada a Nueva York, la tierra en la que no existen los finales felices. En su camino de vuelta a su Andalasia natal enlistaría a ratas y palomas del Central Park, volvería a juntar a una pareja al borde del divorcio y se ganaría el corazón de Robert (Patrick Dempsey) y su hija Morgan (Rachel Covey). Y el de todos nosotros por supuesto.

Sin embargo, parece que no solo los finales felices no existen en esta dimensión, si no cualquier tipo de final. Hemos visto en los últimos años cómo una ola de secuelas y reboots se han encargado de decirnos que no hace falta decir adiós a las historias y personajes que amamos, ya que van a seguir resurgiendo hasta que nos cansemos de ellos. Luego del estreno en Disney+ de la secuela del clásico de 1993 Hocus Pocus, llega una nueva secuela en esta versión 2022 del “directo a VHS” que son las plataformas de streaming.

La película retoma donde Encantada (2007) nos dejó, con Giselle y Robert juntos tras derrotar a la malvada Reina Narissa (Susan Sarandon) y viviendo juntos en la Gran Manzana. Los años pasan y la llegada de un nuevo bebé a sus vidas trastoca la felicidad de la pareja, que se ven enfrentados a noches sin sueños, llanto constante y el hacinamiento en su pequeño departamento neoyorquino que no alcanza para esta nueva familia de cuatro. Cansada de pasarla mal y añorar su hogar bidimensional,

Giselle convence a su esposo de mudarse a Monroeville, un suburbio que parece salido de un cuento de hadas. Sin embargo, la vida suburbana está lejos de ser perfecta: Morgan (ahora una adolescente interpretada por Gabriella Baldacchino) extraña su antigua escuela, Robert se siente atrapado en un viaje de tren constante hacia y desde la ciudad, la nueva casa está a medio construir y las mamás del colegio, lideradas por Malvina Monroe (Maya Rudolph) no parecen muy dispuestas a darle la bienvenida a Giselle

Spoiler Alert!

Giselle ha vivido en esta dimensión por quince años, pero no parece haber aprendido mucho. Se enfrenta al mundo con las mismas herramientas con las que contaba hace quince años, solo que esta vez no son novedosas ni originales. Luego de un primer día particularmente malo, Giselle hace uso de la magia de Andalasia para desear que su vida se convierta en un cuento de hadas. Sin embargo, no cuenta con los efectos secundarios que el encantamiento conlleva. En el que es sin duda el acierto más grande de la película, Giselle descubre que el lugar que le toca en este cuento es el de la madrastra, lo que la termina por convertir en la villana. Su hijastra Morgan deberá encontrar la forma de recordarle a Giselle quién realmente es. 

La relación entre ellas dos es sin duda el arco central de la película, haciendo que muchos de los otros personajes parezcan de más. La historia de Robert devenido en caballero andante no aporta nada, parece más bien una excusa para darle algo que hacer mientras Giselle y Morgan viven sus aventuras. Lo mismo se puede decir de Sofia, la bebé, que es más un plot device que explica la repentina necesidad de la mudanza, que un personaje con peso propio. A nadie parece importarle demasiado qué sea de ella, y resulta particularmente extraño si tomamos en cuenta que Amy Adams tiene 48 años y Patrick Dempsey 56.

Edward (James Marsden) y Nancy (Idina Menzel), los intereses amorosos de la primera parte, también aparecen esporádicamente para conectar con el mundo de Andalasia y -en el caso de Nancy– hacer un número musical que pretende convertirse en hitazo, aunque pierde por goleada frente al dueto que hacen Giselle -en su versión madrastra malvada- y la reina (Maya Rudolph) en su lucha por quién es la mejor villana.

Easter Eggs por doquier


Al igual que su antecesora, Desencantada tiene muchísimos guiños a las clásicas películas de princesas para el disfrute de los fans del género. La Sirenita (1989), Cenicienta (1950) y La princesa y el sapo (2009) son algunas de las homenajeadas, e incluso la canción cantada por Idina Menzel (quien  hace la voz de Elsa en Frozen) reza “let it grow, let it glow”, en clara referencia al tema que todavía los fans no logramos sacarnos de la cabeza.

Sin duda la película es muy disfrutable y una dosis necesaria de rosa y magia que nos venía faltando después de tres años sin una película de princesas, con una pandemia de por medio. Sin embargo, hay algo que no funciona. La trama es sólida y original, el elemento metaficcional es excelente y muy divertido. Igual que en 2007, la película sirve como sátira y homenaje al que fuera en algún momento el producto por excelencia de la casa del ratón. Nos permite reírnos de las princesas con afecto, sin desestimarlas por un segundo, y volviendo a recordarnos que la magia está a un número musical de distancia.

Amy Adams y Maya Rudolph, para sorpresa de nadie, son el punto fuerte de la película, que cuenta con un elenco de grandes nombres y un par de cameos interesantes. No puede decirse que sea una película mala, por más que tenga sus errores, si no más bien olvidable. De la misma forma que pasó con Hocus Pocus 2 (2022), el intento por retomar la magia se queda a mitad de camino y no llega ni a los talones del material original.

Desencantada termina más o menos en el mismo lugar que su antecesora: no se puede vivir feliz para siempre. Sin embargo, dice Giselle, algunos días puede ser muy felices. Y para los otros es que tenemos a nuestra familia y amigos.

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