Una fórmula autoconciente

Black Mirror – Temporada 6: Los horrores del futuro tecnológico en el presente

Con algunos episodios flojos, la nueva temporada es también un experimento narrativo que prueba algo de terror puro en el habitual escenario distópico.

por | Jun 26, 2023

Black Mirror - Temporada 6: Los horrores del futuro tecnológico en el presente

En la sexta temporada de Black Mirror (2011-) ocurren varias cosas a la vez. Por un lado, hay una explotación novedosa de la meta realidad de la serie — con docenas de referencias a sus anteriores entregas —  y a la vez, una mayor consciencia de su cualidad de reflexión burlona sobre nuestra cultura. Al otro, una conciencia plena de que la producción de Charlie Brooker necesita evolucionar, en cualquier sentido posible, para mantenerse en pie. Mucho más, luego de llevar a una dimensión inquietante el concepto de la antología satírica y siniestra, por la que se hizo famosa. 

Por supuesto, esta heredera directa de The Twilight Zone (1959 – 1964) es un compendio sobre los temores colectivos, las obsesiones de las masas, pero en particular, del miedo al futuro. Lo que la convirtió en un éxito desde su estreno en Chanel 4 (Inglaterra) y que después, la convirtió en fenómeno de masas. Pero cuando el futuro se hizo tan parecido a la serie, como para que se hiciera difusa la diferencia entre ambas cosas, su mismo creador detuvo la producción de sus nuevos capítulos durante la pandemia.

“La realidad es ya bastante horrible” comentó y dejó claro que Black Mirror no tiene por intención aleccionar, señalar o aterrorizar. Su gran función — de tener alguna — es recordar que el presente se distorsiona, se hace más duro y brutal. Se convierte en una paranoia de época. 

No obstante, el regreso demuestra que Brooker aprendió la lección. No puede decir a la cultura contemporánea cómo vivir sus errores, pero sí burlarse de los que comete e incluso, de los brumosos espacios del miedo, como error capital de la imaginación del nuevo milenio. ¿A qué teme una sociedad hiperconectada, tecnificada, sin intimidad o privacidad? Desde ese punto de vista, la nueva entrega de Black Mirror comienza su recorrido.

Jane Is Awful: el terrarium de los pesares privados a plena vista

Joan (Annie Murphy) es realmente desagradable. O solo una persona corriente, depende de cómo se le mire. El caso es que lleva una vida llena de errores, pequeños deslices y también secretos, que preferiría estuvieran ocultos. Por lo que cuando Netflix — la plataforma hace su primera gran aparición en una de sus series insignes, pero no será la última — comienza a transmitir la serie episódica Jane is Awful, se encontrará en un terreno desconocido de vergüenza y horror. Eso, debido a que el programa no es otra cosa que su vida, convertida en un drama de streaming de dudosa calidad. 

El episodio encabezado por la actriz Salma Hayek es uno de los mejor escritos y más cercano al humor retorcido que caracterizó a la serie en su primera temporada icónica. La directora Ally Pankiw ha reconstruido la idea de la vida como un espacio sin límites de intimidad, pero con un tono más cuidado y moderado de lo que podría pensarse en una premisa tan obvia.

El episodio recorre una trama angustiosa sobre la identidad fragmentada y las perspectivas perturbadoras, en especial las actuales relacionadas con la constante observación de la vida. La concepción de un totalitarismo de las comunicaciones, motivado por la necesidad de fama y reconocimiento, profundiza en el miedo actual sobre la información como medio de dominación.

Las aguas profundas de Loch Henry

En el segundo episodio, titulado Loch Henry y dirigido por Sam Miller, se entrelaza la idea de documentar el presente con la búsqueda del pasado como panacea de una versión de la verdad. Aunque su trama carece del humor del primer episodio, va en la misma dirección. El argumento explora la necesidad de descomponer la realidad y hacerla más comprensible, distorsionando la posibilidad del horror como un medio para comprender al individuo.

¿Qué es el presente y el pasado, sin nadie que lo interprete? Si el episodio anterior profundizaba en la obsesión por ser reconocido, este se enfoca en la teoría subyacente de la búsqueda de justificaciones. Aunque el pasado no puede ser cambiado, si se comprende, se puede interpretar.

Mucho más, cuando su último tramo, se burla directamente de Netflix y su consumo desvergonzado de documentales basados en el True Crime y otros contenidos semejantes. Lo que convierte a la travesía en un tipo de miedo sobre lo que somos y la identidad reconstruida a la medida de los medios a al alcance.

¿Quiénes somos en medio de las piezas rotas y malogradas de una búsqueda de significado? A través de un hecho violento, Black Mirror vuelve a tratar de entender los dilemas de una sociedad saturada de información, vanidosa y que regurgita sus propios horrores. 

En los terrenos del miedo 

La tercera historia, llamada Beyond the Sea, aborda temas familiares de la tecnología avanzada y las cuestiones éticas que plantea su uso. Es el episodio con más actores famosos en su reparto y también el más oscuro y singular. El director John Crowle, logra que este viaje a una línea de tiempo alternativa sea más que una simple historia de viajes en el tiempo, tan comunes hoy en día.

Los personajes interpretados por Aaron Paul, Josh Hartnett y Kate Mara reflexionan sobre la idea de la existencia basada en las posibilidades de la realidad. Pero también, que cada una de esas partes está vinculada, unida y coexiste con la existencia humana, en toda su complejidad y en ocasiones, perversa concepción de la pertenencia y el amor. 

Aunque el guion de Charlie Brooker le da un tono siniestro a la trama del tiempo desdoblado, el final del episodio no está a la altura de los esfuerzos narrativos previos. Es especialmente frustrante porque los brillantes hilos argumentales, en particular el de Kate Mara, conducen a un escenario previsible. Es la historia que explora de nuevo la incertidumbre del futuro y tiene más parecido con la habitual identidad de Black Mirror

No obstante, a pesar de su sólido apartado visual y tener algunas de las secuencias más intensas, brutales y simbólicas de la entrega, falla al reflexionar sobre los motivos que llevan a sus personajes a tomar decisiones extremas. La insinuación de que la naturaleza humana no evoluciona con la misma rapidez que la técnica que le rodea — lo que derivaría en más de un dilema ético — se deja a un lado, en beneficio de una historia de amor e infidelidad plana e intrascendente. 

El terror puro

Este problema también se observa en las otras historias. Mazey Day, con su moraleja sobre la fama, tiene un trasfondo ético interesante, pero no profundiza en él lo suficiente. Eso, a pesar de su giro violento y sobrenatural, que se esfuerza por crear una alegoría de la violencia de nuestra sociedad que canibaliza a sus ídolos, a través del género del terror. 

Demon 79 es una historia intrigante que se destaca como la única de terror en cada uno de sus códigos, en la antología. El capítulo, que además, pertenece a la llamada subclasificación Red Mirror -que abre las puertas a géneros puros en la serie- se centra en el reflejo de la oscuridad humana. Sin embargo, aunque el episodio promete construir una amenaza psicológica, no logra mantenerla.

La historia explora el miedo desde la elección entre el mal menor en una situación desesperada, lo que aumenta la tensión a medida que se acerca el final. Sin embargo, la conclusión no es creíble ni sólida, y podría decepcionar a los espectadores que esperaban una resolución más satisfactoria. A pesar de esto, Demon 79 sigue siendo un agregado interesante que demuestra la decisión de Black Mirror de continuar explorando en sus propias tinieblas. 

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