Con el diario del lunes, es fácil decir que la película de Barbie estuvo siempre destinada a convertirse en una de las más exitosas, culturalmente relevantes y taquilleras de los últimos años. Pero en este equipo -integrado en su mayoría por mujeres- la veníamos esperando desde el momento en que se anunció que Greta Gerwig iba a ser su directora, con un guion co-escrito junto a su esposo Noah Baumbach.
Es que ambos son reconocidos por su trabajo en el cine independiente por películas que a menudo tocan temáticas alrededor de las crisis existenciales y el paso de la juventud a la madurez. Por eso, también sabíamos que se trataría de una película profundamente introspectiva, más allá del tinte color rosa y la apariencia de tanque comercial e inofensivo para toda la familia. Ahora es cuando la cuestión se pone más interesante.
Una Barbie para cada uno
Barbie apuntó con su campaña de marketing a un público amplio en rango etario, a la nostalgia de las niñas que jugábamos con la muñeca y soñábamos con ella, y a la desconfianza de aquellas para quienes representa todo lo que está mal. A madres, hijas, hermanas, primas y tías. Pero también, a la curiosidad de los hombres que nunca terminaron de entender del todo el fénomeno. Y a las nuevas generaciones, que crecieron con las Bratz o las muñecas de Disney (o los celulares) y nunca tocaron una Barbie.
También a los cinéfilos, por el atractivo de los autores detrás de la propuesta, y al público general, porque Barbie sigue siendo una marca mundialmente reconocida y la promoción de la película se encargó de reforzarlo. Memes instantáneos, trailers divertidos, una banda sonora pegadiza y un diseño de producción alucinante que ya se veía desde las primeras imágenes promocionales y las influencias que citaba Greta Gerwig para la construcción de su mundo. Incluso la noticia de que el planeta entero se había quedado sin pintura rosa formó parte de la campaña.
She’s Everything
Barbie es para todos porque Barbie ES todo. El tagline de la película fue replicado en todas partes y el chiste fue hacerla contrastar con Ken, que es solo Ken. Para Mattel, Ken no importa, es un accesorio de Barbie. Entonces, ¿qué mejor antagonista que el muñeco que la acompañó casi toda la vida, siempre en las sombras? La idea de Gerwig y Baumbach fue brillante, y su ejecución más aún. A pesar de la arrolladora campaña de marketing, nunca se reveló nada más allá de la sinopsis oficial y los primeros veinte minutos. Un logro monumental si tenemos en cuenta que la empresa de juguetes quiere -antes que nada- vender juguetes.
La ingeniosa campaña de Barbie nos brindó la información a cuentagotas, y llegamos al cine sabiendo poco y nada sobre el verdadero argumento de la película. Y esto fue clave. Para una gran parte del público, Barbie los agarró con la guardia baja y completamente desprevenidos de lo que iban a ver. Hubo risas, hubo llanto, hubo indignación.
En su primera semana, Barbie fue calificada de anti-hombres, de inapropiada para los más chichos, de manifiesto feminista. Se prohibió en algunos medios y en varios países. Se dijo que el Ken de Ryan Gosling se robaba la película, a pesar de que Margot Robbie entrega el protagónico de su vida. Todos tenían una opinión, y todas eran muy opuestas.
Ahora sí, hablemos de la película
Barbie (2023) es una sátira pura y dura. Como género, no hay otra forma de definirla. Se inscribe en los códigos de una tradición narrativa que ridiculiza las costumbres de la sociedad a fuerza de ironía y exageración. Como subgénero cinematográfico, se ubica cómodamente como una de las mejores coming-of-age (historias de crecimiento) de los últimos tiempos, con su transparente analogía sobre el fin de la inocencia y el paso de la juventud a la madurez. Y ese crecimiento implica muchas otras cosas, incluso hay un paralelismo muy grande con su propia autora.
“Quiero ser parte de las personas que aportan significado, no lo que fabrican. Quiero imaginar, no ser la idea.”
Greta Gerwig empezó su carrera como actriz y muy pronto se involucró del otro lado de las cámaras, tanto en el guion como en la dirección. Sin embargo, pasaron años hasta que finalmente se sumó a las grandes ligas con su debut autoral, Lady Bird (2017). Una historia de coming-of-age semi autobiográfica que estuvo nominada al Oscar y le valió gran reconocimiento del público, la crítica y sus propios colegas. A partir de ahí, la figura de la autora estuvo presente en sus dos obras siguientes, Mujercitas (2019) y ahora Barbie.
Ruth Handler, la creadora de la muñeca, es un personaje clave en la historia. No solo porque es la responsable de la concepción de Barbie, sino por su rol como fundadora de Mattel, que no estuvo exento de polémicas. La película se burla de la actual junta de directivos, compuesta exclusivamente por hombres -con una masculinidad bastante deconstruida- que se creen inclusivos. Además rompen con las convenciones de Hollywood al no convertirse en los villanos absolutos, sino ser retratados como una empresa caprichosa con poca imaginación.
“Las ideas viven para siempre. Los humanos tienen un solo final.”
En uno de los grandes momentos de la película, la creadora le explica esto a su “hija” Barbie, que acaba de descubrir la vejez en el mundo real y la encuentra de una belleza conmovedora. Cansada de su vida perfecta de plástico en Barbieland, lo que más ansía la protagonista es sentirse parte de la naturaleza humana, con todos sus matices y complejidades. La línea final de la película acentúa la naturaleza femenina de esa humanidad, con una mujer que prioriza la relación con su propio cuerpo, en contraste con un final clásico en donde Barbie buscaría un trabajo cualquiera para adaptarse al mundo humano.
A lo largo de su camino, la muñeca descubre que el mundo real no es lo que pensaba y las mujeres no la pasan tan bien en su día a día. Pero está tan preocupada por sus propios problemas y su responsabilidad por arreglar “el velo que divide al mundo real del suyo” que no se da cuenta de cuál es el origen de esa frustración hasta que ya es tarde. Como la experiencia humana, que siempre llega después de vivirla y atravesar situaciones desafiantes.
En cambio Ken, acostumbrado a la frustración y la opresión, no tarda nada en descubrir la existencia del patriarcado. La inversión de roles funciona como ejercicio para repensar nuestro lugar en la sociedad, como disparador para reflexionar sobre nuestros privilegios y, por supuesto, como vehículo para satirizar el patriarcado.
Una vez instaurado en Barbieland, funciona como un virus a ser combatido, justamente porque es un agente extraño a ese “organismo” que responde activando sus defensas. “Darle voz a la disonancia cognitiva” que significa vivir conforme en una sociedad donde sos un ciudadano de segunda es el antídoto que fortalece a las Barbies para recuperar su autonomía, algo así como lo que le pasó a Ken en el mundo real.
No se trata de patriarcado versus matriarcado, y mucho menos de feminismo versus patriarcado. Se trata de replantearse el propio rol que cada uno cumple en la sociedad, ya sea el que nos fue asignado o el que elegimos. Precisamente, Barbie se burla de los extremos y sus consecuencias.
Por otro lado lo tenemos a Allan, el personaje que se siente incómodo con la masculinidad tóxica de los Ken, el que siempre dice algo para interpelarlos, pero nadie lo escucha. No solo es uno de los personajes más cómicos de la película, sino también el que rompe con ese binarismo de hombres versus mujeres que el patriarcado instala.
Al buscar igualdad, el feminismo busca incluir también a esas minorías ignoradas y oprimidas, que no se sienten representadas ni comprendidas en un sistema que ni siquiera las contempla. De hecho, hay feminismos (porque no hay uno solo) que también buscan la liberación masculina, esa que alcanza Ken cuando puede conectar con sus verdaderos deseos.
En conclusión
La película se ríe de todo y de todos. No se salva nadie, y el que crea lo contrario no estuvo prestando atención. No es una película panfletaria, como se viene leyendo por ahí, sino una invitación a replantearnos nuestro lugar en la sociedad. ¿Y por qué a través de la figura de Barbie? Porque es uno de los juguetes más influyentes de todos los tiempos, de esos que forman sentido cuando todavía somos muy jóvenes para poder cuestionarlo. Porque -nos guste o no- nos representa como sociedad, como cultura de masas y como consumistas. Por supuesto que la película también satiriza todo esto, sino no estaría completa.
Pero se hizo tanto hincapié en el discurso “feminista” de la obra, que sentimos necesario aportar al debate. Barbie no pretende ser un ícono feminista, sino una exploración sobre la condición humana. Es única en su tipo, justamente por la multiplicidad de temas que toca, aunque no profundice demasiado en ninguno.
En definitiva, es una película para todos los públicos sobre una muñeca que busca su lugar en el mundo, no es la escuela. Sin embargo, está buenísimo que una producción como esta invite a reflexionar sobre todo eso y la verdad es algo que hubiera amado ver de más chica, ver con mi mamá, debatir en familia. Barbie es la prueba de que, cuando no se subestima al público, salimos ganando todos.
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