Si hay algo especialmente valorable del documental Argentina ‘78 (2024) es su personalidad para dejar una tesis. Apalancados en el amplio trabajo documental existente y los registros históricos, los directores Lucas Bucci y Tomás Sposato toman los aspectos más polémicos de ese mundial y los ponen en consideración de los entrevistados, cuyo apartado también es un logro.
La lista va de César Luis Menotti y Daniel Passarella hasta Mario Firmenich, el principal dirigente montonero, pasando por las Madres de Plaza de Mayo y los periodistas holandeses que cubrieron las primeras rondas en Buenos Aires reclamando por los jóvenes desaparecidos.
El Mundial ‘78 fue un hito en la historia deportiva argentin,a pero también una mancha venenosa porque estuvo organizado por la dictadura militar más sangrienta de la larga lista de interrupciones democráticas que hubo en el país. Y en ese punto, el documental no se ahorra el compromiso de mostrar lo que a esta altura ya se sabe: en el mundo había serias denuncias y cuestionamientos por presuntas violaciones a los derechos humanos mientras la pelota giraba por el verde césped de los estadios reformados.
Pero como todo producto audiovisual que se precie de tal, Argentina ‘78 se hace algunas preguntas que no sólo operan directamente en el espectador, sino que son puestas en la cara de los invitados: ¿Quién ganó ese Mundial? ¿Quién gana un Mundial? ¿Los equipos? ¿Los gobiernos? ¿La sociedad toda, unida aunque más no sea por un mes en un estado de comunión nacionalista indestructible? Y algo más, que tiene ecos hasta hoy: ¿de qué sirve ganar un Mundial?
Claro que cada uno de los invitados tiene su respuesta. Menotti podría decir que los mundiales los ganan los equipos y el periodista Ezequiel Fernández Moores que lo hacen los países, pero esa pregunta resuena particularmente en el caso del Mundial cuya final se disputó a metros de la ESMA. Ya volveremos sobre ese punto.
El legado
Basado en el libro 78. Historia oral del Mundial, del periodista Matías Bauso, Argentina ‘78 alterna entre los aciertos deportivos de aquellos años y la aplicación de los peores métodos de secuestro, desaparición y tortura del gobierno de facto. Se posa sobre datos clave como el compromiso “heredado” de la dictadura para organizar el mundial, las dudas en la cúpula de las Fuerzas Armadas sobre su puesta en marcha y hasta el dato histórico de las intenciones de Menotti de renunciar a la AFA a partir de la intervención de la institución por parte de los jerarcas militares.
La contradicción, acaso el elemento que mejor define aquella gesta, habita los cuatro capítulos y se refleja en el testimonio de todos sus protagonistas. “Yo tenía la renuncia lista”, recuerda Menotti, conocido por sus ideas de izquierda, sobre su reacción al estado de cosas implantado a partir del 24 de Marzo del 76. “Recibí la copa del presidente, de Videla”, señala Pasarella, capitán indiscutido de aquel equipo. Y para explicar por qué Montoneros resolvió no boicotear el mundial, 40 años después Firmenich admite:
“Nosotros queríamos que Argentina saliera campeón, el mundial era una fiesta popular”
Pero tal vez el mayor hallazgo de este nuevo acercamiento al Mundial ’78 sean los testimonios sobre argentinos gritando los goles en casas de familia donde había desaparecidos. “Estela de Carlotto y su marido fueron a su habitación a llorar”, anota Fernández Moores. “Aunque estábamos chupados, queríamos que Argentina saliera campeón”, relata uno de los sobrevivientes de la ESMA, que siguió cada partido desde su confinamiento.
Y en este punto está la clave, la tesis de Argentina ‘78: el mundial fue el comienzo del fin de la dictadura, que la Guerra de Malvinas vendría después a coronar. Contrariamente a la vidriera de “orden y progreso” que pretendió montar la cúpula militar, los efectos de aquella gesta deportiva histórica pusieron al país (y al mundo) ante la verdadera cara del horror.
Después de eso, y con matices –más rápido, más lento, con más o menos manifestaciones–, empezaría la cuenta regresiva. Lo dice Menotti, protagonista indiscutido y alma mater de aquella consagración:
“Adentro de la cancha son 11 contra 11 y hay que jugar. Y Videla no era una persona de fútbol”.
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