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Sex Education – Temporada 4: Una despedida que es el comienzo de algo nuevo

La temporada final de la serie de Netflix enlaza sus nuevas temáticas con los arcos de sus viejos personajes y deja algunas preguntas sin contestar.

por | Sep 25, 2023

Sex Education - Temporada 4: Una despedida que es el comienzo de algo nuevo

El pueblo de Moordale donde transcurre Sex Education (2019-2023) existe fuera del tiempo y el espacio, donde los estereotipos americanos se mezclan con las sensibilidades europeas para abordar problemáticas universales, comunes a los teenagers de ayer y de hoy.

Desde su primera temporada, la showrunner Laurie Nunn supo construir un verosímil con sus propias reglas narrativas y código visual, donde el consultorio sexual de Otis (Asa Butterfield) y Maeve (Emma Mackey) no solo es posible, sino también necesario. Y donde cada personaje exhibe un balance de vulnerabilidad y acidez que lo hace único e irresistible.

Los adolescentes de la secundaria Moordale High sufren para expresar sus problemas porque no tienen un ambiente seguro en donde hacerlo. Pero en cuanto lo encuentran, todas las inseguridades quedan atrás para dar paso a una honestidad brutal, que los ayuda a encontrar la respuesta.

A veces, con una o dos sesiones es suficiente, y la mayoría de las veces, el éxito depende más de los factores de su propio entorno y puede llevar temporadas enteras, como en la vida misma. De alguna manera, la innovadora serie original de Netflix supo balancear estas cuestiones a lo largo de sus cuatro temporadas y encontrar un diferencial que la sigue haciendo única.

Fin de curso

La última temporada encuentra a los viejos alumnos enfrentándose a un nuevo ambiente, que puede ser tan prometedor como amenazante. La “escuela del sexo” no pudo resistir el embate del conservadurismo y cerró, dejando a sus alumnos con limitadas opciones para completar sus estudios.

Mientras que la mayoría se inscribe en la secundaria Cavendish, Maeve se instala en Estados Unidos con una beca universitaria para convertirse en escritora bajo la tutoría del prestigioso Thomas Molloy (Dan Levy). Y Adam (Connor Swindells) decide buscar un trabajo como pasante, convencido de que el colegio no es para él.

Uno de los mayores atractivos de la temporada reside en el contraste entre el desarrollo de los dos amigos protagonistas, Otis -atascado en el pasado- y Eric (Ncuti Gatwa) -que apunta hacia un brillante futuro. Pero también, en la exploración de nuevas problemáticas de índole sexoafectivo que aún no habían sido tratadas en la serie.

Otis queda en offside en su nueva y modernísima escuela, donde resulta no ser tan progresista como pensó y tiene problemas para adaptarse a las dinámicas pre-establecidas, donde los estudiantes más amables son los más populares. 

Es especialmente gracioso (e incómodo, pero en el buen sentido) cuando se pone en tensión su orgullo como hombre blanco heterosexual, que no puede no ser el centro de atención en una escuela que ya tiene un consultorio sexual. Otis se siente con derecho a disputar ese lugar, ya sea porque cree que “O” (Thaddea Graham) le robó la idea o porque él es mejor haciéndolo.

La nueva compañerita

Aunque Otis solo logra quedar en evidencia y eventualmente se da cuenta de que hay lugar para los dos, es una lástima que este nuevo personaje no sea más que un dispositivo de la trama para hacer avanzar su historia, que está un poco estancada en el mismo lugar desde hace un par de temporadas.

De paso, la presencia de “O” también sirve para disrumpir la hasta ahora exitosa carrera de la Dra. Jane Milburn (Gillian Anderson) y su indiscutida autoridad en materia de sexología. Y finalmente, para hacer que el trasfondo de Ruby (Mimi Keene) se enriquezca aún más. Uno de los puntos más celebrados de la temporada anterior y uno de los personajes con mejor -y más inesperado- desarrollo.

Sin embargo, parece que “O” solo existe para ser la nueva antagonista, sin lugar para desarrollar su propio arco, que presenta una nueva identidad en el hermoso abanico multicolor de Sex Education.

Aún más diversidad

Las identidades trans tampoco habían tenido su representación hasta ahora, algo bastante llamativo en una serie que habla abiertamente de sexo y disidencias. Sin embargo, la incorporación de nuevos personajes como Abbi (Anthony Lexa) y Roman (Felix Mufti) no solo solucionan este bache, sino que además se sienten como si siempre hubieran estado ahí.

Junto a Aisha (Alexandra James) integran el grupito de populares de la escuela, y si bien nos hacen sospechar de sus verdaderas intenciones, también rompen con los estereotipos de “mean girls” tan gastados en las ficciones de prepa. De hecho, se convierten en grandes aliadxs para Eric en la celebración de su identidad y en su nueva búsqueda religiosa.

La segunda mitad de la temporada adopta tonos místicos y un tanto surreales que hasta ahora no había tenido y pueden desentonar un poco con la propuesta general, lo que se refleja también en su identidad visual. Pero -por suerte- no termina de tomárselo demasiado en serio y juega más con la idea y lo que supone para el futuro de Eric.

Mientras tanto, Cal (Dua Saleh) atraviesa su propia crisis de identidad y su drama personal contrasta con el de Eric, con el que finalmente se articula en una de las escenas más emotivas de la temporada.

Lxs de siempre

Por su parte, Maeve vive el capítulo más trágico de su historia hasta ahora, poniendo de manifiesto una vez más cómo su propia familia y condiciones materiales se interponen en su desarrollo académico. Sin embargo, la inesperada aparición de dos figuras de autoridad femeninas harán las veces de mentoras para convencerla de que tiene el potencial suficiente para perseguir sus sueños. Y también nos dará un vistazo a las crueles presiones académicas de la vida universitaria, y a las dificultades propias de mantener una relación a distancia.

Otra que finalmente logra la paz consigo misma y encuentra su vocación es la adorable Aimee (Aimee Lou Wood), quien viene demostrando ser uno de los mejores personajes y de los que más evolucionaron a lo largo de las cuatro temporadas, junto con Ruby y Adam.

Su necesidad de expresarse y hacer catarsis de sus traumas la llevan a descubrir un talento que nunca supo que tenía, pero que encaja perfecto con su historia y su extrovertida personalidad. Y el catalizador es el sorpresivo regreso de Isaac (George Robinson), uno de los personajes más complejos de la serie, que también atraviesa su propio arco de superación personal, con el apoyo de su nueva escuela.

Sin embargo, hay momentos en los que todo se siente demasiado, porque son temas complejos y muchísimos personajes para desarrollar en pocos capítulos. En lugar de cerrar los arcos principales, la serie aborda cada vez más problemáticas y, promediando la temporada, no parece ni cerca de un cierre.

De hecho, el final de la serie se siente como un episodio más, casi como si en realidad fuera un nuevo comienzo. Esto no significa que dejen el final abierto para una nueva temporada (de hecho ya confirmaron que no va a seguir), sino quizás la decisión creativa es brindar una conclusión que también es un comienzo, como cuando terminamos la secundaria.

Todo concluye al fin

Si esa es la intención, la serie termina justo donde debería terminar, ya que la fórmula empieza a sentirse un poco desgastada y las subtramas estiradas. Algunos de los personajes que más sufren esto son Jackson (Kedar Williams-Stirling) y Viv (Chinenye Ezeudu), cada uno con un nuevo conflicto que apenas se llega a desarrollar y queda resuelto medio abruptamente hacia el final.

Por su parte, Adam también queda un poco desdibujado en función del arco de sus padres, la comedia romántica más inesperada que no sabíamos que necesitábamos.

Los docentes desaparecen por completo del panorama, excepto por algunos cameos muy bienvenidos y oportunos. Esta es una de las decisiones más acertadas de la temporada, que quizás debería haber dejado de lado por completo a sus personajes adultos para centrarse en los verdaderos protagonistas: los adolescentes.

Además, la llegada de un nuevo miembro a la familia Milburn (no solo la bebé de Jane) hace que la narrativa se sienta un poco desprolija por momentos. La aparición de esta hermana de la que nunca habíamos escuchado hablar antes, con su propio bagaje emocional a cuestas, nos sumerge en lo que parece casi un spin-off de la serie que estamos viendo. 

Sin embargo, Sex Education siempre será recordada por darle arcos interesantes a sus personajes secundarios, reinventarse en cada temporada con nuevas problemáticas y proponer un modelo de serie que toca temas necesarios y complejos con respeto y delicadeza, sin perder el encanto ni dejar de lado el entretenimiento. Además de ser un semillero de estrellas como pocas, que ya soltó a algunos de sus integrantes y promete un gran futuro para otros. Un balance que pocas series pueden lograr. Chapeau.

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Ana Manson

Editora