Hay algo que no deja que Peter (Woody Norman) duerma. Esos golpes en la pared no son normales. La voz que escucha a mitad de la noche no es algo que imagina. Pero por más que jure que es real, sus padres no lo toman en serio. Los susurros se vuelven insistentes, insinuándole cosas. Con el tiempo, el mundo del chico se transforma cuando empieza a preguntarse quién es realmente quien está del otro lado. O quién la puso ahí.
Una mirada diferente
Uno de los elementos más interesantes de TOC TOC TOC (2023) es el punto de vista en que la película está planteada. Porque si bien no se explicita ni se exagera para que quede en claro desde un comienzo, el relato cobra mayor sentido una vez que se comprende la importancia de la mirada de Peter. No solo forma parte fundamental en los temas que toca, sino que también hasta en la estética misma se muestra que aquel terror del que habla, el mundo que rodea a su protagonista, es aquel de un niño y nuestra perspectiva no puede estar ajena a eso.
Desde su primera escena, presentándolo aterrado en la oscuridad de su habitación, los miedos aparentemente irracionales que mantienen despierto a Peter resultan casi tan opresivos como el abandono o hasta el antagonismo de sus padres o las agresiones que sufre en la escuela.
Somos testigos de las pesadillas que el chico enfrenta día a día en un hogar que se ve como cualquier otra casa de los suburbios, pero que sin embargo logra sentirse tétrica. Atrapado en su soledad, tan solo la calidez de la señorita Devine (Cleopatra Coleman) parece darle esperanzas. Pero cuando su madre claramente desaprueba del acercamiento de quien considera una extraña, hace que hasta la atemorizante voz detrás de la pared empiece a resultar amigable.
Érase una vez un monstruo…
Puede resultar sutil, pero a medida que la película avanza es fácil reconocer cómo en lo visual nos recuerda un poco a esas ilustraciones que encontramos en los libros de terror infantiles. Así es como las luces proyectadas en la pared forman círculos perfectos, cada centímetro del jardín parece cubierto por redondas calabazas de todos los tamaños, o presenciamos sonrisas dignas del Gato de Cheshire en el País de las Maravillas.
Cada una de estas imágenes y composiciones están retocadas de manera que se alejen de la naturalidad, rozando a veces lo caricaturesco pero sin llegar a resultar chocantes. Hasta las sombras de los padres de Peter se convierten en enormes pilares que marcan sus presencias. No es un recurso tan lejano al usado en ciertos dibujos animados cuando los adultos eran solo reconocidos por sus piernas. Los papás se convierten así en seres que pierden la cercanía, torres amenazantes con las que hay una clara diferencia de poder.
Y a la hora de hablar de los padres hay que remarcar acá el gran trabajo que hacen Antony Starr (The Boys) y Lizzie Caplan (Masters of Sex) en sus papeles. Starr tiene una gran capacidad para que detrás de tensas sonrisas deje muy en claro su agresividad pasiva, dando la sensación de que en cualquier momento está listo para estallar. Caplan, actriz que nos es ajena al terror, tomó hace poco la tarea de llenar los enormes zapatos de Kathy Bates al interpretar en Castle Rock (2018-2019) a una versión más joven de la enfermera y obsesiva fan de novelas rosas, Annie Wilkes. Acá la vemos pasar de la genuina ternura a ser sofocante. El dúo resulta amenazador, pero tiene suficientes capas de profundidad que ruegan que veamos más de ellos.
Pero los aplausos los merece el joven Woody Norman, quien pasó de coprotagonizar C´mon C’mon (2021) junto a Joaquin Phoenix y a quien esta semana también vimos en Drácula: Mar de sangre (2023). Si bien su papel es menor en la travesía marítima del vampiro, el chico brilla absolutamente en un par de escenas que lo tienen como un eje dramático. En el caso de TOC TOC TOC (Cobweb en su título original), demuestra tener el rango suficiente como para cargar un protagónico que por momentos demanda bastante para un actor de su edad. Sin duda Norman es alguien a quien prestarle atención como uno de los jóvenes talentos más prometedores de Hollywood.
Volviendo a los orígenes
Mientras el póster de la película intenta vendérnosla al destacar que su productor es el mismo de It (2017) y Barbarian (2022), su director ya se había ganado la atención de los fans del horror con su interesantísima Marianne (2019). Esta serie de Netflix se cuece a fuego lento, con un Samuel Bodin que lograba balancear el drama con el terror sobrenatural mientras ponía al centro otra figura que nos aterró en nuestra infancia: la bruja.
En el caso de esta película, construye una historia, que si bien se sostiene en sí misma, las producciones que lo influenciaron resultan fáciles de identificar. Así encontramos obviedades como el clásico The People Under the Stairs (1991) del maestro Wes Craven, hasta el niño abandonado por la humanidad que encuentra apoyo en el monstruo, en quizá la faceta más turbia de Let the Right One In (2008). También hay referencias más directas como sucede con Coraline (2009) de Neil Gaiman o algunas cuestiones visuales del terror japonés. Pero en lo que respecta a sus ideas, hay un aire a aquellos cuentos de hadas antiguos en donde la moraleja no temía ser contada con mutilaciones, una capa que cobra todavía más relevancia en el tercer y último acto.
Es justamente en ese final tan desatado en donde tanto la audiencia como la crítica encontraron el mayor conflicto, ya que el cambio tonal no resulta coherente para muchos. Pero no hay que olvidar que esta es una película sobre los terrores infantiles, sobre el monstruo en el armario, bajo la cama, o en este caso específico, detrás de las paredes.
El giro argumental que Bodin propone lleva a que la película se acerque más a ese terror “Clase B” que antes del 2000 resultaba mucho más permisivo. Esa es la gracia del terror. Puede no necesariamente hacernos saltar en el asiento, pero lo desconcertante de sus temas puede acompañarnos como una pesada carga a medida que los días pasan. En otros casos, puede ofrecer solo un zombie con una máscara de hockey que desafiando toda lógica mate a machetazos. Ambos son válidos y responden a distintas necesidades y gustos.
Si bien probablemente no fue estrenada en Octubre para evitar competir con franquicias de la talla de Saw X o The Exorcist: Believer, es una lástima que TOC TOC TOC se pierda de la inmersividad que una película tan enfocada en Halloween hubiese logrado al llegar a los cines para esas fechas. Aún es más grande la pena de lo mal recibida que fue, ya que si se logra entrar en su juego la película tiene todo lo necesario para ser parte de las listas que revisitamos cada Noche de Brujas.
En lo que si concuerdo con las críticas es en lo lamentable del CGI del final, algo que contrasta muchísimo con esa puesta visual tan bien lograda con la que convive. Pero detrás de sustos simples, buenos climas y algunas exageradas y divertidas muertes, encuentra mérito en sus buenas actuaciones, una interesante puesta visual y de ciertos toques de originalidad. Merece, por lo menos, ser vista con la mente abierta que teníamos cuando éramos chicos.
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