Hace varios años, el director de una de las trilogías de comedia más reconocidas de los 2000 dijo que había cambiado el rumbo de su carrera y se había enfocado en el drama, porque en el mundo actual ya no se podía hacer comedia.
Según Todd Phillips, el género es inherentemente irreverente y eso “ofende” en la actualidad. Por supuesto, todo culpa de la “woke culture”, sus palabras. Es muy bueno que una película protagonizada por Jennifer Lawrence lo refute por completo.
No Hard Feelings es la nueva comedia del director de Good Boys (2019), Gene Stupnitsky, un cineasta que demuestra que hacer reír hoy en día, que ser irreverente y plantear situaciones incómodas no es algo que quedó en el pasado, simplemente hay que saber ajustarlo a los tiempos que corren.
Larga vida a la comedia
Jennifer Lawrence protagoniza esta película, que en la superficie tiene una trama que parece pensada hace dos décadas, pero que sabe jugar con eso. La idea es que a los espectadores esto les sea evidente, no porque el humor que propone sea antiguo, sino porque es la manera de mostrar que la protagonista se quedó estancada en el tiempo.
Maddie es una lugareña de un destino vacacional de los ricos y poderosos de Nueva York, sus trabajos de temporada de verano son los que le permiten sobrevivir, en un pueblo que siempre fue suyo, pero en el que ya le es casi imposible vivir.
Necesita un auto, su trabajo como Uber es lo que más ingresos le da y si no consigue mucha plata para el final del verano, va a perder la casa de su madre. Así es como se encuentra con una propuesta de trabajo bastante peculiar.
Allison (Laura Benanti) y Laird (Matthew Broderick) son padres de Percy (Andrew Barth Feldman), un chico de 18 años que irá a la universidad en otoño y que es muy tímido. Les preocupa que no haya tenido nunca una novia, que no sepa socializar, y sienten que es hora de “sacarlo de su cascarón”. Por supuesto que la respuesta más lógica es contratar a una chica para que se acueste con él, y a cambio, la emprendedora recibiría un auto.
Maddie no tiene muchas más opciones, y si bien se pasa un poco del rango de edad que ellos están buscando (cumplió 29 hace unos años), el trato se concreta. Ahora, solo tiene que conseguir que Percy confíe en ella.
De nuevo, si leemos esta trama, este concepto, parece salido de una película que podría haber llegado a los cines a mediados de 2006, le agregamos un par de desnudos, chistes de doble sentido, algún accidente, y estamos. De hecho tiene todo eso, pero la gracia está en dónde la historia elige hacer foco, y cómo lo muestra.
Sin plata no hay paraíso
Voy a tomar un pequeño desvío antes seguir hablando de la película, porque quiero resaltar una parte específica, con la que pude empatizar enseguida: lo expulsivo que puede ser crecer en una ciudad turística.
Nací y me crié en Bariloche, uno de los destinos más elegidos de nuestro país. Siempre supimos que durante las vacaciones, teníamos que compartir nuestro lugar, pero el resto del año era para nosotros. El mejor momento para ir a la montaña era antes o después del verano; nada mejor que aprovechar marzo para acampar. De hecho, en medio de la temporada todavía había lugares que eran solo nuestros, esos que hoy los influencers de turismo publicitan a cientos de miles de personas como “el lugar secreto para visitar”.
Desde hace años, cada vez tenemos menos lugares a los que ir, y con el boom del trabajo remoto, son muchos los que decidieron mudarse allá. A una ciudad que no está preparada para tener tantos residentes, pero que se aprovecha de eso y aumenta todo a precio turista. No solo el lugar deja de ser de los locales, sino que para ellos es cada vez más difícil sobrevivir allá.
El núcleo de la película es este, es cómo una persona se ve obligada a hacer algo ridículo, porque ya no puede sobrevivir en el lugar en donde nació y vivió siempre. Los comentarios de los turistas que romantizan el lugar, pero menosprecian a los residentes. Todo esto es parte central de la trama, pero no necesita remarcarlo, ni convertirlo en un discurso panfletario. Está, se muestra, y eso es suficiente como para poder entender la motivación de Maddie.
Choque generacional
Desde el principio, el presentar el drama y motivación de la protagonista como una problemática social real, demuestra que la película sabe perfectamente en qué tiempo se ubica, y lo mismo ocurre con el humor.
La trama está llena de clichés, y la historia nos suena familiar, eso es cierto; pero esto no es necesariamente algo malo, solo hay que saber utilizarlos en pos de una historia original. Esto es justamente lo que hace Stupnitsky en No Hard Feelings (Hazme el favor, como la titularon acá).
Si, recurre a todos los lugares comunes de este tipo de comedias de engaño, pero les da un giro. Como si de alguna manera la película fuese autoconsciente de lo que está representando, y el humor más dosmiloso es el que usa Maddie, humor que no es aceptado; de hecho en la mayoría de las ocasiones, es condenado por la nueva generación con la que se ve obligada a interactuar.
Acá, ese humor irreverente es una manera de mostrar que la protagonista está estancada en el tiempo, se sigue comportando con el nivel de madurez de una persona en sus 20, en la época en la que ella tenía esa edad.
Esto tampoco es aleatorio: hay un desarrollo de su personaje que hace que esto se sienta real, orgánico a la historia, y es algo de lo que la película, y ella, se hacen cargo.
Así como su relación con Percy, un chico que pertenece no solo a otro estrato social, sino a otra generación. Por lo que el plan para salir con él tiene que modificarse de manera constante, porque lo que ella pensaba que iba a funcionar, no lo hace, y se ve obligada a sentirse vulnerable para poder conseguir el auto.
No es una rom-com, es una friend-com
La trama empieza con una falsa historia de amor, una mujer que tiene que engañar a un chico mucho más joven que ella y hacerle creer que genuinamente está interesada en él. Comúnmente, esto terminaría en un vínculo amoroso entre ambos porque el engaño se convierte en realidad.
Pero acá la diferencia de edad se encarga de descartar esa opción desde el vamos; con lo que sí juega es con el vínculo afectivo y de confianza que Maddie genera con Percy, cómo logra pensarse a ella misma desde otra perspectiva gracias a él.
Por supuesto que ayuda que Lawrence y Andrew Barth Feldman son grandes actores y su química es lo que lleva la película a buen puerto y logra un final no solo satisfactorio, sino también emotivo.
Nada de grandilocuencia
La industria del cine se está enfocando en propiedades intelectuales, en maximizar ganancias a través de secuelas, franquicias y mantener derechos. Ver una película original es cada vez más complicado, sobre todo cuando es una que no pretende ser el blockbuster del mes.
No Hard Feelings sabe perfectamente lo que es y no reniega de esto, lo abraza. Es una comedia con un gran corazón, con excelentes actuaciones y que entretiene. No quiere más, no busca más, y eso está muy bien, porque a veces solo necesitamos eso: ir al cine a divertirnos, y Jennifer Lawrence sabe cómo hacernos reír y mucho.
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