Mucho era lo que había escuchado este último par de años. La serie venía arrasando en las temporadas de premios y haciendo furor en el boca a boca, nuestra editora se había cansado de recomendarla en sus redes. Pero fue el año pasado cuando, volviendo del cine y listas para cenar, una amiga muy cercana y también compañera de PopCon, se puso firme y me dijo: “hoy nos sentamos y por fin te hago ver Ted Lasso”.
La serie demostró su encanto de inmediato y, pasados los primeros tres episodios sentí ese click tan particular. Es aquel mágico momento cuando sabes que te enganchaste y que a partir de entonces vas a buscar cualquier minuto libre para retomar donde la dejaste.
Por un par de semanas mis noches fueron acompañadas por el AFC Richmond, palpitando un Mundial de fútbol que se acercaba mientras día tras día, me encariñaba cada vez más con todos y cada uno de los personajes, hasta los más secundarios de la serie.
Pero algo especial sucedió, porque hay algo que no te avisan en las publicidades. Porque ya sea para los que empezaron a verla en pandemia u otros que como yo llegamos más tarde, Ted Lasso, con su característico mostacho, sus inagotables juegos de palabras y un humor que ante todo derrocha calidez, es un personaje que aparece en tu vida exactamente cuándo más lo necesitás.
El camino hacia la final
“You can’t always get what you want”, canta Mick Jagger en el hit que acompaña al tráiler de la última temporada. Es un tema que carga con una cierta tristeza, pero también un particular optimismo, una sensación que todos aquellos que esperábamos los últimos episodios compartíamos. La duda estaba en el aire. Desde un comienzo, su protagonista y co-creador, Jason Sudeikis (Horrible Bosses, Saturday Night Live), venía avisando que el plan era contar una historia en tres temporadas.
El primer episodio dejó muy en claro por qué el final de Ted en AFC Richmond era prácticamente inevitable y cuál era el camino a seguir. Tras la visita de su hijo Henry (Gus Turner) a Reino Unido, vemos a un Ted desganado, intentando ser tan optimista como siempre, pero completamente dolido al ver a su hijo alejarse de la mano de una azafata. Tras tres años de videollamadas y visitas esporádicas, esa falta le pasa factura. “No siempre podés tener lo que querés.”
Las relaciones paternales siempre estuvieron en el centro de la serie. Como director técnico del equipo, desde el primer día Ted dejó en claro que su mayor interés no era necesariamente ganar o perder, sino que lograr que los jugadores de su plantel pudieran, ante todo, convertirse en la mejor versión de ellos mismos. Solo es cuestión de ver lo lejos que personajes como Jamie Tartt (Phil Dunster), egocéntrico e individualista, logran llegar. Pasar de ser “uno en un millón” a “uno en once”, en el que es sin duda uno de los mejores arcos argumentales de la serie.
Ted es consciente del enorme vacío que puede alimentarse de una persona la falta de que alguien “crea” en nosotros. Es por eso que, intentando revertir el dolor de la falta de su propio padre, toma todos los días la decisión de hacer lo posible por transformar la vida de aquellos que lo rodean. Todo esto mientras se encuentra distanciado de su propio hijo.
El enamoramiento del rom-comunismo
“Si lo intentás puede que te des cuenta de que podés conseguir lo que realmente necesitás,” continúan los Rolling Stones. Con un Ted apagado que simplemente no puede afrontar las despedidas, Rebecca (Hannah Waddingham) lucha por convencerlo que se quede en Richmond, ofreciéndole traer tanto a su hijo como a su ex esposa para que juntos construyan un futuro en Londres.
Pero como si de la tierra de Oz se tratase, Ted sabe que es hora de golpear sus zapatillas rojo rubí y terminar con la fantasía. Ni siquiera el perfecto cliché de una rom-com en donde su jefa va a buscarlo al aeropuerto puede hacerlo cambiar de opinión. Queda en claro que ambos son almas gemelas, algo mucho más rico al darnos cuenta de que ese amor parecería ser platónico. ¿Puede que haya algo más? Ninguno se atreve a decirlo, el vínculo entre ellos es muy fuerte como para complicarlo y ambos saben que el regreso a Kansas es inevitable. Ni una bruja rosada o un ilusionista detrás de la cortina pueden arreglar todo con un pase de manos: Ted no puede ser tan egoísta de robar a su hijo de la vida que tiene en casa.
Con un emotivo montaje, observamos cómo la familia que deja en Richmond continúa con sus vidas. No es el final que necesariamente deseamos. Roy (Brett Goldstein) y Keeley (Juno Temple), esos opuestos que funcionarían perfectamente en una película romántica, cortaron su relación debido a las inseguridades de él. Ese triángulo amoroso con Jamie, que tranquilamente podría haberse llegar a una conclusión tras un vistoso y vacío gesto, jamás se resuelve.
Vemos, por el contrario, cómo Jamie se enfoca en recomponer su relación con su padre, mientras Keeley decide dejar de maternar a sus parejas y enfocarse en su vida profesional. Por su parte, Roy decide comenzar a hacer terapia, entendiendo que trabajar en sus problemas es un camino lento pero que, con esfuerzo, va a tener sus frutos. No es el final de ensueño, sino la conclusión que los personajes necesitan.
Es duro ver la vida que Ted dejó al otro lado del Atlántico y, sin dudas, hay mucha más tristeza en su mirada de la que comparte con nosotros. Al fin y al cabo, siempre dejó en claro que no es fan de las despedidas. Pero para Ted es un final ineludible, ya que cada momento de alegría que no podía compartir con su hijo era tiempo que lamentaba. Tras finalmente haber trabajado sus propios traumas respecto a la relación con su padre, regresa como una mejor versión de sí mismo. Es por fin el papá que Henry tanto necesitaba y todo lo que él siempre aspiró a ser.
Un camino de ladrillos y un cartel amarillo
“Coach, creo que ya no estamos en Kansas”
Ted le dice esto a Beard (Brendan Hunt) en el primer episodio, marcando el primero de un sin fin de guiños a The Wizard of Oz (1939) que se fueron explicitando durante las tres temporadas. Así vemos cómo el poco brillante pero carismático Jamie gana inteligencia (ante todo emocional) como el Espantapájaros o el duro Roy de a poco abrió su corazón como el Hombre de Hojalata.
Con una segunda temporada que lograba mostrar las grietas detrás del optimismo de su protagonista, la serie se atrevió a tocar cuestiones más profundas. Temas como la toxicidad masculina empezaron a resonar, haciendo hincapié en el León Cobarde de Nate (Nick Mohammed), quien pasó de ser foco de las burlas a canalizar sus frustraciones en lastimar a otros para sentirse más grande. Es así como la salud mental se convirtió en un conflicto central, entre varios de los temas que el deporte tiende a negar, como es lo amenazante que puede resultar el ambiente del fútbol hacia los jugadores homosexuales.
Llegando hasta a dar una charla sobre esto en la mismísima Casa Blanca, Ted Lasso demostró lo enorme que fue el camino que el personaje recorrió, más teniendo en cuenta su particular origen. Sudeikis explicó el porqué de la trasformación de Ted, mucho más agresivo y satírico en sus comienzos. Sumar más cinismo a los tiempos en que vivimos es algo a lo que el actor no quería contribuir, un acierto teniendo en cuenta como el público recibió a su creación.
Me incluyo, ya que aquel tipo que en un comienzo pensé me iba a resultar insoportable rápidamente se ganó un lugar en mi corazón. Con un Roy Kent que me había seducido por lo pasional de sus insultos, fue la amabilidad de este pseudo Ned Flanders y sus eternos juegos de palabras lo que terminó por cautivarme. Y eso es lo que Ted Lasso (2020-2023) hace mejor: recordarnos que no debemos juzgar a la gente por nuestra primera impresión, invitando a que tengamos una sana curiosidad en su lugar.
Con un elenco que no para de hacer guiños en las redes con la posibilidad de un futuro spin-off, nos preguntamos si la serie más exitosa de Apple TV+ tendrá su continuación en una nueva era para el AFC Richmond con Roy Kent como su nuevo director técnico. Quizás podamos acompañar a Keeley y Rebecca mientras su proyecto de una liga femenina llega a la luz.
Independientemente de si esto es un adiós o no, o si veremos a Ted cuando se reencuentre con esa familia nacida en un club de fútbol, la serie siempre va a estar a un click de distancia pare reconfortarnos como una bebida caliente en un día frío y de lluvia. Como un abrazo de un viejo amigo o un aroma que nos transporte a nuestra infancia. Como el grito de un gol compartido por todo un país.
Gracias, Coach. Y hasta que nos volvamos a ver, Ted Lasso.
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