“Sandman cambió el modo en el que pensaba sobre las historias. Me enseñó que una línea argumental puede ser gentil y dispersa, sin romperse. Me mostró las delicias del camino deambulante, de detalle aparentemente perdido e inocuo. Me mostró el poder de la melancolía. Me mostró que una historia sobre historias no solo es posible, sino que también es atractiva.”
En la reedición de The Sandman de 2018, cuando ya era un fenómeno reconocido mundialmente, el escritor Patrick Rothfuss (El nombre del viento) intentó explicar cómo lo había hecho sentir el cómic original la primera vez que lo leyó. Digo lo intentó, porque -al menos para él- no parece haberlo logrado. En cada párrafo de ese generoso prólogo, las palabras no le resultan suficientes para expresar todos los modos en los que la obra de Neil Gaiman le cambió la vida. Y con estas expectativas inconmensurables, nos invita a sumergirnos en la historia de Morfeo, el Señor de los Sueños, y su fascinante universo.
Durante muchos años, décadas enteras, la adaptación de Sandman buscó abrirse paso en el cine. Con una legión de fieles lectores en todo el planeta, el creciente prestigio de la industria y 3000 página publicadas, la historia de Morfeo deambulaba por el mundo de la vigilia sin encontrar su lugar. Era simplemente imposible traducir todo ese universo a otro lenguaje en solo dos horas, sin despojarlo por completo de su esencia y de todo lo que convierte a Sandman en lo que es. Pero el auge de la televisión le dio a la historia una nueva oportunidad de trasladarse al medio audiovisual sin perder su espíritu en el intento.
En el contexto de una charla con el escritor George R.R. Martin (Canción de Hielo y Fuego) por el estreno de The Sandman en Netflix, Neil Gaiman admitió frente a su viejo amigo que había sido el éxito de Game of Thrones (2011-2019) lo que lo había animado a embarcarse en este ambicioso proyecto. No tanto por lo que significó a niveles de audiencia y como fenómeno cultural, sino más bien por la emoción de ver cobrar vida a los personajes que había creado en la página, dialogando e interactuando entre ellos en la pantalla. Eso fue lo que movilizó al autor a involucrarse en la producción y dar luz verde al proyecto, que siguió muy de cerca en calidad de productor ejecutivo.
Finalmente, la primera temporada de The Sandman (2022-) estrena hoy por Netflix, y el resultado final es lo que toda adaptación debería ser: una serie que no solo respeta el material original, sino que lo reinterpreta y transforma lo necesario para llevar la historia a otro medio con reglas completamente distintas. Y que, sin embargo, logra captar su esencia como ninguna otra. Desde la elección del elenco hasta los detalles en el diseño de personajes y la dirección de arte, cada decisión creativa transmite no solo el amor por la historia, sino también una comprensión de su alcance y el impacto de la obra en su dimensión más emocional.
El sueño de los justos
Decidir cómo adaptar una obra tan compleja y querida es, sin dudas, una tarea de valientes. David S. Goyer (Batman Begins, The Dark Knight) y Allan Heinberg (Wonder Woman, Sex and the City) fueron campeones de esta hazaña, con la bendición de Neil Gaiman y la producción de Warner Television. Su estreno en Netflix es el azaroso resultado de una puja de intereses y ofertas de las plataformas de streaming para distribuirla, que bien podría haber ganado HBO Max o cualquier otra.
El punto es que la calidad de esta serie no depende de los caprichos de un estudio relativamente nuevo -e infame por sus últimas adaptaciones y cancelaciones- sino de un equipo de producción que tiene casi tantos años como la televisión misma y es responsable de éxitos de la talla de E.R. (1994-2009), Friends (1994-2004), The West Wing (1999-2006), Veronica Mars (2004-2007), Supernatural (2005-2020), Fringe (2008-2013), Lucifer (2016-2021) y Westworld (2016-), entre muchísimas otras.
Pero listar nombres y responsables no le hace justicia a esta adaptación, solo pavimenta el camino para los más escépticos. Una incredulidad justificada en esta era de producciones descartables, por cierto, pero que de a poco va abriendo paso a un interés genuino por adentrarse en un mundo que desafía los límites de cualquier formato.
The Sandman no es un relato clásico en el estricto sentido de la palabra, ni tiene una narrativa lineal que permita estructurarlo en prolijos episodios con principio y fin. Es más bien un universo de historias complejas e interconectadas entre sí, en un delicado equilibrio que construye líneas argumentales hacia todos lados. El verdadero desafío es plantear el funcionamiento de este mundo y las relaciones entre sus personajes en apenas una temporada, para abrir paso a lo que sigue.
“Los cómics son cómics. Tienen 24 páginas y seis paneles por página. Y eso no se puede filmar.” ~Neil Gaiman
Los diez episodios de la serie que estrena hoy adaptan los dos grandes arcos de los primeros tomos de The Sandman, publicados originalmente entre 1989 y 1990 (Preludios y Nocturnos y La Casa de Muñecas) con la mayor fidelidad posible a la obra original. Tanto el mundo de los sueños como el de la vigilia retratados cobran vida en la pantalla y se aggiornan a los tiempos que corren en la medida de lo necesario, respetando todo aquello que Gaiman propuso hace más de treinta años (y que ya era rupturista en ese momento).
Los detalles más importantes del cómic, aquello que hace a la esencia de este universo narrativo, están presentes de maneras ingeniosas y sutiles. Mientras que los nuevos elementos son incluidos con naturalidad, ya sea para funcionar como necesarios dispositivos de la trama en este nuevo medio o por cuestiones que exceden lo que se puede hacer en la pantalla.
Galería de sueños y pesadillas
Más allá de las diferencias obvias y las necesidades propias del formato televisivo, la elección del elenco era una de las cuestiones claves en una adaptación de este calibre. Y, según el mismo Neil Gaiman, una de las que más lo preocupaban (al igual que a los fans). El protagonista despejó todas las dudas desde el primer momento, cuando se mostró un avance exclusivo en el evento mundial de Netflix el año pasado y todas las dudas comenzaron a disiparse. Tom Sturridge es la elección perfecta para encarnar a Sandman por cientos de razones.
Su parecido físico y la impresionante transformación del personaje a lo largo de la historia es solo una de ellas, pero el actor demostró estar inmensamente comprometido con el material original, al punto de leerlo una y otra vez hasta entenderlo por completo y fundirse en el mindset del personaje. Su trabajo con la voz es otro de los grandes puntos a su favor, interpretando las líneas de Morfeo con la cualidad ominosa que transmiten las páginas. Así como el distintivo brillo en sus ojos, otro de los aspectos icónicos de las viñetas que se traduce sutilmente a la pantalla.
No se trata solo de fidelidad a los cómics, sino de una compresión del material que va más allá de cualquier compromiso laboral y requiere una conexión mucho más profunda y personal. Eso mismo fue lo que vio Neil Gaiman cuando el elenco se reunió completo por primera vez en la San Diego Comic Con, casi interactuando entre ellos con la misma complicidad que sus personajes.
Charles Dance, Gwendoline Christie y Mason Alexander Park fueron los primeros en querer unirse al elenco, los dos primeros (Tiwyn Lannister y Brienne de Tarth en Game of Thrones), alentados por la amistad de Neil Gaiman con su autor George R.R. Martin y -en el caso de Gwen y Mason– por el gran fanatismo que comparten por el cómic original. Park incluso lleva tatuado a su personaje (Deseo) en la vida real y sus escenas encarnando al Eterno demuestran que es la elección ideal para el papel.
Christie, por su parte, se autoconvocó para encarnar al ángel caído del cristianismo, el Lucero de la Mañana, el mismísimo Lucifer. Su retrato estilizado y andrógino refleja el concepto original que Gaiman había elegido para el diseño del personaje, imaginado a partir del icónico David Bowie. Con sus 1,91 metros de altura y sus imponentes alas, la actriz representa en pantalla esa amenaza formidable para Sueño, a pesar de su aparente ambigüedad.
En el extremo opuesto, David Thewlis encarna lo más terrenal y mundano de la Humanidad, un hombre con ínfulas de superioridad y corrompido por un poder más grande de lo que puede llegar a comprender y, mucho menos, poseer. La historia de este personaje alcanza su máximo expresión el el episodio 24 Horas, al cual Tom Sturridge definió como “una orgía asesina”. Es una gran pieza televisiva y un excelente ejemplo de cómo hacer lo que se llama un episodio embotellado -que contiene su propia historia y se sostiene por sí mismo- dentro de la trama principal de la serie.
Del lado de los que todavía se animan a soñar con la felicidad, tenemos en la segunda parte de esta temporada -adaptando el arco La Casa de Muñecas correspondiente al segundo tomo publicado- viejas caras conocidas como John Cameron Mitchell (el creador y protagonista de Hedwig and the Angry Inch, papel que también interpretó Mason Alexander Park en el teatro), el queridísimo y talentoso Stephen Fry (Gilbert), además de Razane Jammal (Lita Hall), Sandra James-Young (Unity Kincaid) y Vanesu Samunyai (Rose Walker) en los roles más prominentes de esta mitad de temporada.
El principal antagonista de Sueño en esta versión es una de sus propias creaciones, quien pone en peligro al mundo entero al caminar por el plano terrenal. Boyd Holbrook (Logan, Predator) interpreta a El Corintio, una pesadilla que se escapa del reino onírico para sembrar terror en el mundo de los despiertos. Como todo buen villano, él mismo tiene una justificación mucho más intrincada sobre sus acciones y es además el principal responsable de casi todos los males que se desatan en esta introducción, apareciendo mucho más temprano en la serie que en la historia original.
Por su parte, Jenna Coleman (Doctor Who) interpreta una versión familiar del popular John Constantine, un personaje de DC Comics tan disputado legalmente que da lugar a la aparición de Johanna en este arco. Fue uno de los cambios más comentados por los fans, y sin embargo le aporta un elemento original y fascinante a la mitología de la serie, que solucionó con gracia un problema ajeno. Tampoco afecta a la narrativa el cambio en la apariencia de Lucienne, la Bibliotecaria de Sueño y su segunda al mando. Quizás lo más llamativo es la omisión de una historia en el pasado de Sandman, que se menciona solo al pasar y deja la puerta abierta a su desarrollo en una próxima temporada.
Otro de las principales aciertos es la aparición temprana de Matthew, el cuervo que acompaña a Morfeo en ambos planos, que hace las veces de alivio cómico. El timing impecable de Patton Oswald para el humor es lo que hace que este personaje, absolutamente opuesto a Sueño en su languidez y severidad, sea no solo adecuado sino también bienvenido en esta nueva versión de la historia. Además, la voz del comediante es una presencia continua en las producciones favoritas de todo nerd que se precie de tal. Al igual que la sorpresiva incorporación de Mark Hamill (Star Wars) como la voz de uno de los personajes más queridos del cómic: Merv Pumpkinhead.
El sonido de sus alas
Neil Gaiman contó en la presentación de la serie, que a menudo la gente se acerca a él para agradecerle por su versión de la Muerte y decirle que este personaje, tan optimista y generoso, los había reconfortado al momento de atravesar el duelo por la pérdida de un ser querido. Así de trascendental es The Sandman en la vida de sus lectores y ese legado es el que heredó Kirby Howell-Baptiste, la actriz que interpreta a la mismísima Parca en el universo creado por Gaiman. El autor le advirtió que, a partir del estreno de la serie, su imagen sería la que la gente vería cuando pensara en la representación física de la Muerte.
En este amplio universo de historias interconectadas, todo relato, personaje, detalle y nombre tiene un propósito. Todo forma parte de un gran entramado, pero lo importante no es el destino, sino el viaje. En ese recorrido a través del mundo de los Eternos, entre el reino onírico y la vigilia, entre la fantasía y la realidad, algunos pasajes se quedarán con nosotros para siempre.
Si algún episodio te resulta menos atractivo que otro, seguí viendo, recomienda Gaiman, porque todos son distintos. Hay relatos autoconclusivos, hay algunos que lo parecen pero en realidad no lo son, hay espacio para sorprenderse y maravillarse en cada nuevo capítulo. Y hay uno en particular que sobresale entre todos los demás.
El episodio 6 de la primera temporada tiene como hilo conductor a la Muerte. Pero las formas en las que se representa a la hermana preferida de Sueño son una celebración de la vida y todo lo que hace que valga la pena vivirla. La narrativa se desdobla para introducir a este icónico personaje y su filosofía, mientras va dando paso a una de las historias de amistad más bellas jamás contadas.
No vas a poder dejar de pensar en este episodio durante días y, probablemente, nunca más. Ese es el poder de las historias y eso es lo que tan claro tienen los creadores de esta serie, que se arriesgaron a hacer una adaptación casi tan disruptiva como el material en el que está basada. Y eso, especialmente hoy, merece ser celebrado.
Leí Sandman en los 90’s, lo releí mucha veces, soñé por años con nuevos números en comiquerias que nunca existieron aquí en Neuquén, soy profesor de literatura tanto por Shakespeare como por Sandman (Y Alan Moore). Debo declarar con dolor que la serie empezó decentemente con varios problemas, pero aun así hacia pie, tuvo un milagroso episodio en El son de sus alas, y se empezó a caer en Casa de muñecas para precipitarse hacia el olvido. Muy lejano al alma del cómic, muchos cambios innecesarios en la trama, la historia, en el tono, en el caracter de todos los personajes. Si fuera malo diría que del comic a la serie hay un abismo como de Borges a My Little Pony.
La ame completamente, al principio me cautivaron momentos como la gárgola y Lucifer. Y en otros aburrida, como el capítulo 5 que se pierde el protagonista. Y a partir del capítulo 6 todo cambia me encantó, fascinó y me dejó con ganas de más. Espero que sigan así y mejoren. Tiene una trama sólida y posiblidad de evolucionar. Sin leer los comics, que ahora lo haré porque me atrapó este mundo.