Al fin una buena

The Last Of Us: La serie de HBO es un clásico inmediato de las adaptaciones

Llega la esperada serie con un despliegue de producción a la altura de las exigencias de los fans y una poderosa narrativa sobre la pérdida y la esperanza.

por | Ene 10, 2023

The Last Of Us: La serie de HBO es un clásico inmediato de las adaptaciones

En la nueva serie de HBO, la supervivencia es un acto de fe. Lo insiste durante varios capítulos Joel (Pedro Pascal), también Ellie (Bella Remsay) y de hecho, toda la atmósfera de la producción. En lugar de un escenario apocalíptico signado por la brutalidad – o solo eso – The Last of Us (2023-) es una reflexión sobre la naturaleza humana y su capacidad para resistir. También, sobre los motivos por los cuales lo hace: lo que subyace bajo la oscuridad de una tragedia, el dolor convertido en futuro y el pasado, las lecciones simples, incapaces de ser comprendidas a cabalidad.

De la misma manera que el juego, la largamente esperada adaptación intuye el valor de la capacidad para luchar, para enfrentar lo desconocido, pero en especial, para seguir en una ruta – casi mitológica en su dureza y en su espiritual relevancia – hasta encontrar un objetivo. Pero todo lo hace desde la sencillez. La serie basa su efectividad es su sobriedad y elegancia. El primer indicio de la infección que llevará al mundo a su final es un pequeño temblor en la muñeca de un muchacho. Un asomo breve, singular y casi irrelevante de lo que ocurrirá a no tardar. Pero para Sarah (Nico Parker) se trata de un pequeño incidente. Uno que después tomará forma, se redimensionará en una realidad monstruosa, imposible de imaginar de inmediato. 

Nico Parker interpreta a Sarah en The Last of Us de HBO

De hecho, lo que más sorprende del guion de Craig Mazin y Neil Druckmann es su cualidad paciente. Nada parece apresurado en la manera de explicar el apocalipsis que se avecina. Tampoco artificial o forzado. La serie detalla el escenario con minuciosidad. Sin embargo, lo hace sin exagerar o dramatizar. Los primeros diez minutos de la serie relatan la tarde cualquiera de una adolescente corriente. Una, sin embargo, que está destinada a enfrentar la caída del mundo tal y como lo conoce. A ser parte de una circunstancia violenta que se desarrolla fuera de pantalla, mientras Sarah es testigo de su diminuto rastro. 

La historia resulta inmersiva en los numerosos detalles que deja a su paso para anunciar lo que está a punto de pasar. La producción es consciente que su historia es familiar para la mayoría de los televidentes. Que forma parte de una experiencia colectiva de enorme relevancia cultural, que sostiene el interés en su adaptación para televisión. Por ese motivo, tiene particular cuidado en que lo que cuenta, sea tan innovador como reconocible. Sarah va de un lado a otro de Austin (Texas), un 26 de septiembre del año 2003. Es el último día de la vida como hasta entonces la disfrutó.

Fidelidad y cuidado por la narración original

La serie construye su escenario aterrador con cuidado. Hay una amenaza cercana, total y potencialmente devastadora que está ocurriendo con rapidez. Una que se anuncia en un curioso prólogo protagonizado por John Hannah (The Mummy) que retrotrae la historia a 1968 y se pregunta en voz alta qué podría arrasar con la vida humana como la conocemos. 

Se trata de un añadido de información que aclara que, a diferencia de otras historias similares, lo que pasará en el relato no es un accidente. Es una consecuencia de fenómeno que se gestó en la oscuridad, que sucedió casi frente a los ojos de un mundo desprevenido. Un tipo de peligro que parecía impensable cuarenta años atrás, pero que tuvo el tiempo suficiente para desarrollarse hasta volverse imparable. 

Los guionistas dotaron a la serie de un contexto sustancioso que emula, en cierta forma, la atmósfera claustrofóbica del juego. En especial, en cómo imaginar la amenaza biológica que se desarrolla con lentitud, pero a paso inexorable. En The Last of Us, la idea del apocalipsis no ocurre por la pérdida del control, sino por una inevitable sucesión de sucesos invisibles. De la misma manera que en el juego, el hongo Cordyceps (que incluso aparece en los títulos iniciales), es el detonante del apocalipsis. Lo es, tanto como para que sus síntomas sean puntos aleatorios, hasta convertirse después en un cuadro físico total. 

Pero para cuando el argumento encuentra a Sarah Miller, sentada en el aula de una de sus clases, la amenaza parece ínfima. Un movimiento convulsivo y rápido, en la mano de un muchacho a unas filas de distancia en la que se encuentra sentada. Ya está infectado, aunque ni ella ni él lo saben. Lo mismo que varias personas con las que Sarah se topará a lo largo de la tensa y bien ejecutada primera hora de la serie. Para cuando, finalmente, el horror muestra su verdadero forma, el relato deja claro que ya es tarde para huir. 

la historia de la caída del mundo

La cámara enfoca la tragedia desde lo íntimo, entre el miedo de los miembros de una misma familia. Las calles convertidas en campos de batalla inexplicables. Progresivamente, la amenaza surge. En todo su poder y capacidad para destruir la realidad y dejar a su paso una inquietante oscuridad. 

La serie se toma el cuidado de mostrar el advenimiento de los clásicos clickers (las criaturas afectadas por la infección conocidas como “chasqueadores”), desde sus indicios iniciales. La tercera fase de la transformación no se muestra durante todo el primer capítulo. Solo se revela más adelante, cuando el rostro de las criaturas es visible. Una decisión inteligente que permite a la serie construir su propia mitología con cuidado y con meticulosa precisión. 

De la misma manera que en el juego, los monstruos que resultan del contagio, comen carnes. Tampoco guardan semejanza alguna con un ser humano en su último estadio de transformación. Incluso, la serie logró elaborar un sentido de su clásico sonido de chasquido para incorporarlo a la trama como un elemento crucial. Una idea que brinda a las criaturas una segunda dimensión mucho más dura y angustiosa que la de ser meras amenazas. 

Los monstruos se esconden en la oscuridad

Los dos primeros capítulos de The Last Of Us son un prodigio de economía de recursos visuales y narrativos. No solo relatan el conocido argumento del videojuego, sino que, además, agregan un necesario contexto para su versión televisiva. El resultado es una espléndida puesta en escena acerca de un cataclismo inminente, su desarrollo abrupto y la desolación que se extiende como una onda expansiva. Si algo asombra durante de la serie, es su solidez para mostrar la forma en que el miedo a lo inexplicable puede convertirse en dolor. En un tipo de sufrimiento humano, que, aun así, se vincula con lo inexplicable que lo produce. 

Pero sobre todo, The Last of Us se trata de una tragedia, una muy humana. La producción logra establecer no solamente que su escenario se basa en el dolor de la pérdida. Al mismo tiempo, se sostiene en los rigores del miedo y los códigos del género de terror, esta vez modulados para narrar una historia emocional. Poco a poco y mientras Joel trata de escapar del caos en las calles de Austin, lo terrorífico se condensa hasta desembocar en un suceso irremediable. 

La tragedia familiar se muestra con toda la potencia cruda de una desgracia en medio del caos. Una de tantas, que acaece en mitad de la noche, de gritos de horror y de la forma en que la humanidad se desploma en pedazos. Para cuando llega el momento más doloroso y temido, el mensaje es claro. El mundo desaparece, los monstruos dominan y recorren la noche. El miedo humano lo es todo. 

Su encuentro con Ellie le exige a Joel atravesar sus propios horrores para poder comenzar a reencontrarse con el hombre que fue. Bella Ramsey (la brillante “Osita” de Game of Thrones) dota a la niña convertida en esperanza de un mundo devastado, de un carisma asombroso y una humanidad total. En medio del caos -que es todo lo que conoce- la preadolescente sigue siendo eso, simplemente una niña. Una para quien los horrores del mundo forman parte de su realidad diaria. Juntos, los actores tienen una química brillante y cuando el viaje comienza — y la serie eleva las apuestas — es evidente el motivo del éxito de su argumento.

El poder para hacer creíble que, en medio de todo el dolor que hasta entonces se relató, hay un sentido existencial y puro de sobrevivir. De encontrar una respuesta a la vida en mitad de la oscuridad, de la muerte, también de la amenaza. Quizás, el punto más alto de The Last of Us en sus primeros capítulos. 

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