Desde su génesis, si es que podemos decir que alguna vez hubo una, el universo de películas de DC estaba, por lo menos, disperso. Zack Snyder marcó un camino que no le terminaba de funcionar a los personajes. Pero él tampoco estuvo tanto tiempo al frente como para poder crear un universo cohesivo. Con todo este lío se encuentra Andy Muschietti a la hora de hacer The Flash (2023), un tímido intento por reiniciar este universo, y repartir y dar de nuevo, esta vez con James Gunn a la cabeza.
Pero cabe aclarar que todo lo que se diga acá, será de alguna manera preliminar, porque la versión que vi no era el corte final. Ese recién lo vamos a poder ver en cines a partir del 15 de junio.
El final del principio
La película, que debía empezar su producción justo cuando la pandemia cerró al mundo, se está haciendo desde hace mucho tiempo. Luego del estreno de IT: Chapter 2 (2019), los hermanos Andy y Bárbara Muschietti (director y productora, respectivamente) necesitaban un descanso. Pero Warner sabía que los querían a ellos detrás de la nueva gran producción del sello DC, y el posible reinicio del universo.
Una vez que el director y la productora estaban confirmados, era hora de ir por la historia, y desde ese momento, se rumoreaba que sería una especie de adaptación de Flashpoint, el arco en el que Barry Allen corre al pasado para cambiarlo, pero crea una línea temporal paralela en donde todo es distinto, y debe hacer lo posible para evitar que todo colapse.
Adaptar ese arco de cómics en su totalidad era una tarea imposible: desde los personajes que todavía no fueron introducidos en la gran pantalla, hasta la complejidad de hacer una guerra entre los atlantes y las amazonas. Abarca demasiado y fue utilizado para hacer un reboot completo del universo y empezar el ya infame New 52 en las viñetas, pero eso sería ponernos demasiado técnicos.
Lo importante es resaltar que en el DC Extended Universe tenían ganas de empezar de nuevo y dejar atrás la marca de Snyder, que parecía impregnar cada uno de los lanzamientos. Con la llegada de James Gunn, había una nueva oportunidad para acercarse a los personajes de otra manera. Y si bien esta película se empezó a hacer muchísimo antes de que nada de eso estuviese en los planes, se nota que hay un tratamiento muy distinto de cada uno de los personajes, pero por sobre todas las cosas, del mensaje que quiere dejar, de la visión de mundo que tiene.
El velocista escarlata
Al Barry Allen de Ezra Miller no lo habíamos podido conocer muy bien, en Justice League (2017) es más un sidekick que un héroe, y aparece en un lugar más secundario, haciendo chistes que no resultan. En The Suicide Squad (2016) tiene un cameo de un minuto y eso es todo. Uno de los personajes más importantes de DC no tenía tiempo en pantalla, pero más preocupante aún, no tenía identidad.
En los cómics, Barry Allen es un genio, como muchos de los personajes de este universo, un científico con un pasado complicado que aún lo atormenta. Pero eso no evita que tenga un gran sentido del humor, y un remate inteligente para cada momento. Esto era algo que habían mostrado, pero de una manera muy poco sutil y con chistes que parecían salidos directo de una película de los dos mil.
En The Flash (2023), la construcción del personaje es mucho más sólida y se muestra a un Barry con todos sus matices, el que tiene sentido del humor y juegos de palabras acordes para cada momento, pero que también carga con su pasado, su oscuridad.
Un cuento de dos Batmanes
Pero algo que hizo la película de Muschietti, y que como amante de los cómics valoro mucho, es darle importancia a la relación entre Barry y Batman. En las viñetas, lo que los une es mucho más que una simple relación laboral, hay un afecto genuino entre ellos. Por supuesto que lo demuestran con sus muchas limitaciones, pero siempre queda claro que Bruce quiere a Barry, que se preocupa por él, que es a uno de los pocos -si no el único integrante de la Liga de la Justicia– por el que siente esto.
En esta nueva película, esta es una parte central y esencial de la historia, los vínculos que unen al protagonista con su entorno, y en esto los dos Batmanes juegan un rol fundamental.
En su paso por Argentina Comic Con, Andy Muschietti contó que Ben Affleck estaba muy cómodo poniéndose en el traje del encapotado, y que el actor había confesado que esa había sido la vez que más disfrutó su rol.
Anecdótico o no, esto es algo que se puede sentir en cada una de sus apariciones en pantalla, es un Bruce más descontracturado, no todo es oscuridad y tortura en su vida. Hay lugar para chistes, para acercarse a otras personas, para demostrar empatía. Se ve un atisbo, porque no es más que eso, de esa versión más cercana a cierto espíritu comiquero, del Batman que -si bien es soledad y oscuridad- también es quien busca a su familia en los que más quiere, por más que le cueste mucho.
Por otro lado está el maravilloso Michael Keaton, el primer Batman de películas, el masivo, el que junto con Tim Burton marcó un antes y un después en la representación del personaje. Acá se juega un poco con los conceptos heredados de Flashpoint, pero se beneficia mucho de no seguir a rajatabla todo.
Keaton no solo vuelve a personificar de la mejor manera al Caballero de la noche, sino que logra que sea coherente el paso del tiempo para ese personaje, que realmente se sienta como la misma persona 30 años después. Además, hablamos de un señor actor, por lo que la química que tiene con cada uno de sus compañeros de escena es genial.
Dos caras de la misma moneda
La película aborda mucho el trauma principal de Barry: el asesinato de su madre. Es el motivo por el que se dedica a la ciencia forense, y la razón por la que hace todo lo que hace y mezcla las líneas temporales. Pero con este argumento, también pueden profundizar en otro aspecto interesante: qué hubiese sido de su vida si Nora Allen (Maribel Verdú) no era asesinada.
Por esto, tenemos a Ezra Miller haciendo dos Barrys completamente opuestos, porque crecieron en ambientes totalmente diferentes. De alguna manera se explora cómo el trauma puede afectar, y desde otro costado cómo sería si se dejase definir por eso.
Es acá en donde vemos el verdadero trabajo actoral de Ezra Miller, que -dejando de lado todo lo que hace fuera de cámara- es una muy buena versión del velocista de Central City.
Un enchastre de universos
Para empezar, prometo que ese subtítulo va a tener sentido cuando puedan ver la película. Pero hablando en serio, al ser una película que trata viajes temporales y realidades paralelas, por supuesto que aborda el tema favorito de todas las películas de superhéroes de los últimos años: el multiverso.
Aunque es un término que le queda un tanto grande, porque en realidad conocemos solo dos universos y capaz vemos algunos otros. No es algo que se profundice, pero sí da una gran explicación sobre las conexiones entre cada realidad y, la verdad, se aprecia. Hay otra explicación muy similar en Spider-Man: Across the Spider-Verse (2023), ustedes elijan cuál les cae más simpática.
Con efectos no del todo logrados (aunque al no haber visto el corte final esto puede variar) y una duración un tanto extensa; la película logra entretener, dejar el camino al menos un poco allanado para lo que vendrá y, además, nos regala una maravillosa Supergirl (Sasha Calle) de la que ojalá podamos ver más.
Para ser un reinicio de universo es tibio, para ser una historia más, es demasiado arriesgado. Es entretenida, y si de entrada se tiene apreció por el personaje de Barry, se disfruta mucho más. Pero le sucede lo mismo que le pasa a muchas de estas películas: empatizar con la historia por sí sola, sin ningún tipo de conocimiento del canon previo, se hace complicado.
Pero la verdadera innovación en este género está llegando por otro lado, y las películas en las que la fórmula se repite tanto se hacen cada vez más olvidables, por más que la pasemos bien en la sala.
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