La chick flick adolescente, ese género creado por y para chicas, que supo tener su apogeo entre la década del noventa y los tempranos dos mil, se encuentra en franco declive en las últimas décadas. Si bien cada tanto aparece una peli que nos recuerda lo que es tener 13 pero desear tener 30, ser coqueta y próspera, la realidad es que son cada vez menos las buenas producciones que ponen la experiencia adolescente femenina en su centro.
En un año como 2023, en el que Barbie y Taylor Swift se han convertido en fenómenos masivos, queda claro que las chicas somos una demográfica que moviliza millones y que las producciones “para mujeres” ya no son producciones de nicho. Sin embargo, son contadas las ocasiones en los últimos años en que el cine se ha concentrado en explorar la experiencia adolescente femenina. Películas como Lady Bird (2017) de Greta Gerwig o Booksmart (2019) de Olivia Wilde parecieron por un momento augurar una nueva tendencia en el cine femenino, pero quedaron en el camino como rarezas geniales.
Esto no quiere decir que no se hagan producciones que pretendan seguir el camino trazado por genialidades como Mean Girls (2004), The Princess Diaries (2001) o Clueless (1995), que las hay de a millones, si no que son pocas las que han logrado el nivel de iconicidad de sus antecesoras. Esto probablemente se deba, en parte, a una cultura completamente fugaz en lo que hace a la cultura pop, que se caracteriza por una sobresaturación de oferta que pone fecha de caducidad en la relevancia de las producciones en casi todos los géneros. Por otro lado, este tipo de historias, que no cuentan con la espectacularidad que se privilegia hoy en las salas de cine, ha sido casi completamente relegada a las plataformas de streaming.
The Summer I turned Pretty (2022-) es un ejemplo muy claro de cómo el servicio de Prime Video logró capitalizar este género, mientras que Netflix hace rato que viene produciendo películas en esta línea, con diversos niveles de calidad y relevancia. The Kissing Booth, To All the Boys I Loved Before y XO, Kitty (2023-) son solo algunos de los ejemplos más evidentes.
Mención aparte merece Do revenge (2022), aquella reimaginación de Extraños en un tren (1951) en una secundaria privada, llena de referencias a los grandes clásicos del género, con cameos de íconos como Sarah Michelle Gellar y Alicia Silverstone, y una propuesta visual que todos nuestros tableros de Pinterest envidiaban. A diferencia de las otras producciones mencionadas, en esta última -si bien el componente romántico existe y cumple- el foco está puesto en las relaciones entre chicas adolescentes y el tono es más cómico que romántico.
Una chick flick kosher
En esa misma línea se encuentra You are so no invited to my bat mitzvah!, el último estreno de Netflix en colaboración con Happy Gilmore, la productora de Adam Sandler. La película sigue a la familia Friedman, conformada casi en su totalidad por Sandlers, más Idina Menzel en el rol de la madre.
La más pequeña de los Friedman, Stacy (Sunny Sandler), acaba de cumplir 13 años y se está preparando para su bat mitzvah, el rito de paso que -en la cultura judía- marca el paso de un joven hacia la adultez. Bar o Bat mitzvah significa, literalmente, hijo o hija de la mitzvah, la ley (generalmente entendido también como “buena acción”). Es un evento para el que los jóvenes judíos estudian por meses y que incluye -tal como se ve en la película- una ceremonia en la sinagoga en la que el bat o bar mitzvah lee la Torá (biblia judía) y, a veces, una fiesta.
Esta es la parte con la que Stacy está obsesionada. Ella y su mejor amiga, Lydia (Samantha Lorraine), han planeado una celebración para dejar atónitos a todos sus compañeros y enamorar al chico más lindo de su clase, Andy (Dylan Hoffman). Todo está perfectamente planeado. Excepto que los padres de Stacy digan que no. O que el codiciado Andy ponga sus ojos en Lydia en vez de Stacy. No es difícil imaginarse cómo sigue la historia.
¿Qué hace especial a You are so not invited to my bat mitzvah? Para empezar, del mismo modo que Do revenge, lo que se pone en el centro de la historia son las relaciones entre nuestras protagonistas, principalmente Stacy y Lydia, pero también las de ellas con sus otras amigas, la de Stacy con su hermana Ronnie (Sadie Sandler) y la de la misma Ronnie con su mejor amiga. Por otro lado, la película logra una perfecta mezcla entre la experiencia universal de tener trece años y tener que lidiar con tus papás, tu crush y tus amigas, empezando a ser grande pero muy lejos de serlo todavía, con la especificidad de la tradición judía.
A pesar de que se puede criticar la identificación de los judíos con gente de clase alta que gasta muchísima plata en fiestas exorbitantes y vive en mansiones (un estereotipo más que recurrente en la ficción), la película es un gran avance para Netflix. Sus producciones originales al respecto hasta el momento habían resultado por lo menos problemáticas por mostrar historias que se centraban en un sector muy marginal de la comunidad judía como es el mundo ultraortodoxo y mostrarlo tan solo a través de los ojos de quienes eligen abandonarla, como en el reality My Unorthodox Life (2021-) o su super aclamada miniserie Unorthodox (2020).
En esta película como en pocas otras, la experiencia judía está retratada positivamente, mostrando una comunidad moderna, diversa (hasta con personajes judíos latinos, negros, asiáticos), alegre y comprometida. Una comunidad de la que Stacy puede decir, en el cierre de la película: “Estoy muy feliz de ser parte de esto”. No debería sorprender de una película producida por Adam Sandler, que, a diferencia de Woody Allen o Jerry Seinfield, pocas veces ha utilizado el judaíasmo como carne de cañón para humor autodespectivo e incluso tiene varias pelis que celebran su herencia.
Finalmente, están ellas, las hermanas Sandler. Las redes se han convertido en un campo de batalla de quienes las aman y quienes están indignados por el protagonismo de dos nuevas nepobabies en Hollywood. Frente a la huelga de actores y la prohibición de hacer promoción de las nuevas películas, le directore de la cinta (Sammi Cohen) salió a defenderlas: es sabido por todos que las películas de Adam Sandler son oportunidades para que el actor y sus amigos se diviertan, y en este caso sus amigos incluye a sus hijas (y su esposa Jackie, que tiene un rol menor como la madre de Lydia). Cohen también recalcó el profesionalismo y el timing cómico de las hermanas Sandler.
Desgraciadamente, poco podemos saber sobre el proceso que llevó a la película (y quizás nunca lo sepamos, si la huelga sigue como hasta ahora), pero si hay algo claro es que, a pesar de que la cinta tiene algunos de los elementos clásicos de una película de Adam Sandler, con chistes escatológicos y personajes un poco bizarros, hay también una influencia del humor que Sunny y Sadie supieron mostrar en el discurso que escribieron en 2022 para la entrega del premio Gotham a la trayectoria que recibió su padre.
Después de años haciendo pequeños cameos en las películas de Sandler (como Jack y Jill, Pixels u Hotel Transylvania), las chicas pueden ponerse a la altura de su padre y robarse más de una escena que comparten con él. Además de ser una muy necesaria representación positiva cultura judía y una chick flick a la altura de las circunstancias, esta película sencilla y auténtica es el testimonio del futuro de estas dos chicas en el mundo del cine.
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