Violencia y traiciones

Gatillero: un western urbano que sorprende con una historia en tiempo real

La película de Cris Tapia Marchiori es un thriller inmersivo de factura argentina que exuda adrenalina gracias al uso del plano secuencia.

por | Ago 1, 2025

Un hombre camina furtivo por las calles de Isla Maciel. Es de noche. Entra a un kiosko, intenta robarlo pero algo sale mal y en su huida es interceptado por la policía que lo golpea y le quita el botín, dejándolo tirado en la calle. Así es como Gatillero (2025) presenta a El Galgo (un deslumbrante Sergio Podeley), un ex sicario que acaba de salir de la cárcel y que está tratando de subsistir por los únicos medios que conoce.

Enseguida se encontrará con dos conocidos: Lalo (Matías Desiderio) y Noni (Mariano Torre), los laderos de La Madrina (Julieta Díaz), figura omnipresente en la historia que inteligentemente tarda en ser revelada para acrecentar el misterio que rodea a ese personaje, que controla el narcotráfico en la zona con un ejército de soldados a sus órdenes. Lalo y Noni le ofrecen un trabajo sencillo a El Galgo, un simple ajuste de cuentas para el que solo tiene tirotear el frente de un local comercial de la zona.

El Galgo no está muy seguro de aceptar porque las condiciones que le plantean no son las que él elegiría, pero la necesidad y el sentido del deber para con La Madrina lo obligan a aceptar (“yo trabajo solo” dice, pero sus contratistas le exigen que vaya acompañado de dos soldaditos, a quienes pierde antes de llegar al trabajo).

El Galgo se prepara y se ubica frente al lugar indicado, dispara e inmediatamente se da cuenta de que le hicieron una cama, porque es la misma Madrina la que está dentro de esa propiedad. Así, con estos hechos que se suceden vertiginosamente en los primeros minutos de la película, comienza un viaje pesadillesco en el que El Galgo corre por su vida mientras trata de limpiar su nombre y averiguar quién lo traicionó.

Made in Conurbano

Gatillero (2025) se filmó en las calles de Dock Sud, y este espacio se convierte en un personaje más de la historia, dotándola de un realismo pocas veces visto en nuestra filmografía. La cámara sigue a El Galgo por calles, pasillos, techos y casas en su descenso al infierno, y nosotros descendemos con él en una aventura trepidante que logra sostener esa tensión inicial hasta el final gracias al uso del plano secuencia, que nos da la sensación de estar viendo la acción en tiempo real. Este recurso, sumado al uso de locaciones reales, construye una experiencia inmersiva en la que sentimos la urgencia y la desesperación en el cuerpo.

Pero la pericia técnica con la que está filmada la película no alcanzaría por sí sola para lograr ese compromiso por parte del espectador: El Galgo es el corazón de Gatillero y es quien nos arrastra en su derrotero. En ese sentido es notable la interpretación de Sergio Podeley, que logra dotar de humanidad y vulnerabilidad e incluso de destellos de sensibilidad a un personaje marginal con el que a priori no empatizaríamos (tampoco intenta que lo hagamos), pero al que no podemos dejar de mirar.

Este western urbano abreva de la tradición de los mejores exponentes del género que nos dio el nuevo cine argentino de la mano de directores como Adrián Caetano, Bruno Stagnaro y Pablo Trapero, autores que supieron ahondar en el mundo de la pobreza y la marginalidad como contexto catalizador de historias signadas por el delito y la violencia.

A nivel internacional se puede encontrar cierta conexión con el universo cinematográfico de los hermanos Safdie, quienes en Good Time (2017) y Uncut Gems (2019) exploraron ese submundo con un ritmo urgente y frenético que parece ciertamente una inspiración para la búsqueda estética de Gatillero.

Sin embargo, el director Cris Tapia Marchiori toma estos referentes para construir una obra que tiene una identidad propia, que respira con su propio pulso en el micro mundo que construye con un verosímil logradísimo y un tono más que acertado, enquistado en la idiosincrasia de lado más oscuro del conurbano bonaerense.

Si bien hay una secuencia en la que la película subraya grosera e innecesariamente su postura a nivel ideológico (el único momento en el que la cámara deja de seguir a El Galgo para quedarse con el grupo de vecinos que se organiza para defender el barrio y luchar contra los punteros del narcotráfico), el resultado general es más que satisfactorio y la película logra resolver con solvencia las subtramas planteadas en sus 80 minutos de duración.

Da orgullo ver un producto como Gatillero, una obra viva y avasallante que demuestra que con poco presupuesto pero con muchas ganas, ideas y pericia técnica de sobra se puede producir cine de acción de alta calidad en un país en el que (afortunadamente hasta ahora) no se le había prestado mucha atención al género.

Al momento de la redacción de esta nota se anunció la compra de los derechos de exhibición de Gatillero por parte de HBO Max con fecha de estreno a confirmar, por lo que próximamente podrán encontrarla en dicha plataforma.

gatillero y el uso del plano secuencia

Se considera plano secuencia a la escena o secuencia que resuelve toda su acción dramática en un solo plano, sin cortes. La cámara puede estar fija o en movimiento, pero en ambos casos se requiere una coreografía entre el equipo técnico, la cámara y los actores para lograr que la acción se desarrolle dentro del encuadre previsto.

Ahora bien, un plano secuencia puede ser real (es decir, toda la acción se filma en un solo plano y la vemos sin cortes tal y como fue rodada) o puede ser falso (mediante cortes “escondidos” a la vista del espectador se genera la ilusión de que toda la acción se desarrolla en el mismo plano).

Se considera que el primer largometraje filmado en plano secuencia fue Rope (1948) de Alfred Hitchcock, quien seguramente haya querido realizarlo en forma real pero tuvo que ejecutarlo como falso debido al condicionamiento de la tecnología de aquella época, ya que los rollos de celuloide tenían una duración acotada. Por eso la película tiene diez cortes más o menos disimulados, que separan escenas de diez minutos de duración.

Un director que hizo de este recurso su marca de estilo es Alfonso Cuarón, que ejecutó tres planos secuencia magistrales en Children of Men (2006) y que repitió el recurso en Gravity (2013) y Roma (2018), al punto de que uno está esperando por la o las escenas filmadas de esta forma cuando se estrena una película suya. Pero fue su compatriota Alejandro González Iñárritu quien realizó el largometraje filmado completamente en falso plano secuencia más reconocido de los últimos años: Birdman (2014), ganadora del Oscar a mejor película entre otras categorías en las que también fue galardonada.

Más recientemente, el plano secuencia se puso de moda también en series. Adolescence (2025) es el exponente más popular del momento. La serie de Netflix consta de 4 capítulos filmados enteramente como falso plano secuencia, con cortes imperceptibles a la vista del espectador. Pueden encontrarse videos del making of que explican cómo fueron filmadas las secuencias más complejas.

Y si bien Adolescence ejemplifica cómo el plano secuencia funciona como un recurso narrativo que potencia el efecto dramático de la historia, tenemos en The Studio (2025-) la demostración de que también puede funcionar muy bien en comedia. De hecho, el segundo episodio está filmado completamente en plano secuencia y trata, justamente, sobre el rodaje de un plano secuencia fallido, que se convierte en una sucesión de situaciones hilarantes en las que el tiempo se convierte en un personaje más de la trama. Este capítulo es una joyita y desde PopCon recomendamos fervientemente que vean The Studio.

Ahora bien, en el mundo del cine existe mucho purismo conceptual a la hora de utilizar este recurso. Por su exigencia técnica, el plano secuencia se convierte en un vehículo ideal para que el director pueda demostrar todo lo que es capaz de hacer a nivel técnico. Es por ello que suele haber polémicas respecto a la justificación narrativa del plano secuencia: ¿la escena se resolvió así porque la acción dramática lo requería, o fue más bien un capricho del director en su afán de ostentar su virtuosismo?

Cuando se estrenó Atonement (2007) de Joe Wright hubo cierta discusión al respecto en relación al plano secuencia que se desarrolla en la playa de Dunkerque durante su evacuación en la Segunda Guerra Mundial. El plano dura 5 minutos y está filmado de manera magistral, pero muchos críticos acusaron al director (quien contó luego en entrevistas que el plano se concibió así por una cuestión de costos) de querer mostrar su talento en vez de resolver la escena de una forma en la que el recurso estuviera narrativamente justificado.

Volviendo a Gatillero, es indudable lo pertinente que es el uso del plano secuencia tanto a la historia que se cuenta como al ritmo que se busca para contarla. Si la película no estuviera contada en tiempo real sería otra película, ni mejor ni peor: distinta. Y teniendo en cuenta lo exigente que es la realización cinematográfica bajo esta premisa, es doblemente meritorio el trabajo técnico de los realizadores que lograron coreografías imposibles con la cámara para que podamos acompañar sin tregua a El Galgo en esa noche infernal.  

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Rocío Freire Castro

Ex publicitaria, realizadora audiovisual y artista autodidacta. Tarantino es mi pastor.