Muchos años antes de su salto a la fama como una de las directoras femeninas más famosas del siglo, y de dirigir el primer live action de Barbie (2023) con Margot Robbie como protagonista, Greta Gerwig corría por las calles de Nueva York. Al ritmo de la canción Modern Love de David Bowie, la joven que bordea los treinta años corre de todo lo que le lastima: corre de su trabajo, de sus sueños y de ella misma.
Frances Halladay es Frances Ha, en una de las películas más reconocidas de Noah Baumbach, que este año cumplió diez años desde su estreno en salas y once de su estreno en el Festival de Cine de Telluride. En esta historia, que pasó de ser una película de bajo presupuesto a convertirse en un clásico del cine, la actriz y cineasta se pone en la piel de una mujer que tiene que enfrentarse a un montón de decisiones, pero ella decide esquivarlas y escapar de la irremediable realidad.
Como un homenaje a Manhattan, uno de los clásicos de Woody Allen, y con algunos guiños a la Nouvelle Vague francesa, Frances Ha se presenta como una historia sobre crecer en un mundo en donde la realidad te aplasta, cada vez nos aferramos más a lo efímero porque no hay otra opción y las relaciones cambian todo el tiempo. Dentro de estos parámetros, la película no es solo sobre estar perdida a tus veinte años, si no también sobre las amistades, la inevitable posibilidad de que se terminen y no saber cómo lidiar con eso.
la chica que corría en blanco y negro por Nueva York
La historia dirigida por Baumbach comienza como si fuera el más lindo de los sueños y una realidad que parece, justamente, salida de una película: en blanco y negro, Frances y Sophie (Mickey Sumner) juegan a golpearse y tirarse del pelo en una plaza. Una baila tap mientras que la otra toca el ukelele. Viajan en subte hacia el departamento en el que ambas conviven. Corren de la mano por la ciudad de Nueva York porque así funciona su realidad ideal. Todo es mejor si lo hacen juntas.
Todo parece el escenario más perfecto, pero en Frances Ha la vida es todo menos perfecta. Como la vida a los veinte años, la realidad empieza a cambiar de manera rápida y abrupta. Sophie decide mudarse con otra amiga y se pone de novia con un hombre con el que, en principio, no proyecta nada. De repente todo parece ir bien en su vida, mientras que en la de Frances pasa todo lo contrario: tiene que mudarse a otro lugar, no tiene plata para pagar el alquiler y no la renuevan en la compañía de danza que trabaja.
La protagonista se siente traicionada por su mejor amiga, que parece ya no tener tiempo para ella y cambia rotundamente de personalidad. La relación entre ellas atraviesa una crisis, como si fueran un matrimonio que lleva años sin tener relaciones sexuales. Frances y Sophie son amigas de toda la vida, pero ¿qué pasa cuando las dos dejan de estar en la misma página? ¿Por qué ella es feliz y yo no? ¿Estoy celosa de mi mejor amiga? ¿Le puedo tener envidia? Son preguntas que el papel de Gerwig nunca hace en voz alta, pero que posiblemente se le cruzan por la cabeza.
Las dos amigas se alejan y la protagonista empieza a tener un conflicto con ella misma. Si todo le sale mal, ¿para qué quedarse en el lugar en el que está? Así que la decisión más coherente es correr de todo. Pero en el afán de hacerlo, y escapar de todas las realidades que existen hasta agotarlas, Frances se choca con ella misma. No importa de cuántos lugares intente escapar porque su piel no es algo de lo que pueda despegarse.
Así termina organizando un viaje impulsivo a Paris, en donde lo único que hace es dormir en su hotel y descubrir que al final Sophie no se olvidó de ella, como pensaba en su mente. Sin embargo, Frances sigue corriendo como si fuera una suerte de Jean-Pierre Leaud en Los 400 golpes (1959), de François Truffaut. Esta vez no se choca con el mar, como el personaje de Antoine Doinel en ese film, pero sí entiende que a veces, escapar de las cosas solo te llevan a un espiral sin salida.
“Estoy muy avergonzada. Todavía no soy una persona real”.
Esta es una de las líneas más memorables de la película, y posiblemente la que más represente a la historia. Al fin y al cabo, no estaba muy lejos de cómo se sentía Gerwig en ese momento de su vida, luego de filmar Greenberg (2010), la película anterior de Noah Baumbach, en donde se conocieron en el set y nació su amor. Al día de hoy, siguen juntos y escribieron el guion de Barbie (2023), así como lo hicieron con el de Frances Ha, su primer trabajo en conjunto.
“Estaba muy deprimida. Lloré mucho. Fue un año duro. Tenía 25 años y pensaba: ‘Se supone que es el mejor momento y me siento desgraciada’”.
Esto dijo la actriz y cineasta en una entrevista con The Guardian en 2012. A pesar del éxito que fue Greenberg, después de eso no hubo triunfos como se imaginaba. Nadie la llamó para participar en ninguna película y estuvo sin trabajo por un año. Por suerte, las cosas empezaron a cambiar. Comenzó a escribir algunas escenas aisladas que luego le mostró al director, y a partir de ahí siguieron la historia en conjunto.
La película que consagró a la dupla Gerwig-Baumbach
Un año más tarde, eso daría a luz a Frances Ha, que terminó volviéndose en el éxito indie del 2013 y consagró a Greta Gerwig como una de las actrices más importantes de la escena emergente. Y que luego le permitió trabajar en To Rome With Love (2013), de Woody Allen; Eden: Lost in Music (2014), de Mia Hansen-Løve; y hasta en Isla de Perros (2018), de Wes Anderson.
Por su parte, Frances Ha representa la séptima película dentro de la filmografía de Baumbach. La crisis existencial, los cambios y los periodos transitorios en la vida de las personas son temáticas que ya son moneda corriente en la carrera artística del cineasta. Podemos pensar en The Squid and The Whale (2005), el film sobre la separación de sus padres, e incluso en White Noise (2022), su última película producida por Netflix.
Aquí, en Frances Ha, Baumbach no solo plasma la historia de una mujer de 27 años en plena crisis, sino que además aprovecha para retratar sus propios demonios con los que debió luchar a esa misma edad. Entre Mr. Jealousy (1997) y The Squid and The Whale (2005) hay ocho años, en los que el cineasta también atravesó un periodo de inestabilidad en donde no sabía si lo que estaba haciendo era lo que lo representaba como artista.
“Me interesa cómo las amistades o las relaciones que se han desarrollado durante un largo periodo de tiempo van transformándose cuando las personas atraviesan momentos de cambio”.
Así lo afirmaba el director en una entrevista a NPR hace diez años atrás. En el mismo diálogo, Gerwig también ahondó sobre la temática de Frances Ha y sentirse perdida en una realidad en la que uno piensa que todos tienen la vida solucionada menos uno mismo, cuando en realidad no es así.
“Hay una especie de período en la vida en donde ser un desastre es encantador e interesante. Y luego, creo que cuando llegas a los 27, deja de ser encantador e interesante, y empieza a ser algo patológico. Y tienes que encontrar una nueva forma de vida. De lo contrario, vas a estar en un lugar donde el resto de tus compañeros han seguido adelante, y estás atascado”.
La chica que escapa de todo para encontrarse con ella misma
Sin embargo, Frances no deja de soñar y anhelar. Con los mismos caprichos y la ilusión que podría tener un niño, la joven veinteañera no se priva de desear una vida que siente se le escapa de las manos y no sabe si va a recuperar. “Es esa cosa cuando estás con alguien, y lo quieres y lo sabe, y te quiere y lo sabes, pero es una fiesta y los dos están hablando con otras personas, y están riendo y brillando, y mirás al otro lado de la habitación y se miran a los ojos. Pero no porque seas posesivo, o sexual, sino porque esa es tu persona en esta vida”, dice en un monólogo por el que luego será recordada a lo largo de su carrera.
El personaje de Gerwig se asienta en la incomodidad y desafía a la incertidumbre. Si las cosas buenas van a tardar en llegar, entonces se pone cómoda y simplemente lucha contra las adversidades. Porque Frances Ha es una película sobre ganar, pero también sobre perder. Que a veces, de a ratos, la vida puede estar más caracterizada por momentos malos que por momentos buenos.
También es una historia sobre entender que todo desde lejos parece que brilla como oro y es perfecto, y que a veces no queda otra opción que escapar a un lugar muy lejano para poder perdonarnos a nosotras mismas y decirle adiós a lo viejo para recibir lo nuevo, a pesar de que duela. Porque como dijo Elizabeth Bishop en su poema One Art:
“Perdí dos ciudades, encantadoras. Y, aún más, algunos reinos que poseía, dos ríos, un continente. Los echo de menos, pero no fue un desastre. Incluso perdiéndote a ti no habré mentido. Es evidente que el arte de perder no es muy difícil de dominar aunque pueda parecer un desastre”.
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