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El Reino – Temporada 1: Hasta dónde se puede llegar en nombre de Dios

La nueva serie de Netflix contrapone los preceptos religiosos y los mandatos sociales, enmarcados en un relato político lleno de suspenso e intriga.

por | Ago 31, 2021

El Reino hasta dónde se puede llegar en nombre de Dios, Diego Peretti, Mercedes Morán, chino darin

“Si sigo las reglas del mundo, ¿rechazó el designio de Dios? La pregunta clave sería… ¿Debo obedecer al mundo o debo obedecer a Dios?”. Esa constante ambigüedad entre lo divino y lo mortal se vuelve decisiva en este thriller político que golpeó fuerte en la pantalla de Netflix. La serie escrita por Claudia Piñeiro (La Viuda
de los Jueves, Betibú
) lleva ocupando los primeros lugares de la plataforma de Reed Hastings a fuerza de intriga, actuaciones sólidas y un marco reconocible para los espectadores, en el que pueden sentirse identificados como sociedad.

A diferencia de lo que se pueda pensar, es muy difícil hablar de una obra que logra tanto impacto y después ser imparcial. Y esta historia arrebata desde el primer episodio. Un asesinato público con un culpable desenmascarado pone en jaque la escena política argentina. Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti) es un pastor evangélico, precandidato a presidente de la Nación, que compone la coalición entre un partido de centro-derecha liderado por Armando Badajoz (Daniel Kuzniecka) y un grupo religioso representado por el personaje de Peretti. La trama da un vuelco de 180 grados en los primeros minutos, cuando Badajoz, compañero de fórmula y candidato a presidente, es asesinado en pleno acto de cierre de campaña. El crimen es cometido frente a los ojos de todo el mundo por Remigio Cárdenas (Nicolás García), quien es detenido inmediatamente.

Pero, como tantas otras producciones nos han demostrado anteriormente (The Sinner, Arenas Movedizas), si conocemos la identidad del asesino, el misterio a resolver radicará en su motivación. A partir de ese momento, comienza una carrera por descubrir las verdaderas razones detrás del asesinato, en medio de un rompecabezas de pistas y relaciones ocultas que van encajando episodio tras episodio, hasta completar la fotografía. El camino se volverá un viaje de traición, especulaciones, juegos e intriga, que mantendrán al espectador dibujando teorías con los ojos y, por suerte, equivocándose una y otra vez.

En El Reino (2021-), el mundo de la política y la religión se encuentran en una colisión constante, al mismo tiempo que intentan conseguir el balance perfecto que funcione convenientemente para ambos bandos. En medio de esa compleja búsqueda conoceremos a personajes como Rubén Osorio (Joaquín Furriel), ex jefe de
campaña del candidato asesinado, que no está dispuesto a perder su posición de poder, por lo que deberá lidiar con Julio Clamens (Chino Darín), mano derecha de Emilio y una de las piezas fundamentales de la iglesia junto con su compañero Tadeo, interpretado por Peter Lanzani.

El elenco principal se completa con Mercedes Morán como Elena, la enigmática mujer del pastor, Vera Spinetta como la hija del matrimonio evangélico y Nancy Dupláa (quizás la mejor actuación de la serie, junto con la de Nicolás García) como la fiscal Candía.

Mientras que El Reino muestra un lado de la política bien conocido por todos, quizás su novedad sea la forma en que desentraña el costado de la religión que no muchos se animan a exponer en una pantalla, no solo por la ola de críticas que puedan recibir, sino porque es un juego que no todas las productoras nacionales están
dispuestas a enfrentar (la incursión de Netflix es, sin dudas, crucial en este tipo de relatos).

La serie no escatima en criticar fuertemente las formas más oscuras del negocio de la iglesia. El imperio, el cual se construye bajo el lema de un dios de varios nombres, termina siendo más terrenal que divino, y Claudia Piñeiro no duda en preponderar la ambición de sus personajes por sobre la fe de una manera cruda y reveladora. Por eso, no es extraño que varios grupos religiosos se hayan opuesto al estreno de este mega tanque nacional que los deja bastante mal parados.

Sin embargo, la serie funciona, no solo porque plantea un escenario común que puede ser fácilmente reconocible por los espectadores de cualquier país del mundo, sino porque lo hace mediante el clásico juego del gato y el ratón que tanto nos gusta, liberando datos a cuentagotas y desentrañando el misterio junto con los mismos personajes. Buscamos algo, pero no sabemos qué; le seguimos la pista a alguien, pero no sabemos a quién; somos parte del argumento, pero no tenemos ningún tipo de control sobre él. Una fórmula infalible en este género. Por supuesto, esto es posible gracias a un guion inteligente que contó con el desarrollo de Marcelo Piñeyro (Plata Quemada, Tango Feroz) y la colaboración de Miguel Cohan (Betibú).

Si hay que ponerle un “pero” a la trama, ese sería el componente pseudo mágico que plantea en cierto punto. Arrastrado a manotazos, intenta introducir una historia de santos milagrosos de manera forzada y presentada con más aire de superhéroes de cómics que de folklore popular. Otro punto débil es el papel de Sofá Gala, que no termina de encajar. Comienza prometiendo más de lo que entrega y su arco termina por hacer agua frente a la imposición de las tramas principales. Quizás la idea de sus creadores haya sido la de presentarla de manera sutil en esta primera temporada, pensando en una continuación. Sin embargo, no lo sabremos hasta que llegue ese momento.

Por lo demás, es una gran recomendación para disfrutar en Netflix, que cuenta con ocho episodios de entre 45 y 60 minutos cada uno y que ya confirmó su segunda parte, aunque difícilmente vea la luz antes del próximo año.

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