Si bien Rescate de Nochebuena (2023) funcionó como una introducción al nuevo dúo protagonista, el segundo capítulo de la temporada catorce es lo que podríamos llamar la introducción formal de la serie a un público mucho más amplio.
Con ya tres especiales y un capitulo navideño que dieron muestra del rango de tonalidades que la serie explora, era hora de darle a la audiencia nueva una muestra de cuál es el folklore detrás de la serie de ciencia ficción más longeva en la historia de la televisión.
El público se renueva
Para aquellos que recién se estén adentrando en el universo whovian, Bebés espaciales (2024) puede resultar un bautismo de fuego. Con una idea simple aunque un tanto bizarra, Doctor Who se deja ver como una de esas series que no se andan con tibiezas, siendo de esos universos que se aprecian o a los que se es imposible entrar.
Con una historia ligera y divertida, pero tirando pizcas de misterio aquí y allá, Russell T. Davies (Years and Years) se contiene para que el peso de esta introducción no sobrecargue la trama.
Enfocado en solidificar la gran química que tienen el Doctor (Ncuti Gatwa) y su nueva compañera Ruby Sunday (Millie Gibson), vemos cómo este le revela los secretos de la TARDIS, así como cada una de las características que hacen al último Señor del Tiempo tan único. Por sobre todas las cosas, el episodio logra que conectemos con la sensación de asombro que la chica siente mientras, como a nosotros, se le presenta un nuevo universo lleno de posibilidades.
¿A dónde irías primero si tuvieras una máquina del tiempo? Luego de haber visitado a Shakespeare y Van Gogh, entre tantas otras figuras históricas, esta vez el Doctor cumple el sueño de muchos al hacer una parada para avistar dinosaurios.
Tras un rápido pero efectivo ejemplo de lo que es un efecto mariposa, nos vamos a la otra punta de esta línea de tiempo, aterrizando en un futuro lejano donde una nave incubadora espacial es capitaneada por un grupo de bebés.
Mucho más que pañales espaciales
Sin temor al comentario político, la crítica respecto al destrato que sufren inmigrantes y refugiados no se hace esperar, al haber planetas que no dan la bienvenida a los infantes. Pero aún más fuerte es la discusión que plantea respecto a la autonomía reproductiva, dejando expuesto a un estado que financia gestaciones y partos, solo para abandonar a los niños una vez nacidos.
Pero el tono del episodio está lejos de anclarse en la seriedad. Recordando que la serie nació como una producción enfocada a un público infantil, abraza ese legado haciendo hincapié en la dulzura de nuestros protagonistas, así como el deseo del Doctor por salvar a todo aquel que necesite de su ayuda. Inclusive al monstruo que se esconde debajo de la cama o, en este caso, en los niveles inferiores de una nave espacial.
Con un humor sobre funciones corporales que sin duda apelan a los más chicos -o a aquellos que como el Doctor son de corazón joven-, el capítulo logra también encontrar momentos introspectivos y un tanto melancólicos. Lo más fascinante resulta ser la química de Gatwa y Gibson, una pareja que irradia alegría por el simple hecho de estar en la compañía del otro.
Davies una vez más demuestra que Doctor Who no es una serie que se tome en serio a sí misma, pero logra atravesar esa fachada extravagante con historias que dan lugar a algo más profundo de lo que se ve a simple vista.
Let’s Twist again
El segundo episodio (tercero si contamos el especial de Navidad), titulado El Acorde del Diablo (2024), eleva completamente la apuesta. En un sutil homenaje al año en que la serie original se estrenó, la TARDIS se estaciona en 1963, abriendo sus puertas a Ruby y el Doctor en sus sofisticados looks de la década.
Dirigiéndose al que luego se convertiría en Abbey Road Studios, van directo a cumplir el mayor deseo de ella: ver a los Beatles grabar su primer álbum. Pero enorme es su decepción al notar que su música es mediocre. Aún más, las melodías y entonaciones parecen haber desaparecido por completo del mundo. Y culpable de esto es nada más ni nada menos que Maestro, personaje a quien Jinkx Monsoon (RuPaul’s Drag Race) da vida.
Hije del Juguetero (Neil Patrick Harris), Maestro es parte del panteón de dioses, seres celestiales y arquetípicos cuyos poderes sobrepasan a los de nuestro viajero temporal. Tras haber sido capaz de vencer a su padre con la ayuda del Catorceavo Doctor (David Tennant), el Quinceavo por primera vez teme un enfrentamiento.
Maestro se siente como una genuina amenaza, y su impactante presentación ya le ganó el lugar como uno de los mejores nuevos villanos que la era moderna de Doctor Who entregó desde su vuelta en 2005. Con manierismos teatrales y enorme carisma, el episodio explota el talento performático de Monsoon, quien parece estar divirtiéndose en este rol tanto como quienes la observamos.
Aprovechando las habilidades de Ruby con el teclado, el dúo intenta devolverle la música al planeta, algo que por trivial que parezca es fundamental para nuestra existencia. Esto da lugar a una pausa en donde, sincerándose con ella, el Doctor apunta al horizonte.
Le comenta que en esta época él y su nieta Susan (Carole Ann Ford) vivían en Shoreditch, con la TARDIS aparcada en el depósito de chatarra del 76 de la calle Totter’s Lane. Ella se sorprende al oír sobre su familia, reafirmando un tema que en tan solo tres episodios queda marcado como uno de los ejes de la temporada: nuestro origen e identidad.
Aún es temprano para averiguar quién es la misteriosa figura femenina que abandonó a la nueva compañera del Doctor a las puertas de la iglesia en la calle Ruby, pero tras años de identificarse como Gallyfreyano ahora vemos que nuestro héroe comparte las mismas preguntas que la chica tiene respecto a su procedencia.
Más que un simple giro
Varios son los easter eggs y homenajes del episodio, comenzando con quien interpreta a la primera víctima de Maestro: el hijo de Roger Limb, quien musicalizó la serie entre 1981 y 1985. De la misma forma, la ancianita que es consumida tras atreverse a tocar algunas notas es June Hudson, encargada del vestuario en la era de Tom Baker, el Cuarto Doctor. Pero quizá el cameo más relevante se da en la escena final, cuando Murray Gold demuestra su magia al piano, logrando que reconozcamos al compositor actual de la serie y del periodo entre 2005 y 2017.
Terminando literalmente con un twist, Russell T. Davies una vez más exprime el presupuesto que Mickey Mouse le otorgó en un número musical que puede que esconda más de lo que parece. Porque más allá de este ingenioso juego de palabras, es momento de recordar que esta es la tercera ocasión en que los personajes rompen la cuarta barrera, sosteniendo nuestra mirada antes de guiñarnos el ojo.
Primero fue la vecina de Ruby, la Sra. Flood (interpretada por Anita Dobson, esposa del guitarrista de Queen, Brian May). Y en este episodio, tanto Maestro como el mismo Doctor repiten el gesto. Quizás sea una coincidencia, digna de alimentar a los goblins roba niños, pero la letra del musical puede que este apuntando a una pista relevante a lo que está por venir.
“Siempre hay un twist al final”, insiste, en un juego de palabras entre el género musical, los giro argumentales y lo que puede ser algo más. Al fin y al cabo, en estos últimos episodios un twist se repitió y ese es la aparición de la actriz Susan Twist.
En lo que va de los especiales y esta catorceava temporada, Twist ya interpretó a cuatro personajes diferentes en cada episodio: la asistente de Isaac Newton, una mujer en el concierto de la banda de Ruby, una de las oficiales de la nave de los bebés espaciales y la mujer que ofrece tazas de té en la cafetería del estudio de grabación.
De todas las teorías que están flotando, que ella sea la madre de la chica -o quizás una versión avejentada de ella- serían las posibilidades más obvias. ¿Quizás sea la dueña de la mano que levantó el diente en donde el Juguetero mantenía encerrado a The Master? ¿Será que la nieta del Doctor por fin regresará a la serie?
Davies parece volver a sus andadas al dejarnos partes de un rompecabezas que se resolverá al final de temporada. Por ahora, solo queda esperar, viajando en el tiempo de la forma más lineal y lenta posible, para ver qué twist traerá el final.
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