Para poder entender más acerca de la obra y la importancia de los escritos de Jane Austen en la cultura occidental es necesario situarnos en su época y hacer un breve repaso por sus andanzas. 

Jane vivió en la Inglaterra de las guerras napoleónicas, durante la época dorada del imperialismo británico, y ese es el zeitgeist que retrata en sus novelas. Si bien a lo largo de los últimos dos siglos, varios de sus libros fueron catalogados como novelas románticas o “literatura de mujeres” (en un intento por desmerecer de alguna manera su estatus literario), la autora no hizo más que describir la realidad que la rodeaba. 

Austen no centró su ficción en grandes acontecimientos históricos ni en relatos de mundos nuevos e inexplorados, no los necesitó. Ella decidió escribir acerca de lo que veía, vivía y conocía: las relaciones familiares, el trato con los vecinos y amigos y, principalmente, las implicancias de ser mujer en la sociedad.

En la Inglaterra del siglo XIX, las mujeres no tenían acceso a una educación formal más allá de algunos años de escuela primaria y no tenían poder de decisión alguno respecto de “su” economía. Pensemos que recién a mediados de 1970 -casi 100 años después- las mujeres británicas lograron independencia financiera de sus maridos y/o padres. Y la (cuasi) única decisión que podían tomar, y que ciertamente afectaría el resto de sus vidas, yacía en sus prospectos matrimoniales. 

A diferencia de varias (o la mayoría de las) mujeres de su posición social, Jane creció en una familia relativamente liberal, en la cual tanto ella como su hermana Cassandra fueron educadas, mayormente por su padre y sus hermanos. Y tuvo acceso a una gran biblioteca desde muy corta edad, un privilegio reservado para unas pocas mujeres de su posición social.

El contacto directo con la literatura hizo de Jane una gran lectora que, finalmente, devino – para deleite nuestro- en gran escritora. Su primera novela fue publicada cuando la autora tenía 35 años, pero en ese momento su nombre no fue revelado. Sentido y sensibilidad (1811) estaba sencillamente escrita por “una dama”. 

La literatura que nos legó Jane, de tan solo seis novelas completas y dos inconclusas, no es simplemente “literatura de mujeres para mujeres”, es un vivo y perspicaz reflejo de la sociedad (patriarcal, eurocentrista y colonial) en la que estos personajes -ciertamente inspirados en mujeres reales- vivieron, amaron y, dentro de sus posibilidades, decidieron. 

El comienzo de un gran amor

Es inevitable no asociar la figura de Jane Austen con su novela más famosa y citada: Orgullo y prejuicio (1813). Su primera adaptación a la pantalla grande, Más fuerte que el orgullo, llegó en 1940. Con guion de Aldous Huxley (sí, el autor de Un Mundo Feliz) y Jane Murfin, una reconocida dramaturga norteamericana.

El guion en sí no está directamente basado en la novela de Austen, sino en la adaptación teatral de Orgullo y prejuicio (1935) que escribió a su vez Helen Jerome, periodista y dramaturga británica-australiana. La película fue producida y estrenada durante la Segunda Guerra Mundial, momento en el cual la industria de Hollywood sirvió como instrumento político (y convengamos que nunca dejó de serlo) para allanar el camino de Estados Unidos. Y posicionarlos en el ojo público como aliados estratégicos de la principal junta de naciones europeas contra el régimen de la Alemania nazi. 

Sí, si pensaste que nunca ibas a leer la palabra “nazi” o “zombie” en una nota sobre Jane Austen, tenemos novedades: cuando hablamos de cultura pop, todo puede pasar. Para recapitular, lo que a simple vista podría verse como el comienzo de una gran historia de amor entre Hollywood y Jane Austen no fue más que una lavada de cara a las costumbres británicas (ergo a su imperio). El film fue protagonizado por Lawrence Olivier y Greer Garson y, si bien se suele considerar la primera adaptación de la novela, pasarían décadas hasta que el nombre de Jane Austen fuese sinónimo de éxito audiovisual asegurado. 

Durante las décadas siguientes, se produjeron diversas miniseries enfocadas no solo en la historia de las hermanas Bennet y los solteros más codiciados del condado, sino en varias de las novelas de Austen. Muchas de estas producciones llegaron de la mano de la BBC  y, como tales, eran inaccesibles a la gran mayoría. Ya que el único formato reinante por fuera de la TV por cable era el VHS (sí, así de old).

Sin embargo, los años noventa trajeron aparejados cambios de aire, y 1995 fue el año pivotal para esta historia de amor entre la industria audiovisual y Jane Austen. Ese año se estrenaron no una, ni dos, ni tres, sino ¡CUATRO! adaptaciones/reinterpretaciones de la obra de Austen: dos en pantalla chica, Persuasión (con Ciaran Hinds) y la famosa Orgullo y Prejuicio con Colin Firth y Jennifer Ehle, nuevamente por obra y gracia de la BBC. 

Y dos en pantalla grande: Clueless (Cher, nuestra Emma moderna, encarnada a la perfección por Alicia Silverstone) y Sensatez y sentimientos, con guion de Emma Thompson y con un elenco británico de lujo: una joven (y desconocida) Kate Winslet, Emma Thompson, Alan Rickman, Hugh Grant, Harriet Walter y Hugh Laurie, entre otros. Fue tal la aceptación de este fenómeno cultural en el público general que de ahí en adelante la industria encontró el nicho perfecto.

Cortejo y matrimonio

Con el devenir de internet, la globalización y un mercado internacional más consolidado, el terreno de las “producciones de época” (y las romcoms) era de los más fértiles para explorar y explotar la billetera de las damas y el bolsillo de los caballeros. Y la obra de Jane lo tenía todo: protagonistas femeninas complejas y contradictorias, familias tradicionales pero con varios grados de disfuncionalidad, amores que parecían imposibles, personajes secundarios hilarantes y baile, mucho baile. 

Y, qué mejor ejemplo de esto que la saga de Bridget Jones. Lejos de pretensiones de fidelidad y esnobismo literario, tanto los libros como las películas toman como base acontecimientos y personajes de Orgullo y Prejuicio pero los reversionan con la frescura, el humor y ese toque sexy que las romcom de los 2000 supieron darnos. El metaverso de Colin Firth/Mr. Darcy y las referencias cruzadas con la adaptación de 1995 de la BBC le dan ese gustito adicional. Un fenómeno similar, aunque quizás con referencias directas menos obvias, ocurre con la mega archi popular serie de Netflix, Bridgerton (2020-).

Es así que gracias a una conjunción infinita de factores pudimos disfrutar (y seguimos disfrutando) de una gran variedad de adaptaciones más o menos literales y reinterpretaciones libres. Desde la popular versión de Orgullo y Prejuicio (2005) de Joe Wright, hasta la Emma. (2020) de Autumn de Wilde, pasando por la bollywoodense Bride and Prejudice (2004) e incluso la anacrónica Orgullo y prejuicio y zombies (2016).

Podría seguir escribiendo mil notas más acerca de su obra y su influencia en la cultura popular (y es probable que lo haga). Si tienen ganas de leer más sobre la autora y listas curadas de recomendaciones, nos pueden dejar su comentario al final de la nota y en las redes de @popconcine. Pero lo que queda en claro es que el legado que nos dejó Jane Austen es inmenso y tiene poco que ver con la cantidad y todo que ver con la calidad. 

¿Quién hubiese pensado que 250 años después de su nacimiento, seguiríamos leyendo, (re)pensando y celebrando a una mujer que -en apariencia- poco se conecta con nuestra realidad? Y acá es donde quizás sea difícil de encontrar una respuesta concreta, donde nos alcanza la magia del arte y la eternidad de la literatura. Y la afinidad humana de compartir experiencias, tratando de encontrar respuestas a nuestros interrogantes en las grandes mentes que nos supieron inspirar.