Después del final de series como Better Call Saul (2015-2022), Barry (2018-2023) y Succession (2018-2023), parecía que la televisión cerraba su última edad de oro. En una época de streaming donde se producen más series que nunca (bueno, justo ahora no porque hay huelga, pero se entiende), irónicamente parece que las series que tienen reservado un lugar en el “Salón de la Fama” de las mejores es cada vez más limitado.
Pero un par de semanas después del final de Succession estrenó la segunda temporada de The Bear, una serie que sin hacer demasiado ruido llegó el año pasado para enamorarnos a todos, ponernos nerviosos y también hacernos llorar. El éxito fue tal que arrasó con las nominaciones a los Globos de Oro y a los Premios Emmy este año. Así que Hulu, la plataforma que la produce (en Argentina podemos verla en Star+) confirmó casi inmediatamente una segunda temporada -que por suerte no se hizo esperar más que un año.
Aunque el final de la primera temporada dejaba un claro cliffhanger, la situación en la que se encuentra la televisión actualmente hizo que tenga un poquito de temor a que puedan arruinar esa temporada perfecta perdiendo el rumbo o desdibujando a sus personajes. Pero nada de eso sucedió y la segunda temporada -esta vez con diez episodios en lugar de ocho- no solo logra mantener la esencia de la serie, sino que en muchos aspectos apuesta a algo más grande y supera a su predecesora, instalándose definitivamente -ahora que despedimos a Succession– como una de las mejores series del momento.
Esta nota puede contener algunos spoilers de la segunda temporada de The Bear.
NUEVOS RUMBOS PARA TODOS
Si la primera temporada tenía temas como el duelo y los traumas en su centro narrativo -aunque eso sin dudas sigue presente en la segunda-, Christopher Storer y Joanna Calo (creadores y showrunners de la serie) deciden enfocarse esta vez en el propósito. En el viaje para encontrarlo ya sea a través del trabajo, del amor, o mejor aún, en un balance entre ambos.
La primera imagen de esta temporada no es de Carmy (Jeremy Allen White), sino de Marcus (Lionel Boyce). Lo vemos en el hospital cuidando de su madre enferma, y ahí la serie ya nos indica que en esta temporada vamos a conocer un poco más a los personajes secundarios tan carismáticos que nos enamoraron en la primera.
La serie le da lugar tanto a Marcus como a Richie (Ebon-Moss Bachrach) y también a Sydney (Ayo Edebiri) para crecer dándoles episodios propios (que están entre mis favoritos) con sus propios viajes, pero todo esto sin perder de vista a Carmy, y siempre orbitando a su alrededor. En su arco podemos ver hasta qué nivel está dañado por su problemática y complicada familia, a quien también conoceremos un poco más.
The Bear -el restaurante- está encaminado, pero antes tienen que definir el menú, contratar empleados, remodelar el lugar, lidiar con la burocracia del Estado de Illinois, pasar inspecciones de las instalaciones y más. Todo eso en el corto plazo de tres meses, meta que se establece en el primer episodio creando el riesgo y adrenalina tan características de esta serie, y toda la temporada funciona como una especie de countdown hasta la fecha de apertura del restaurante.
En el primer episodio, además del deadline hasta la noche de apertura de The Bear, se establecen dos de las cosas que moldean el rumbo de estos diez episodios. Por un lado el tema de “el propósito” que, como dije antes, es la temática central. Mientras Carmy hace números en una caja de pizza para calcular el total de la inversión que requerirá el nuevo restaurante (algo muy Carmy), Richie está en el sótano replanteándose su rol en todo esto, su propósito. “Tengo miedo de que me abandonen” le confiesa a Carmy. “No te voy a abandonar, primo”. Un momento hermoso e íntimo que viene después de una escena ruidosa y caótica, algo que hace muy a menudo y eficientemente esta serie.
Por otro lado, en este episodio aparece por primera vez el lema que atravesará la temporada, “cada segundo cuenta”. Lo más interesante de todo es que este lema tiene varias lecturas, que también aplican a las temáticas de la serie. Por un lado, el significado más obvio y que más directamente se aplica al mundo de la cocina: no hay tiempo que perder y cada segundo tiene que ser aprovechado para lograr un funcionamiento óptimo. Pero además, también puede leerse de una forma más esperanzadora. Cada segundo importa, y cada segundo es una nueva oportunidad para empezar de nuevo, para hacer bien tu trabajo, para respetarlo y para otorgarle verdadero significado.
IT’S A LOVE STORY, BABY JUST SAY YES
Esto se aplica a varios personajes, pero especialmente al arco de Richie, que aunque arrancó siendo algo así como el antagonista en la primera temporada, acá se da vuelta eso para transformarse, probablemente, en el mejor personaje de todos. En el séptimo episodio, titulado “Forks” lo seguimos casi exclusivamente a él en una semana de entrenamiento en uno de los mejores restaurantes de Chicago. Aunque arranca malhumorado por la rutina de secar tenedores por horas, a medida que pasan los días va encontrando el propósito de todo esto, y al mismo tiempo aprende a valorarse al sentirse realmente útil.
Al ritmo de Taylor Swift y con un traje como armadura, Richie entiende que la gastronomía no se trata solo de la comida, sino de una vocación de servicio, de atender y cuidar al otro, algo que requiere muchísima empatía, y que Richie tiene de sobra. En apenas treinta minutos y con varias secuencias de montaje, Christopher Storer logra que conozcamos a fondo al primo sin que se sienta para nada apresurado. El trabajo de Ebon Moss-Bachrach es alucinante y logra que te enamores y te emociones hasta las lágrimas.
Otro personaje que tiene su propio episodio con estructura clásica de “camino del héroe” es Marcus. En “Honeydew”, Marcus viaja a Copenhague para aprender más de pastelería junto a un antiguo colega de Carmy: Luca, interpretado por Will Poulter, uno de tantos actores invitados en esta temporada que logran brillar y dejar una huella con sólo algunos minutos en pantalla. Ambos son protagonistas de una de las más lindas escenas de la temporada, una charla mientras cortan y pesan masa (hay una reivindicación del trabajo rutinario en esta serie que me gusta mucho) donde Luca le cuenta sobre un compañero que era mucho mejor que él, y trabajar junto a él lo motivó a mejorar cada día más.
“No se trata de estar acá adentro, sino de estar ahí afuera, de estar abierto.”
Cuando Marcus conoce por primera vez al personaje de Will Poulter, por su semblante y presencia física, y porque es lo que pasaría en cualquier otra serie, nos imaginamos que se trata de un antagonista que le va a hacer la vida imposible a nuestro pastelero favorito. Nada más lejos que eso. Termina siendo una pieza fundamental para el crecimiento y aprendizaje de Marcus.
LA ALUMNA SUPERA AL MAESTRO
Sydney esta vez también debe afrontar nuevos desafíos, el ponerse al frente de un grupo humano en el rol de Chef de Cuisine no es nada fácil. Menos aún si la meta es cumplir el sueño de obtener la famosa estrella Michelin. Además de aprender de liderazgo a través de un coach de la NBA e inspirarse en paseos foodies por Chicago, Sydney tiene que aprender a confiar, algo esencial de trabajar en equipo, que es gran parte de lo que hace a esta serie. Confiar en Carmy no es fácil porque él no es fácil, pero justamente eso es lo que termina haciendo que Syd recupere la confianza y pueda llevar adelante esa cocina, aún sin Carmy.
Al igual que con Richie, la serie usa a Syd para reforzar la idea de la vocación de servicio que hay detrás de la cocina, así que verla hacer algo tan simple como un omelette para Nat, y hacerlo con todo el amor del mundo, es hermoso. Algo inspirado y hecho con amor puede ser más delicioso que el plato más elegante y snob del mundo, porque la intención de servir y cuidar al otro es lo más importante.
La relación entre Carmy y Syd es el corazón de esta historia, y aunque en esta temporada tienen caminos separados durante gran parte de los episodios, la serie encuentra lugar para recordárnoslo. Hay una escena en el noveno episodio, donde Sydney le expresa todos sus miedos e inseguridades mientras arreglan una mesa, literalmente soportando el peso del mueble mientras el otro habla. Es un momento precioso. Mentor y alumna ahora convertidos en socios, en iguales.
PASA EN LAS MEJORES FAMILIAS
Carmy tiene que aprender a divertirse y encontrar felicidad más allá de una cocina, pero más importante que eso, tiene que aprender que puede merece ser feliz más allá de una cocina. Reencontrarse con Claire (Molly Gordon), su amor de la adolescencia, lo distrae del trabajo y lo hace experimentar algo completamente nuevo, algo que ni siquiera está seguro de saber hacer: recibir amor.
Todos los traumas y problemas de Carmy nos quedan mucho más claros después de ver el sexto episodio de la temporada, “Fishes”. Un flashback de una hora que nos lleva a una Navidad con la familia disfuncional de los Berzatto cinco años atrás. Fishes se siente diferente en todo sentido, no solo por su duración (el doble que los demás episodios), sino también por la fotografía (está filmado en fílmico y ese granulado se ve precioso) y los créditos, que nos anuncian que este no es un episodio de The Bear, sino de “The Berzattos”.
El episodio es completamente frenético y agotador, como suele ser una reunión familiar de este tipo. Gritos, diálogos que se pisan entre sí, mucha gente en cada ambiente de esa casa, y una cantidad absurda de actores famosos que interpretan a miembros de la familia, aunque nunca queda muy claro el parentesco de cada uno, o si son realmente parientes. Todo ayuda al caos de esta Navidad que llega a un punto de ebullición cuando los nervios y la tensión ya casi no se soportan. Donna (una soberbia Jaime Lee-Curtis) es la matriarca y la que intenta servir a su familia una cena de siete pescados, tradición ítalo-americana. Pero entre crisis de angustia, timbres que no dejan de sonar y copas de vino, la cosa se complica.
Este episodio no solo sirve para dar contexto al pasado de Carmy y a aquel monólogo increíble del final de la primera temporada, sino también a conocer más a Richie -y que Forks funcione aún mejor- y también a Mikey. Siempre un placer Jon Bernthal interpretándolo. Ver Fishes sabiendo las luchas por las que está atravesando y lo que le depara es completamente desgarrador.
OPENING NIGHT
Queda clarísimo que al igual que los chefs de esta serie, Christopher Storer y Joanna Calo aprovechan cada momento para hacer a sus personajes cada vez más ricos. Ya sea llevándolos en aventuras en solitario o en grupo, The Bear se siente enfocada en las temáticas que quiere tocar y en lo que quiere transmitir. Esta es una serie sin villanos o antagonistas, es una serie que ama a sus personajes y lo transmite en cada plano, en cada escena. Es imposible no hinchar por cada uno de ellos o emocionarte por sus logros, ya sea una Tina (Liza Colón-Zayas) orgullosa de sí misma o un Marcus logrando el cannoli perfecto.
El episodio final es la culminación del viaje de muchos de nuestros personajes que pueden aplicar todo lo aprendido en la noche de apertura de The Bear, pero la serie vuelve a dejar muchas puertas abiertas -sobre todo para Carmy– para una siguiente temporada que aún no se confirmó, pero que no cabe dudas que sucederá.
Mientras tanto esperamos escuchando R.E.M. y comiendo omelettes.
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