Bajo el mar

“La Sirenita” de Rob Marshall: Por qué es el mejor live action de Disney hasta hoy

La nueva versión de la historia protagonizada por Halle Bailey se eleva por sobre los demás live actions gracias al encanto de su elenco y la música.

por | May 22, 2023

“La Sirenita” de Rob Marshall: Por qué es el mejor live action de Disney hasta hoy

Es difícil poner superlativos porque después hay que justificarlos, pero el live action de La Sirenita (2023) realmente es uno de los mejores -si no el mejor- entre las adaptaciones de Disney hasta la fecha, y razones sobran. Si tenemos en cuenta que la vara estaba bajísima, esto no es mucho decir, pero con exponentes como La Bella y la Bestia (2018), El libro de la selva (2016) y hasta Aladdin (2019), había un cierto grado de expectativas puestas en esta versión y especialmente en su banda sonora.

La Sirenita (1989) fue la película que salvó el estudio de animación de Disney, y dio lugar a lo que se conoce como su “Renacimiento”, revolucionando por completo el concepto de “clásico animado” al conjugar el cuento de hadas con el musical al mejor estilo Broadway. Esa es otra historia, pero su legado es inmenso y recae sobre esta nueva versión en carne y hueso, que de alguna forma también tiene la responsabilidad de devolverle la credibilidad a los live action de Disney.

Quien se puso al hombro semejante responsabilidad fue nada más y nada menos que Lin-Manuel Miranda, el creador del fenómeno cultural de Hamilton y de In The Heights, director de Tick, Tick… Boom! (2021) y compositor de las bandas sonoras de Moana (2016) y Encanto (2021), también para Disney.

“Mi amor por la música y mi inspiración para crear nació cuando tenía 9 años y vi La Sirenita en el cine. Cuando Sebastián empezó a cantar Bajo del Mar fue como una experiencia extracorpórea, nunca había visto algo así.”

Con este amor por la película y con la colaboración del mismísimo compositor de la banda sonora original del clásico animado, la eminencia de Hollywood Alan Menken, Miranda se puso a trabajar en este nuevo desafío y convocó al talentosísimo Daveed Diggs (Jefferson y La Fayette en Hamilton) para interpretar la voz del cangrejo Sebastián.

Esta fue la primera de una serie de acertadísimas decisiones de casting, que culminarían con la revelación de Halle Bailey como la elegida para encarnar a Ariel, despertando opiniones a favor y en contra, y creando una gran expectativa por la película en los siguientes cuatro años desde su anuncio.

Bajo el mar

Desde la primera aparición de Halle Bailey en pantalla quedó clarísimo que era la elección perfecta para interpretar a Ariel, con una belleza y carisma a la altura del desafío, pero especialmente con un rango vocal impresionante, digno de una sirena.

Sin embargo, cada adelanto parecía confirmar las peores sospechas sobre la película, desde la falta de color y movimiento en las escenas bajo el mar, hasta la dudosa química entre la protagonista y el elegido para interpretar al príncipe Eric, un casi desconocido Jonah Hauer-King (quien termina siendo una grata sorpresa).

El diseño hiperrealista de los sidekicks no ayudó para nada, especialmente porque no hay razón argumental para hacer que Flounder, Sebastián o Scuttle parezcan animales marinos salidos de un documental de National Geographic, cuando se trata precisamente de un cuento de hadas.

El fantasma de la versión sin alma de El Rey León (2019) empezó a sobrevolar las expectativas, al igual que el diseño pesadillesco de la vajilla encantada en la última adaptación de La Bella y la Bestia. Pero, tal como en esta, el trabajo de voces es lo que termina salvando el diseño poco inspirado de los personajes.

Jacob Tremblay interpreta al pez Flounder, el mejor amigo de Ariel, que en esta versión parece haber perdido tanto la pigmentación como la voluntad de vivir. Mientras la maravillosa y versátil Awkwafina le pone voz a la gaviota Scuttle, dándole una dimensión nueva a este personaje, que ya funcionaba como un genial alivio cómico en la original (y que protagoniza uno de los momentos musicales más originales).

Pobres almas en desgracia

La película abre con una famosa y trágica frase del cuento original del danés Hans Christian Andersen sobreimpresa en pantalla, mientras el embravecido mar de fondo y la tipografía elegida dan la impresión de que estamos por sumergirnos en una historia mucho menos edulcorada que la versión animada.

“Pero una sirena no tiene lágrimas, y por lo tanto ella sufre mucho más.”

Sin embargo, este presagio queda diluído entre la inocencia y la magia de Disney, más presente que nunca. La dinámica de Ariel con su padre es la misma que la impulsa a rebelarse en la película original y buscar consuelo en el exterior, pero sus motivaciones están mucho mejor desarrolladas y son menos caprichosas.

El Rey Tritón (Javier Bardem, que protagoniza la escena más emotiva de la película) es un padre exigente, pero compasivo, con una especial debilidad por la más joven de sus hijas. Ariel, a diferencia de sus hermanas, aún no está lista para las responsabilidades del reino ni tiene mucho interés en seguir la línea de sucesión, sino más bien en explorar su curiosidad, tal como su madre.

En esta versión, tenemos una explicación sobre las cuestiones familiares que en la original animada solo se insinuaban (y se confirmaban en la secuela) e incluso se vuelve canon una de las teorías favoritas de los fans. La Bruja del Mar (Melissa McCarthy) tiene razones de sobra para resentir al Rey Tritón y su lugar en el reino.

En lugar de justificarla, de alguna manera la película logra -gracias a la impecable interpretación de McCarthy– que esta versión de Úrsula sea todavía más temible y amenazante que su contraparte animada. Era difícil hacerle justicia a un personaje tan icónico y querido por generaciones enteras, a pesar de su maldad. Y sin embargo, está muy a la altura de las circunstancias, especialmente en su cuadro musical.

Es un alivio que tanto Úrsula como Tritón, personajes imponentes en su versión animada, hayan encontrado una forma de trasladarse al live action respetando sus características más intrínsecas. Es una lástima que el enfrentamiento final -y, en general, todas las escenas de Úrsula– sean tan oscuras que cuesta apreciarlas. De hecho, la película cobra vida cuando sale a la superficie, pero no deja de dar un buen show bajo el mar, a pesar del exceso de CGI que caracteriza a estas versiones live action.

Parte de su mundo

Volviendo a la historia, el riesgo al que Ariel se expone para cumplir sus deseos no parece tan peligroso como cabría suponer, ya que el príncipe tiene muchas más razones para enamorarse de ella que en la versión original. La duda y el sentimiento de urgencia están siempre presentes, pero el foco de esta adaptación está puesto en la química entre los protagonistas y el desarrollo de Eric.

A diferencia de la versión original, donde el príncipe era un simple interés romántico, sin ninguna profundidad como personaje, la versión live action encontró en Jonah Hauer-King a un Eric curioso, intrépido, compasivo y la contraparte perfecta de Ariel. En parte, la extensión de la película se debe a la profundización en el conflicto interno del príncipe, y esta es una de las mejores decisiones.

Incluso tiene su propio cuadro musical, que recuerda a aquel de la Bestia (Dan Stevens) en la versión de 2018, donde conocíamos un poco más sobre el mundo interno del protagonista masculino. Esto se refleja también en el exterior, donde el reino no es un mero paisaje de fondo, sino un punto de interés para Eric y su relación con su madre.

Sí, en esta versión Eric tiene una madre adoptiva, como una forma de justificar a un príncipe blanco en un reino mestizo. Lo cual también le aporta dimensiones al personaje y a la historia, que ya no transcurre en un país genérico europeo, sino en lo que parece ser pleno Caribe. Esta elección tiene su reflejo en el reino submarino, donde las hermanas de Ariel representan diferentes mares y cambian de aspecto y nombres con respecto a la versión animada, donde no tenían esta función.

El mensaje ecologista, que se esperaba fuera uno de los puntos fuertes de esta nueva adaptación, está apenas presente en una escena, y es sin dudas una oportunidad desperdiciada. Al igual que en la original, Ariel está mucho más preocupada en explorar la superficie que en preservar su propio reino, y aboga por los humanos con la misma vehemencia que lo hacía su contraparte animada, pero esta vez con más argumentos a favor que un simple enamoramiento.

Kiss the Girl

Aquellos que se escandalizaron con esta versión “progre”, “woke” o cualquiera de esos calificativos tan usados para cualquier cosa que se salga de los estándares tradicionales, pueden volver a dormir tranquilos. La Sirenita sigue siendo, en esencia, una historia de amor.

Incluso la comentada reversión de “Bésala” es apenas anecdótica, ya que no se enfoca en el consenso, sino en el romance. La interpretación de Daveed Diggs y compañía está a la altura de la original y toda la secuencia transmite una conexión mucho más profunda entre sus dos protagonistas.

Hasta se podría argumentar que ella tiene 16 años y él 21, como queda claro en más de una oportunidad, sin embargo ese es el menor de los problemas para dos seres de mundos diferentes que no pueden convivir sin la intervención de la magia y un pacto faústico de por medio.

Lo importante es que ambos tienen mayor desarrollo y sus motivaciones son mucho más claras, al igual que aquellos que los rodean. A pesar de no tener voz, Ariel tiene su propia escena de monólogo interno en forma de nuevo cuadro musical, algo que ayuda a conocerla mucho mejor y empatizar con su búsqueda y sus deseos.

Su relación con Eric está basada en objetivos en común, en respeto y admiración, no en un simple enamoramiento juvenil que parece más un capricho del amor romántico que un verdadero propósito. Y este desarrollo los beneficia a ambos, haciendo que todas sus decisiones se sientan intencionales y justificadas.

A pesar de todo, La Sirenita sigue siendo un cuento de hadas en su máximo esplendor, quizás el más parecido a lo que imaginamos de una versión en carne y hueso. La visión de Rob Marshall, director de musicales como Into the Woods (2014) y Chicago (2002), nos deja con escenas visualmente inspiradas y emotivas, que hacen que valga la pena ver esta película en el cine.

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