Pocos personajes son tan relevantes en la cultura pop como Batman. No importa si le preguntás a tu abuela, que solo mira noticieros y repeticiones de series policiales en latino, o a un nene de jardín de infantes: el encapotado es un lenguaje universal. Pero es tan así, que hay tantas versiones de él como personas que lo escribieron, aunque algunos se acercaron a la idea original más que otros. Para mí, Christopher Nolan no entra en la lista de los que pudieron hacerlo.
Regreso al primer Gotham
Batman fue creado en 1939 por Bill Finger y Bob Kane; apareció por primera vez en las viñetas de Detective Comics #27 y no tardó en convertirse en uno de los superhéroes favoritos. Pero es fundamental entender cómo fue concebido el personaje, lo que le aportó la esencia que hace a la idea general que tenemos del caballero de la noche.
Más allá de la estafa a Bill Finger y la nefasta figura de Kane en el mundo de los cómics, fue durante esos primeros años en los que se creó la identidad del héroe. Finger le dio un pasado a Bruce Wayne, su guarida secreta, su mayordomo que cumple el rol de figura paterna, y hasta su primer sidekick, el Robin de Dick Grayson. Pero entre muchísimos otros aportes, que fueron fundamentales para Batman y que lo definen, le otorgó una inteligencia superior a la promedio, lo hizo detective, y un poco científico también (¿acaso Homero tenía razón?).
Además, a él también le debemos la existencia de Gotham. Para Finger, era fundamental que el personaje no estuviese en cualquier ciudad, sino que había que construir una que se adecuara a un héroe como él. No podía parecerse a nada más, porque esta metrópoli era el motivo de su existencia, y a su vez, él solo puede existir allí. La relación simbiótica nació acá y estuvo siempre impresa en el ADN del encapotado, al menos en todas las versiones que quieren honrarlo.
Un nuevo inicio
En 2008 el director Christopher Nolan estrenó la primera entrega de lo que se convertiría en una de las trilogías más exitosas del cine, y para muchos redefinió al personaje de Batman. Christian Bale se convirtió en Bruce Wayne y el defensor de Gotham, una versión que no tenía mucha personalidad y le faltaba para convertirse en un personaje más en la historia.
Acá Bruce no tiene muchas cualidades detectivescas, y está solo, algo que a lo largo de la trilogía se encargaron de remarcar una y otra vez: él es solitario. No solo porque pone en peligro a las personas que lo rodean (se ve claramente en la segunda entrega), sino que mantiene distancia con todo el mundo.
Su historia de origen es la misma de siempre: Crime Alley, un robo que sale mal y en un segundo, el pequeño Bruce se queda huérfano y su misión en la vida se forja frente a sus ojos, aunque aún no lo sabe. Entrenará en muchos lugares del mundo, regresará a su ciudad, y luego de ver que nada ha cambiado desde la muerte de sus padres, hará lo más lógico para un multimillonario con infinidad de recursos: disfrazarse del animal que le da miedo y salir a pegarle a delincuentes a la noche.
Realidad vs. imaginación
Nolan sentó el precedente que definiría la búsqueda de DC en el cine por más de una década: la oscuridad anclada en el mayor de los realismos. El batimóvil no tiene forma de tal, es un transporte militar; las orejas de Catwoman son sus lentes cuando se los levanta, un ingeniero/científico/genio/mentor como Lucius Fox (Morgan Freeman) es el que le construye todos sus juguetitos para combatir el crimen y las investigaciones necesarias, y puede hacerlo porque la empresa de Bruce forma parte del complejo militar armamentístico de Estados Unidos.
Pero acá está mi problema con esta saga de películas: en la búsqueda constante de explicaciones racionales para una historia de superhéroes, pierde el punto del personaje. Y voy a decir algo polémico: a Nolan no le gusta Batman, o no le interesa. No lo suficiente como para hacer una película verdaderamente sobre él.
Hizo una maravillosa saga policial, pero el personaje es casi anecdótico. Si a ese Batman lo cambias por una persona común y corriente, si su lugar lo ocupase una especie de Gordon, ¿las películas cambiarían en algo? No, y eso no es malo, simplemente que no es Batman.
El héroe colectivo
Una de las cosas más hermosas que se le dio al personaje no es él en sí, sino las personas que lo rodean. Para Finger, un superhéroe solo no era la respuesta: así nacen el Comisionado Gordon, el mejor mayordomo del mundo y el niño maravilla.
A lo largo de los años, a esto se le dio cada vez más importancia y apareció la “Batfamily”, esa familia elegida de Bruce, que no solo pelea contra el crimen porque tiene un trauma, sino porque él necesita que lo que le pasó no le pase a ningún otro chico. Su necesidad de conectar con otros es parte fundamental de quién es en muchas de las historias, y esas son las más emocionantes, las que tienen algo más para decir sobre él.
Y a esto se reduce el hecho de que -te guste o no una película del encapotado- es aquella que más te habla a vos, la que más conecta con el Batman en particular que te llega. Porque es imposible poner en la misma categoría a Batman: El Regreso del Caballero Oscuro de Frank Miller, y el de Darwyn Cooke.
A mí, el que más me interpela es el Batman padre, el que busca en cada uno de sus Robins una persona a la que guiar, el que queda destrozado después de que el Joker mata a uno de ellos. El que ve en Alfred a un padre, a una persona que nunca claudicó en su labor, que hace lo imposible por cuidarlo, incluso cuando es un superhéroe. El que se junta todas las Navidades a tomar un café con James Gordon, porque en él no ve solo a un socio en su batalla contra el crimen, sino también a un amigo.
Aventuras animadas de ayer y hoy
Entonces, ¿solo aceptás el dibujo animado de Paul Dini y Bruce Timm? Sí y no. No voy a esconder que es mi versión favorita del murciélago y principal motivo por el que elegí tatuarme su logo, pero porque creo fervientemente que, para que sus historias tengan sentido, tiene que abrazar un poco los absurdos, la parte más “caricaturesca” de la ciudad controlada por el crimen y una galería de villanos sorprendente.
Es acá en donde, para mí, entra la saga de Tim Burton con el sensacional Michael Keaton a la cabeza. En sus películas lo camp es protagonista, se siente un poco del espíritu de la serie de los ‘60, pero además se le agrega la parte fundamental de sus habilidades detectivescas, una ciudad que no se parece a ninguna otra, y villanos que entran en el código de cómic y funcionan como malos imposibles en la vida real.
En las de Nolan, todo está tan anclado en la realidad, en lo que el director no solo conoce sino con lo que se siente más cómodo, que pierde en el camino muchas de las ventajas de trabajar con una historia que nace en los cómics. Y por sobre todas las cosas, que no deja de ser, de alguna manera, un producto para chicos.
Le podemos buscar todas las interpretaciones que queramos, podemos leer miles de versiones de él, ver todas las películas, desde las más divertidas hasta las más oscuras, pero hay un hecho innegable: no deja de ser una creación para niños y que, si se la analiza desde el filtro de nuestra realidad, pierde casi todo su sentido.
Esto no quiere decir que no se puedan hacer películas mal denominadas “maduras”, o con tintes más serios del personaje. Por supuesto que sí, pero desde el vamos se debe aceptar que ese mundo viene con reglas que hacen que lo que pasa dentro de la pantalla tenga sentido. Desde los villanos hasta los vínculos que establece con sus compañeros y las personas que se convierten en su familia.
Pero lo que me pasa con Nolan es que su Batman parece estar despojado de todos los rasgos necesarios del personaje, excepto cuando hablamos de su Joker, que es el único que capturó la esencia caótica del villano. Y que tanto él como su enemigo, son consecuencias de la ciudad en la que habitan.
“Pocos personajes de la cultura popular encienden la imaginación de la manera que Batman lo hace”, escribió Paul Dini, uno de los responsables de la icónica serie animada de los ‘90, en el prólogo del libro Batman: The Animated Series – The Phantom City Creative Collection (2020).
“Su mundo de cuevas secretas, armamento fantástico, temerosos disfraces, criminales bizarros, y la promesa de venganza que une a todo ha sido, por más de 80 años, fuente de inspiración para escritores y, sobre todo, artistas”.
Con su regreso al cine por los 100 años de Warner Bros., cada uno podrá volver a ver la saga de Christopher Nolan en pantalla grande y descubrir si esa interpretación artística de sus cuevas, armas, disfraces y villanos, es la que prefiere. La segunda y la tercera de la trilogóa incluso estarán disponibles en IMAX, el formato para el que fueron diseñadas inicialmente.
Por mi parte, volverá a darle play a The Mask of the Phantasm (1993), el mejor largometraje del encapotado en mi opinión.
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