En 1929 Virginia Wolff publicó un ensayo que llamaba a reflexionar sobre cómo cada mujer debería por lo menos tener una habitación propia: un lugar donde escribir, donde tener autonomía, una alegoría a la independencia económica femenina. Casi un siglo después y luego de que distintos procesos permitieran que esa problemática se expanda hacia un feminismo interseccional, que abarca a más que simplemente las mujeres cis blancas, el tema continúa estando vigente. Y es ese anacronismo lo que hace que una serie como Minx (2022 -) se sienta tan actual, a pesar de que se encuentra ambientada en la década de los setenta.
De esta manera se nos presenta a Joyce Prigger (Ophelia Lovibond), cuya mayor ambición es poder sacar a la luz su proyecto de vida, una revista de contenido puramente feminista. Pero no encuentra más que rechazo, hasta que en una convención de editoriales Joyce se cruza con Doug Renetti (Jake Johnson), cabeza de una compañía pornográfica que ve futuro en sus artículos. O, leyendo entre líneas, sus modelos demostraron gran interés en ellos. Eso abre los ojos de Doug a un nuevo mercado, uno más equitativo: las publicaciones eróticas con perspectiva feminista. Con dudas, Joyce decide asociarse a él.
Ahí nace una pregunta que reaparece de manera constante durante la serie, ¿acaso el fin justifica los medios? ¿Está bien doblegar nuestros principios si eso significa que nuestras voces tendrán una plataforma donde ser oídas? Ese es un cuestionamiento que los más fervientes militantes se hacen más de una vez, independientemente de sus luchas, pero que en el caso del feminismo parece ser una constante y muchas veces poner distintas aristas del movimiento en conflicto.
¿Está bien objetivizar a masculinidades para reflejar algo a lo que el cuerpo de la mujer fue históricamente expuesto? Resulta casi un chiste interno, un guiño muy meta, al tener en cuenta las críticas que recibió HBO, sobre todo durante la era de Game of Thrones (2011-2019) por la innecesaria exposición de la desnudez femenina o la erotización de sus cuerpos en escenas de abuso sexual o explicitas violaciones. Pocas productoras podrían haber tomado la propuesta de Minx y mostrar la cantidad de desnudos masculinos frontales en una comedia de media hora como lo hizo HBO, en donde el female gaze, la perspectiva femenina, tiene tan clara impronta. Bravo.
Joyce es reticente al comienzo, su rígida concepción sobre lo que el feminismo debe ser le hace preguntarse si utilizar esta plataforma en particular le quita seriedad a su postura política. Pero al darse cuenta de lo único de la oportunidad, como es la llegada que está teniendo la revista, va haciendo que ella afloje y comprenda que esta negociación con sus propios principios le es beneficiosa. ¿Es correcta su nueva postura? Esa es un área gris que la serie explora al poner a distintos personajes, tanto los medios como el público de la revista o inclusive los ídolos académicos de Joyce a cuestionarle. Es una pregunta de difícil respuesta y algo que agradecer en tiempos donde el mainstream tiende a darnos soluciones tajantes y dejar pocas dudas sin resolver.
Pero no todo es un análisis rígido, ya que el punto fuerte de Minx se encuentra en el goce y es el tono light de la comedia con la que es tratada lo que lo logra. Lovibond es histriónica y tanto ella como Johnson son muy carismáticos desde sus respectivos lugares, tan opuestos como complementarios en sus papeles y con una gran química. Igualmente, o quizás aún más querible, sea el equipo trabajando detrás de Minx, en donde destacan Lennon Parham (Veep) como Shelly, la reprimida hermana de Joyce, y Jessica Lowe (Wrecked) como Bambi, una ex modelo de la revista en camino a reinventarse laboralmente. Lowe se roba cada escena, pero ellas dos se potencian mucho cuando están juntas.
La calidad visual, vestuario, diseño de producción y soundtrack están a la altura de toda producción a la que HBO ya nos tiene acostumbrados, brindándole glamour a una serie fácil de maratonear y que ya fue renovada para una segunda temporada. Pero el auténtico mérito de Minx reside en el balance que encuentra entre la comedia, su picaresca forma de hablar de sexo y la celebración de los cuerpos, mientras se genera una conversación profunda sobre la equidad de género o el tabú que aún rodea a las maneras en que nos relacionamos con nuestra sexualidad, sobre todo cuando el deseo de la mujer es protagonista.
0 comentarios