Esperar con ansia un capítulo cada semana. Debatir por horas con gente random en internet sobre lo que pasó en el último episodio. Elaborar teorías falopa sobre cada pequeño detalle sin explicar del argumento. Escribir fanfics shippeando a los personajes principales o hasta a los personajes más secundarios.
Muchas de esas cosas que hoy son moneda corriente en cualquier fandom -y que quizá ya hacía la fanaticada de Star Trek más acérrima desde tiempos inmemoriales- no serían hoy parte tan activa de nuestro día a día si no hubiera existido hace treinta años Los Expedientes Secretos X. Esta serie, que supo ser el programa de ciencia ficción de mayor duración en la historia de la televisión estadounidense, marcó un hito en la forma de consumir televisión y masificó la forma de ser fanático allá en la década del noventa.
El origen de todo
Creada en 1993 por Chris Carter, un guionista que venía de hacer comedias juveniles para la rama televisiva de Walt Disney Studios en los ochenta, X Files se inspiró en grandes series de misterio y ciencia ficción de años anteriores. Sobre todo en Kolchak, la serie del reportero que se dedicaba a investigar casos paranormales en los setenta, pero también la antología de relatos de terror, fantasía y ciencia ficción La Dimensión Desconocida con sus diferentes encarnaciones desde los años sesenta.
La primera inspirará la premisa: dos agentes del FBI que todas las semanas tendrían que investigar algún caso paranormal, generalmente relacionado con figuras clásicas del terror, como vampiros, hombres lobos u otras criaturas. La segunda inspiraría la naturaleza de las historias, que explicarían diversos tropos del género fantástico y tendrían una complejidad dramática y narrativa inédita hasta la fecha. Y a todo esto se le agregaría una perspectiva totalmente personal y característica, que actualizaba esas estructuras narrativas a las preocupaciones de la época.
Una era el fenómeno OVNI que en esos años ganaba cada vez más adeptos y sumaba cientos y cientos de reportes de abducciones cada día. Otra era la incertidumbre que provocaba la llegada del cambio de siglo en esa última década del siglo veinte. Y, finalmente, la propagación de teorías conspirativas gubernamentales, que con el revisionismo sobre el caso Watergate y la película JFK (1991) de Oliver Stone ya se habían introducido en el imaginario popular con un lenguaje visual característico.
Reinventando el género
La serie también fue una de las primeras en dividir sus episodios en dos tipos: los “Monstruos de la semana”, que eran autoconclusivos, y los episodios mitológicos, que desarrollarían la compleja trama de la invasión extraterrestre y los intentos del gobierno por encubrirla.
Hay muchas razones por las cuales esta serie de originalmente nueve temporadas estrenadas entre 1993 y 2002 en la cadena FOX se transformó en una serie de culto primero y un clásico de la cultura pop después. Quizá porque, estrenada algunos años antes que Lost (2004-2010), fue una de las primeras series en ser consciente del fenómeno que generaba en su círculo de fans y responder a él, llegando a cambiar algunos argumentos o hasta bautizar personajes en honor a sus seguidores. Puede ser también por su icónica secuencia de apertura y su excelente tema musical, compuesto por Mark Snow, que se transformó en un meme de todo lo que tiene que ver con aliens.
La madre de todos los ships
O puede ser por el carisma de su dupla protagónica: Fox Mulder, el tipo raro de los chistes irónicos, creyente sin remedio de las invasiones extraterrestres y las conspiraciones, interpretado por David Duchovny. Y Dana Scully, médica forense y escéptica implacable, interpretada por Gillian Anderson e inspiradora de más de una generación de mujeres que decidió dedicarse a la carrera médica gracias al personaje, en lo que se conoció como “el fenómeno Scully”.
Y juntos, la pareja de donde surgió el mismísimo concepto de ship en la jerga del fandom. La reversión de los estereotipos de género que generalmente presentaban a la mujer como ilusa y emocional, mientras que el hombre es racional y escéptico, terminaron creando un dueto admirable. Con una inolvidable química construida por los dos actores principales, y una tensión sexual tan fuerte que, a pesar de que la relación originalmente iba a ser solo platónica, terminó volviéndose romántica después de la insistencia de los fans por varias temporadas.
Sus personajes secundarios tampoco se quedaban lejos. El burocrático Skinner, interpretado por Mitch Pileggi; El fumador, carismático y aterrador villano encarnado por William B. Davis, y su mano derecha Alex Krysec, interpretado por Nicholas Lea; El enigmático contribuyente Deep Throat, en la piel de Jerry Hardin; o los tres nerds conspiranoicos amigos de Mulder, a cargo del periódico sensacionalista The Lone Gunmen, personajes tan entrañables que llegaron a tener su propio spin-off.
Y cómo olvidar su increíble galería de monstruos de la semana: Eugene Victor Tooms y su extraña anomalía genética que le valió un episodio secuela; The Flukeman, el mutante mezcla de humano y gusano que transmite larvas con su mordida y asesina personas desde las alcantarillas de New Jersey. O Leonard Betts, el hombre que tiene el poder de regenerarse y se alimenta de cáncer.
La pluma prodigiosa
Pero probablemente su éxito se deba a la calidad de sus guiones y la dirección de sus episodios. Entre sus mejores autores se encuentra el dúo de Glen Morgan y James Wong, responsables de introducir a The Lone Gunmen y a Skinner en la serie, y autores de algunos de los mejores episodios de la primera temporada, como Squeeze (el episodio de Tooms), Ice, una especie de The Thing de John Carpenter en una base militar en el ártico, o Beyond the Sea. un episodio que explora la historia personal de Scully con su padre y muestra los límites de su escepticismo y su compromiso con la verdad.
Ambos guionistas se irían en la segunda temporada, para trabajar en Space: Above and Beyond (1995-1996), una serie de ciencia ficción que resultó ser un fracaso. Su último episodio en esa temporada fue el inquietante y metaficcional Die Hand Die Verletzt, que introducía un rito satánico en una escuela secundaria y tenía algunas referencias para los fans del momento.
Pero antes de irse dejaron algunas joyas, como el episodio Blood, que al presentar una trama de electrodomésticos que incitan una ola de violencia en sus usuarios empieza a perfilar una faceta de la serie que llegaría para quedarse: el humor. Y el gran responsable del humor en la serie sería el hermano de Glen, Darin Morgan, que se volvería un guionista especializado en este tipo de episodios, con un toque distintivo y característico.
Algunos de los mejores episodios de la serie tuvieron el toque de Darin, como el mítico Humbug, de la segunda temporada y el primer episodio deliberadamente cómico de la serie, en el que los agentes investigan una serie de crímenes que transcurren en un circo, en una historia que remite a la película Freaks (1932), de Tod Browning. O el más oscuro y fascinante episodio Clyde Bruckman’s Final Repose, la historia de un hombre que es capaz de predecir la muerte de las personas. O el brillante Jose Chung’s From Outer Space, que cuenta la historia de una abducción extraterrestre desde diferentes puntos de vista, en un giro narrativo pocas veces visto.
Hay consenso de la crítica en que en las primeras cinco temporadas se dan los picos más altos de la serie, tanto en los episodios autoconclusivos como en la construcción de su mitología, que llega a una especie de final con el último episodio, titulado The End. Sin embargo, es entre la sexta y la novena temporada cuando se destaca una de las figuras más importantes salidas de la factoría de X Files, el gran Vince Gilligan, que luego explotaría con Breaking Bad.
Gilligan escribió una gran cantidad de episodios desde la quinta temporada en adelante, entre los que se destaca, entre muchos otros, Drive, con la participación de Bryan Cranston. Una historia de un tipo que escapa de los Estados Unidos en su auto intentando huir de un sonido que lo atormenta, con una trama que es como un ensayo de todo lo que Gilligan haría diez años después en materia narrativa y audiovisual.
El salto al cine
Entre la quinta y la sexta temporada tendría lugar la primera película, que expandirá la mitología hasta un punto en el que se vuelve excesivamente enrevesada. Y esto continuaría durante las siguientes temporadas, armando una trama que se complace en setear hilos narrativos para el futuro y se construye y reconstruye constantemente.
Eso, sumado al hecho de que David Duchovny decide abandonar su personaje después de la séptima temporada sin haber cerrado el arco argumental de Mulder, contribuye a que la serie atraviese un periodo de crisis que duraría hasta su final en la novena temporada.
Este final, que conectaba el argumento al supuesto apocalipsis que los Mayas predecían para el 2012, dejó muchos hilos sueltos que no se resolvieron con I want to believe, la película del 2002, una historia autoconclusiva que fue un fracaso de taquilla y crítica. Tampoco se resolvieron con las dos temporadas revival que estrenaron en 2016 y 2018, que en su lugar nos dejaron unos pocos episodios memorables y mucha nostalgia.
Sin embargo, aún hay rumores de que puedan haber nuevos intentos de resucitar la franquicia. Aunque en un momento las teorías conspirativas dejaron de ser un acto de rebeldía para ser un refugio de los conservadores, y los aliens tuvieron un declive de popularidad durante varias décadas, la magia de X Files aún sigue vigente, gracias al alto estándar de calidad general de sus más de doscientos episodios.
Hoy que los marcianos han vuelto estar en boca de todo el mundo, parecen ser más reales que nunca (y hasta resulta que sí tenían esa estética que imaginábamos en los noventa), vale la pena sumergirse una vez más en los complejos episodios mitológicos o el amplio repertorio de historias de la serie que hizo de ser fan algo completamente novedoso.
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