Sebastián Lelio, el realizador que alzó el Oscar por Una mujer fantástica (2017) y que luego apostó por el sutil abordaje de un romance queer en una comunidad judía ortodoxa con la subvalorada Disobedience (2017), se vuelve mucho más ambicioso con su reciente trabajo: The Wonder (2022), que ya se encuentra disponible en Netflix.
Por un lado, hallamos evidentes similitudes entre su flamante largometraje basado en la novela de Emma Donoghue (co-guionista aquí junto a Lelio y a la dramaturga británica Alice Birch) y su obra previa, desde cómo una figura femenina central se abre paso en un ámbito desconocido siempre fiel a sus convicciones, hasta cómo ese entorno en el que se mueve intenta desestimarla cuando la confianza en sí misma se transforma en una amenaza.
Por otro lado, con The Wonder el realizador se arriesga mucho más, y esto lo percibimos en esa suerte de ejercicio cíclico que traza con su película, ese préambulo y epílogo en el que se expone el artificio y que remite al Dogma de Lars Von Trier. Las secuencias de un set a medio a armar con un personaje que rompe la cuarta pared para asegurarnos que estamos ante un relato al que debemos aprehender sin reparos son sorprendentemente orgánicas.
“Tienes que creer en las historias de estos personajes con completa devoción. No somos nada sin historias, así que te invitamos a creer en esta”, se nos solicita para luego presentarnos a la protagonista de esa narración.
Lib Wright (Florence Pugh) es una enfermera que es enviada a un pueblo rural irlandés en 1862 donde los coletazos de la hambruna reforzaron la fe de sus habitantes, en su mayoría católicos conservadores. Allí, se le pide observar a la joven Anna O’Donnell (Kíla Lord Cassidy, una verdadera revelación), quien se ha rehusado a comer por cuatro meses sin sufrir consecuencias.
CONTRA VIENTO Y MAREA
La colisión natural entre Lib con la familia de Anna y ese comité que necesita de sus servicios (y que está integrado exclusivamente por hombres) se genera cuando esa joven pasa a ser considerada una santa que había podido subsistir por alimentarse del maná del cielo. La enfermera y otro outsider (un periodista interpretado por Tom Burke) emprenden, cada uno a su tiempo y con sus métodos, sus propias investigaciones de lo que sucede en un lugar donde la importancia de los relatos es clave para garantizar la integridad humana.
En esos momentos, ese extraordinario epílogo cobra mayor relevancia, sobre todo cuando Lib se va aproximando a Anna -ella misma con una historia muy dura a cuestas- con una cadencia que hace de esta película una rareza, un retrato progresivo y fascinante de la dinámica entre dos mujeres que se observan y empiezan a confiar tácitamente la una en la otra.
A medida que Lib y Anna refuerzan su vínculo (y con la exclusión momentánea de la familia de la pequeña de esa habitación en penumbras registrada por la directora de fotografía Ari Wegner en otro trabajo descomunal tras The Power of the Dog), las revelaciones que surgen se tornan traumáticas. Los escapes intempestivos de Lib de esa casa y sus caminatas a cielo abierto son un testimonio de su bullicio interior ante esa díscola tarea que tiene en sus manos cuando un relato que escucha la obliga a actuar en soledad.
Esos instantes convulsionados, acompañados de la pesadillesca banda sonora de Matthew Herbert que está al borde de lo anacrónico, se asemejan a aquellos en los que Marina (Daniela Vega) caminaba contra el mundo (y contra el viento), con angustia pero también con templanza en Una mujer fantástica. En este caso, Lib le saca el velo a una historia que es fruto del trauma y lidia con una mucho más real y perturbadora, una que explica por qué la humanidad, para reforzar su identidad y poder subsistir, se aferra a las palabras (propias o a las que se desprenden de ciertos dogmas) para no perecer.
Con The Wonder, Lelio también evita lo maniqueo, los lugares comunes que podrían haber surgido de ese choque entra la ciencia y la religión, y lo hace a través de la conexión entre Lib (Pugh suma otra interpretación notable a su filmografía) y Anna, una que nace en ese ámbito lúgubre y claustrofóbico y que logra imponerse a las restricciones de las fuerzas externas. Finalmente, son sus experiencias compartidas las que nos imploran esa devoción a la que nos entregamos sin reparos. Su vínculo se convierte, así, en el verdadero prodigio de esta historia.
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