El día que George Burbank (Jesse Plemons) se casa con la viuda del pueblo, las vidas rutinarias de él y su hermano en su rancho de Montana cambian para siempre. Phil Burbank (Benedict Cumberbatch) es un vaquero hosco y maleducado que no duda en insultar constantemente a Rose (Kirsten Dunst) y su hijo Peter (Kodi Smit-McPhee), generando una tensión que se irá incrementando, como si de una tirante cuerda a punto de romperse se tratase.
Históricamente, dentro del cine norteamericano, el género western construyó la figura del cowboy como un prototipo de la masculinidad idealizada. Solitario y rudo, el vaquero era regido por sus propios patrones morales y una fuerte relación con una naturaleza domada por su mano. A diferencia de los nativos, este era un salvaje civilizado. En el caso de Phil Burbank, este juega un papel que anteriormente estrellas como John Wayne o Clint Eastwood popularizaron, pero que detrás del fino ojo de Jane Campion (The Piano) se deconstruye en un meticuloso estudio del personaje y lo que representa como símbolo. Frente a sus pares, el cowboy de Campion se erige como una figura alimentada por la masculinidad tóxica, en su agresividad y crudeza, mostrando dominancia. En la privacidad, tanto física como en la intimidad de un primer plano, Cumberbatch despliega su talento al hablar con la mirada mucho más de lo que se permite a sí mismo verbalizar, demostrando así una cantidad de matices en un personaje que no necesita ser un querible rufián para cautivar a su audiencia.
Estrenada en nuestro país en el Festival de Cine de Mar del Plata y recientemente añadida al catálogo de Netflix, el nuevo largometraje de la directora neozelandesa plantea una trama que muy lentamente se va desplegando, los cambios de la dinámica de poder convirtiéndose en uno de los ejes centrales de la historia. Desde la irrupción de Rose en la vida de dos hermanos, que durante cuarenta años compartieron una habitación, al maltrato psicológico que de a poco va envenenando a una persona, se generan confrontaciones constantes en lo que prácticamente se convierte en un campo de batalla doméstico. Inundando al filme de metáforas, algunas inclusive referencias -como lo es el magnífico guiño al duelo de banjos del clásico western Deliverance (1972)-, observamos cómo se van moviendo las piezas de ajedrez.
Campion adapta la novela de Thomas Savage con maestría, volviendo la historia completamente suya al explorar los matices en una narración que en un comienzo parece polarizada respecto a cada tema que toca. Lo masculino y lo femenino, intelecto y barbarie, la crudeza y lo delicado son dualidades que se difuminan. Es a través de los matices y simbolismos donde se enriquece la narración, permitiendo que en el subtexto comprendamos las motivaciones y las ambigüedades que nos hacen repensar a los personajes con los que inicialmente nos encontramos.
Meticulosa en cada plano, esta reinterpretación de un género como lo es el western corre el foco de los tiros y persecuciones a caballo para enfocarse en diálogos que pueden cortar como un cuchillo y silencios que develan el anhelo, tomando aquellos íconos del género para convertirlos en símbolos de intimidad o incluso erotismo, sin edulcorar jamás la oscuridad entre la que transcurre la historia.
Impecable tanto en la solidez de su guion, como en sus interpretaciones y ejecución técnica, no va a ser sorpresa para nadie cuando el título de esta película y los nombres de los artistas responsables de la misma se repitan una y otra vez durante la temporada de premios del año que viene. Esperemos que, así como Parasite (2019) fue premiada por su grandeza y eventualmente proyectada en la salas de cine de nuestro país, The Power of the Dog (2021) siga su camino y podamos disfrutarla en la pantalla grande tal como lo merece.
0 comentarios